La vicepresidenta del Consejo General de Enfermería posa durante la entrevista.
Pilar Fernández es vicepresidenta primera del Consejo General de Enfermería, cargo que compatibiliza con la dirección de la Escuela Internacional de Ciencias de la Salud. Una labor que no evita que esta asturiana disfrute de su faceta como pintora, que considera más que una afición y con la que describe en trazos la experiencia de una vida granada entre la lucha profesional y el contacto con el sufrimiento ajeno, con su traslación a la memoria y la experiencia. Una trayectoria entre el color de un hospital y el de una obra de Cézanne, la vocación impresionista como retrato de los instantes y de un pasado familiar que definió su escala de preferencias en esa oportunidad que es la vida, su entusiasmo.
¿Cómo fue su infancia, sus padres?, ¿qué recuerda de aquel modo de ser feliz?
Nací en un pueblecito de Asturias que se llama Cabañaquinta, y tuve una infancia con mucho cariño, dentro del contexto de las dificultades de la época.
Fernández participó activamente en la Marcha de la Enfermería de 1984.
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¿La adolescencia fue igual de plácida?
Cuando yo era joven mi padre fue intervenido de un tumor cerebral y mi madre tuvo que luchar con la vida, con mi padre y con las dos hermanas que éramos. Eso me impulsó a ser enfermera, porque detrás de nosotras siempre hay un hecho personal que te marca el camino.
Estudié Enfermería en régimen de internamiento, en una escuela muy de vanguardia que era el Hospital Central de Asturias. Lo cierto es que Oviedo, en plena dictadura, era una ciudad muy adelantada.
¿Qué lección de vida le dejó su madre?
Marcó mi vida por completo, era una mujer especial.
¿Cómo era entonces la relación que tenían con los médicos?
La vida era sumamente respetuosa y, como profesionales, no había ningún conflicto con los médicos. En la medida en que cada uno era bueno en lo suyo, el respeto era absoluto.
¿Qué es lo peor que recuerda de aquellos primeros años como enfermera?
El tener que compartir la muerte y el sufrimiento con las personas porque, en definitiva, es tener que enfrentarte a tu propia existencia, a tu propia vida y a tu propia muerte.
¿Cómo pasó de ser una enfermera a volcarse con la defensa de la profesión?
Estando en el Hospital de la Cruz Roja conocí el Consejo General, y tuve la oportunidad de entrar con Máximo González Jurado de vocal de la Junta de Gobierno. Después, cuando él asumió la presidencia, tomé el cargo de vicepresidenta.
¿De dónde le viene ese compromiso?
Tenía antecedentes. Antes de estar en el Consejo habíamos creado asociaciones científicas. A principios de los 80 creamos ‘Enfermería y Derechos Humanos’, con actividades bastante comprometidas para lo que eran aquellos años, y cuando llegué a esta institución denuncié cosas que había visto durante aquellos años.
¿Cómo ve la situación de la mujer en una profesión en la que históricamente su presencia ha sido preponderante?
La veo muy bien, aunque queda camino por recorrer. Hemos trabajado mucho, por ejemplo, para erradicar la violencia de género. De todas formas, en nuestra profesión no veo luchas entre hombres y mujeres.
¿Es un ejemplo de igualdad para otras profesiones?
Quizá porque la enfermería es la profesión más comprometida y generosa. La mayoría silenciosa son profesionales de tanto nivel, que el poder que tenemos es increíble.
Con el presidente del CGE, Máximo González Jurado, y la representación de Sudáfrica durante la celebración de un congreso internacional.
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Usted es una gran aficionada a la pintura, ¿cómo llegó a esta vocación?
Es que también quise estudiar Bellas Artes y algo me he formado en ello. He visitado París, conozco muchísimos museos...
¿Qué corriente estética le gusta más?
Los impresionistas. En especial, Cézanne y Modigliani.
¿Cuál es su momento para pintar?
Los fines de semana, básicamente, porque en el trabajo obviamente no hay tiempo y por las noches no estoy tan concentrada. Para mí, la pintura es algo más que una afición.
Durante su nombramiento como vicepresidenta del CGE.
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¿También se escapa de la rutina con la pintura, el cine, la escultura, la literatura…?
Claro, hay tantas cosas bonitas a las que dedicarnos que no se pueden dejar. Eso sí, me decanto más por las artes plásticas; aunque estudié Antropología y las lecturas sobre ello me gustan mucho también. En general, soy una entusiasta de la vida.
en corto
Libro de cabecera
'1984', de George Orwell
Película preferida
'Todo sobre mi madre'
Canción favorita
'19 días y 500 noches', de Sabina
Ciudad para vivir
Madrid
Ciudad para viajar
París
Objeto imprescindible
Mi tablet
Un personaje de su vida
Mis padres
Un protagonista histórico
Florence Nightingale, pionera de la Enfermería moderna
Equipo de fútbol
El Sporting de Gijón
Un lema vital
"Haz con los demás lo que te gustaría que hiciesen contigo"
Le hace feliz
Ayudar al resto
Antropóloga y enfermera, ¿puede acertar a decirme cuál es la cuenta pendiente del ser humano?
Pienso que nos hemos desarrollado mucho pero no hemos evolucionado como ser humano. No podemos ver estos éxodos de refugiados, las guerras injustas…
Abriendo el foco para intentar entender el mundo, sus sinergias… ¿a qué solución llegamos?
Siempre hay soluciones. Hay que ver la vida con esperanza de futuro y esas personas muy comprometidas tienen que luchar. Quizá también ayudaría que hubiera más mujeres en el poder.
En un mundo tan globalizado, en el que la mujer tiene que empoderarse pero donde también compartimos alianzas y presente con naciones en las que vive subyugada, ¿cómo hacemos para ponernos de acuerdo?
El mundo ha cambiado muy deprisa y sobre esto no sé si existe respuesta. Internet nos está modificando para bien pero también para mal; y se hace necesario poner orden en todo esto.
¿Qué cosas no le gustan?
Algún tipo de deportes, como el boxeo.
¿Qué echa de menos?
A mis padres, mucho. Mi madre falleció hace tres años y la echo muchísimo de menos.
¿Qué espera del futuro?
Los enfermeros vamos a conseguir lo que queramos porque somos muy poderosos: tenemos mucho dentro y eso es lo que mueve el mundo.
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