Gracia Álvarez, secretaria general de Salud de UGT.
Carabanchel, años 80. Una enfermera de León aterriza directamente en una de las zonas más deprimidas de Madrid para hacer una sustitución. En esta barriada, no son los pacientes los que acuden al centro de salud, sino que es la propia sanitaria quien va puerta por puerta suministrándoles los medicamentos, en la mayoría de los casos, inyectados con agujas reutilizables y solo previamente desinfectadas con agua hirviendo y alcohol. Año y medio después, esta enfermera consigue una plaza propia en el Hospital de Valdecilla, en Santander, y no volverá a Madrid hasta que pasen 35 años, cuando la Dirección General de UGT levanta el teléfono para proponerla como su nueva secretaria de Salud. Gracia Álvarez repasa para LA REVISTA de Redacción Médica sus principales hitos profesionales y su relación con el resto de sindicatos del Ámbito de Negociación. Pero también su faceta más personal, la de una madre que vive el ‘exilio laboral’ de sus dos hijos a través de Skype y ocupa su tiempo libre entre la natación y la fotografía.
Nacida en León en 1958, ¿cómo era Gracia Álvarez de niña?
Bastante inquieta y más traviesa de lo normal, pero muy alegre y curiosa. Me gustaba meter la cabecita en todo para saber todo lo que pasaba a mi alrededor.
¿Empezó ya su faceta sindicalista en el colegio?
En el colegio quizás no, pero sí en el instituto, donde fui delegada de los alumnos durante siete años seguidos. Una compañera y yo éramos quienes defendíamos los intereses de los estudiantes curso tras curso.
¿Era buena estudiante o más bien de las que se metía en líos?
No, era bastante buena y formal. Así como cuando era pequeñita en el colegio sí que era muy trasto, el paso al instituto (que fue con 12 años y una no deja de ser una niña) me formalicé de repente y tuve un mayor sentido de la responsabilidad. Jamás suspendí una asignatura y estudié con beca todos los años.
Destacamos sus virtudes pero, ¿algún defecto confesable?
Soy demasiado perfeccionista.
Gracia Álvarez fue elegida nueva secretaria de Salud de UGT en mayo.
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¿En qué destaca un buen líder sindical?
Depende un poco de lo que consideremos que es ser un buen líder sindical, porque una cosa es que seas capaz de “arrastrar” a la gente y otra muy diferente es unirles para que peleen por un objetivo común. Tener una voz única y saber pelear son dos habilidades muy importantes en todo buen líder sindical.
Los que hay ahora, ¿lo son?
Creo que mueven a la gente bastante. Pero echo de menos el espíritu sindical de los años 80, cuando todos los trabajadores (especialmente los empleados públicos) teníamos mucha fe en lo que hacíamos y muchas ganas de hacer las cosas bien. No nos quedábamos solo en la fachada reivindicativa.
¿Se han acomodado los sindicatos de hoy en día?
No, lo no creo.
En el Ámbito de Negociación con el Ministerio de Sanidad están integrados todos los sindicatos, tanto los de clase (CSI-F, CCOO y UGT) como los profesionales (CESM y Satse). ¿Se sienten muy alejados de estos últimos a la hora de pelear por la sanidad?
Creo que se miran un poco al ombligo y solo pelean por lo suyo. En sanidad y dependencia no solamente cuentan los médicos o las enfermeras, sino que también es importante la persona que limpia el quirófano para evitar las infecciones, por ejemplo. Y eso es lo que creo que los sindicatos de profesión pierden de vista.
¿Cómo se lleva con el resto de compañeros?
Me estoy empezando ahora a relacionar con ellos, pero creo que bien. Soy una persona de fácil trato.
A usted, como enfermera, ¿qué le llevo a empezar a militar en UGT y no en Satse, por ejemplo, que se supone que es el sindicato que más le representaría?
Milito en UGT porque está integrado de diferentes profesiones y no se enroca en un único colectivo. Para mí lo importante es el usuario y la atención que recibe. Que yo sea una buena enfermera es importante para mi desarrollo profesional pero, sobre todo y como fin último, que preste el mejor servicio asistencial. Por eso, todo el debate de la prescripción enfermera no me parece importante para que la profesión crezca, por ejemplo.
¿Han hecho bien los deberes los sindicatos con respecto a este tema?
Creo que no. La pregunta no es si prescripción enfermera sí o prescripción enfermera no, sino el qué. ¿Un antibiótico? No. ¿Un apósito para poner en una herida? Sí. Cuando hablas con las enfermeras te dirán cosas parecidas. En mi caso, llevo más de 35 años ejerciendo y cuando he visto una situación que se sale de mi competencia, tengo al lado un compañero que es médico y opta por uno u otro tratamiento. Si por cada cosa que haga la enfermera va a necesitar que el médico le prescriba, el sistema no funcionaría.
La abogacía, la otra salida laboral que eligió Álvarez
Cuando terminó sus estudios en Enfermería, Gracia Álvarez no accedió directamente al sistema sanitario, ya que en los 70 había una profunda crisis laboral y los puestos de trabajo escaseaban. Por eso, la ahora secretaria de Salud de UGT decidió continuar la senda universitaria y cursar otra disciplina: Derecho, que siguió durante dos años más, hasta que pudo empezar a ejercer finalmente como enfermera. Aunque nunca ha continuado con estos estudios (de hecho, la única relación que mantiene a día de hoy con la abogacía es a través de su marido, que sí que ejerce como jurista), sí que se siente defensora del SNS a la hora de negociar en mesas sectoriales de calado como el Ámbito.
Comentaba que lleva ejerciendo esta profesión más de tres décadas. ¿Es la única sanitaria en la familia?
Sí.
¿Cómo le dio por empezar esos estudios? ¿Quién le inculcó esa vocación?
Cuando era niña tenía claro que no quería trabajar sentada detrás de una mesa, aunque es justo a lo que me dedico ahora como secretaria de Salud, Servicios Sociosanitarios y Dependencia de UGT. Quienes estamos en este tipo de profesiones somos personas que queremos dar sentido a nuestra vida intentando ayudar a otros. Es un trabajo muy satisfactorio y a la vez muy emocional, pero también te desgasta mucho.
¿Y por qué concretamente sanidad?
Me atraía mucho esta profesión, a pesar de que soy de las que se marean cuando ve la sangre en los análisis (ríe).
Gracia Álvarez en su despacho de la sede de UGT, en un momento de la entrevista.
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¿También a día de hoy?
La mía sí, prefiero no mirar. Pero eso no quita que si siga haciendo mi trabajo de forma totalmente normalizada. Después de tantos años de profesión, me ha tocado ver cosas que son realmente duras.
Póngame un ejemplo.
El peor fue cuando tuve que acudir al domicilio de un niño de 10 años que se estaba muriendo. En aquella ocasión, yo ejercía como enfermera de Atención Primaria, y tuve que quedarme con él una hora mientras uno de los familiares salió a comprar la medicación. Fue realmente duro verle en esa situación.
¿Enfermería fue su primera opción o de pequeña soñaba con dedicarse a otra cosa?
No. Me gustaban los deportes, como la gimnasia rítmica, y soñaba con ser profesora de Educación Física.
¿Tenía la gimnasia rítmica como hobby o llegó a practicarla a nivel profesional?
Solo como hobby, dando volteretas por el suelo (ríe). Pero también me gustaban mucho las manualidades, la decoración y la arquitectura. Pero cuando me tocó elegir profesión, simplemente me replanteé si quería trabajar con máquinas o con personas. Y elegí la última opción.
Y de León da el salto a Madrid. ¿Dónde empezó a trabajar?
Vine en el año 82-83 a trabajar en el Distrito de Carabanchel, concretamente en la zona de Orcasitas y la colonia de Pan Bendito.
¿Qué recuerda de esos años?
Nada más llegar a mi centro de salud, mi superior me dio un cazo de aluminio y unas agujas metálicas con unas jeringuillas de cristal para hervirlas después de usarlas en cada paciente, ya que no eran desechables. Además, la zona donde ejercía era de los barrios más deprimidos de Madrid, y recuerdo que las casas donde atendía no reunían las condiciones sanitarias necesarias, por lo que la seguridad del paciente y del profesional estaba en juego.
¿Tuvo miedo en algún momento?
Yo particularmente no, aunque sentía respeto cuando entraba, por ejemplo, a las farmacias, ya que eran puntos que se atracaban con frecuencia y solían estar cerradas con llave. Solo podías acceder a ellas si te abrían desde dentro.
Y ante esta situación, ¿no pensó en algún momento en renunciar y volver a poner rumbo a León?
No, nunca.
Pero Madrid no fue el único sitio donde ejerció su profesión, también estuvo en Santander y Palencia.
Al mes y pico de estar con un contrato de sustitución en Madrid, conseguí una plaza fija en el Hospital de Valdecilla, e hice las maletas rumbo a Santander. Este centro me dio profesionalización y me hizo sentir muy responsable del trabajo que hacía.
Comenta que se siente más cómoda atendiendo en la consulta que en los despachos. ¿Ha renunciado a algún puesto de relevancia alguna vez en su vida?
No, en Valdecilla fui responsable de Enfermería, pero sin abandonar mi faceta asistencial. En todo el tiempo que llevo trabajando como sanitaria, ésta es la primera vez que decido alejarme del hospital.
La secretaria de Salud de UGT es una gran amante de la fotografía.
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Ahora que está en un despacho, ¿echa de menos la consulta y atender a los pacientes?
Sí, porque una no se olvida tan fácilmente de su profesión tras llevar 35 años ejerciéndola. Pero desde esta Secretaría General se puede defender mejor a los sanitarios.
¿Qué lleva a una enfermera a meterse en el mundo sindical?
La defensa de la personas. Lo mismo que cuando decides estudiar Enfermería es por ayudar a las personas, ser sindicalista además de eso, te permite luchar por los intereses de los profesionales sanitarios.
Pero una cosa es trabajar desde la militancia y otra muy distinta es ser secretaria general de UGT. ¿Tuvo miedo de aceptar el reto?
No.
¿Dudó en algún momento?
No me lo había planteado pero los trenes en la vida hay que cogerlos cuando pasan, y más si ves que las cosas no están funcionando como deberían.
¿Y cómo fue esa llamada?
Un poco rápida, pero me costó bastante menos de lo que hubiera pensado tomar la decisión.
Ahora con este nuevo cargo, ¿ha tenido que renunciar a algo en su vida? ¿Se ha perdido momentos con su familia?
Mis hijos están trabajando fuera de España y mi marido y mi madre son los únicos que están en León. Es verdad que me preocupa un poco no estar allí con ellos, sobre todo, porque mi madre es una persona dependiente.
¿Su familia entendió que tenía que venirse a Madrid para asumir esta responsabilidad?
Digamos que mi marido lo entendió mejor que mi madre (ríe).
Comentaba que tiene sus dos hijos trabajando fuera de España. ¿Cómo vive una madre ese ‘exilio’ laboral?
A través de la pantalla de Internet, haciendo Skype. El mayor lleva en Inglaterra cinco años y la pequeña, tres en Holanda.
¿Qué es lo que echa de menos de León cuando está fuera?
EN CORTO
Libro de cabecera: ‘Apología de Sócrates’ de Platón, o el que tengo ahora en la mesilla de noche del neurocirujano Marsh Henry, ‘Ante todo, no hagas daño’.
Película favorita: Me gustan las películas francesas como ‘Amélie’
Canción favorita: Los versos de Joan Manuel Serrat a Antonio Machado y a Miguel Hernández.
Una ciudad para vivir: No es importante la ciudad en la que vives, sino cómo eres cuando estás allí.
Una ciudad para viajar: Dudo entre París y Londres.
Un objeto imprescindible: La música, a través de un pequeño iPod.
Un personaje de su vida: Mi profesor del Máster de Bioética, Diego Gracia.
Un personaje histórico: Las mujeres que han luchado por la igualdad, como Clara Campoamor.
¿Un lema vital?: Unos versos de una canción de León Gieco que dicen: “que la reseca muerte no me encuentre vacío sin haber hecho lo suficiente”.
¿Un equipo de fútbol?: No tengo.
¿Qué le hace feliz? Sentir que soy útil para los demás.
Mi casa, la de aquí no es como la de allí. Y a la familia.
León también es conocido por ser una de las ciudades más frías de España. ¿Ese frío le ha hecho ser más dura a la hora de enfrentarse a la patronal, por ejemplo?
No mucho (ríe), pero a la hora de negociar, tienes que tener muy claras cuáles son tus líneas rojas y en qué condiciones vas a ceder y cuáles no.
En su currículum también aparece su paso como investigadora en Bioética. ¿Cómo empezó a interesarse por ese campo?
Por esa predisposición natural a aprender. Cuando empecé a estudiar Enfermería quería saber muy bien en qué consistía mi disciplina y la Bioética me abrió, de alguna forma, esa puerta y me permitió conocer cuáles son las obligaciones de la enfermera en relación a las personas.
¿Sigue volviendo a los laboratorios para seguir sus estudios de Bioética?
Ahora menos, pero durante 8 años fui vocal de la Comisión Regional de Castilla y León.
En el terreno más personal, usted se declara amante de la fotografía. ¿Quién le inculcó ese hobby?
Se debe probablemente a que, como en la atención sanitaria, me gusta mirar las cosas y me gusta hacerlo de cerca. Analizar te permite tener una visión más intensa y detallada de la realidad. Practico esta afición de forma completamente amateur y cuando puedo me escapo a la montaña a retratar los paisajes.
¿Qué fotografía sanitaria le gustaría tomar?
Me gustaría hacer una del conjunto del sistema, desde lo que pasa al pie de la cama, hasta conocer el resto de problemas de los profesionales. Y con este nuevo puesto en UGT voy a tener la posibilidad de hacerlo.
Cuando sale del trabajo, ¿con qué otras aficiones desconecta?
La música clásica me deja la cabeza bastante en off. Pero también me gusta nadar, al menos, una vez por semana.
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