Manuel Quintana, director del Centro de Simulación Avanzada de La Paz y Javier Rubio, técnico de simulación
Lo real y lo ficticio se entremezclan al entrar en la Unidad de Cuidados Intensivos del Centro de Simulación Avanzada desarrollado por el
Hospital La Paz. Todo el ambiente, desde los dispositivos utilizados hasta las camas de hospitalización hacen pensar que se trata de un área más del complejo hospitalario si no fuera porque en este caso, el paciente, pese a emular sus constantes vitales, es un
simulador en forma de maniquí. En este espacio, recreado con la
mayor fidelidad posible, profesionales sanitarios de todas las categorías y edades acumulan 'horas de vuelo' para
prevenir errores, adquirir competencias y mejorar habilidades no técnicas como el
trabajo en equipo o la humanización.
"Es como un
escape room de Medicina", cuenta Javier, Rubio, técnico de simulación, para explicar a los presentes hasta donde puede llegar el realismo de estos escenarios en un intento de conseguir que los profesionales que acceden a ellos no dejen
espacio a la improvisación y estén "lo más preparados posible" cuando la situación deje de ser simulada y los posibles fallos tengan un precio.
Con ello esperan que el "nivel de respuesta" sea el mismo que el de entrenamiento y que los
equipos multidisciplinares sean capaces de abordar cada caso con "soltura, prontitud y orden", según ha afirmado Manuel Quintana, director de este centro. "
Ya no se experimenta, ya se aprende", ha aseverado, satisfecho de poder ofrecer este sistema de entrenamiento al que ni él ni ninguno de sus antecesores, también médicos, pudieron optar y mediante el que no solo "
se imparte conocimiento sino también competencias". Por sus manos, asegura, han pasado muchos estudiantes que, pese a contar con un alto nivel académico, no tenían la formación adecuada como para desarrollar un buen trabajo en el terreno práctico.
Imagen del Centro de Simulación del Hospital La Paz
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Transformar la cultura del error en la práctica clínica
El hecho de crear un "entorno realista" permite formar en
habilidades técnicas y no técnicas, que van desde la humanización al trabajo en equipo, la gestión de los familiares o la
comunicación de malas noticias. El error no solo está permitido sino que se busca para que aquellos que acaban de "lanzarse a la piscina", como los MIR, aprendan a
gestionar los fallos y la carga mental que, a menudo, llevan aparejada. "Queremos que el residente sea consciente de una mala praxis y sepa como comunicárselo a su adjunto", ha puntualizado Rubio, partidario, al igual que Quintana, de
cambiar la cultura del error y transformarla en "algo que sea constructivo".
Todo ello redunda en una mayor "seguridad" en el día a día del profesional, según ha podido constatar María Peinado, como coordinadora de Calidad e Innovación Docente. "
Tenemos la conciencia más tranquila al saber que, aunque el final no haya sido el esperado, hemos hecho todo correctamente", ha detallado.
Lo que también ha mejorado desde la puesta en marcha de este centro hace ahora dos años, es la comunicación, reconoce Quintana, dado que se reproducen "los flujos de trabajo al completo", es decir,
cada una de las fases del proceso asistencial, más allá de las demandas específicas que plantea cada Servicio.
Horas 'extra' para formación
Además, este modelo formativo ha ayudado a detectar demandas asistenciales y abarcar "escenarios que antes se escapaban" como la
violencia de género, ha apuntado el director. De hecho, la intención de esta entidad, desarrolladora de planes formativos específicos para el manejo de ciertas patologías o escenarios concretos, es abrir aún más sus puertas y así conseguir dar respuesta a las "necesidades de la sociedad en general" con
formación a familias con casos pediátricos de autismo o atención en emergencias.
Al hablar de 'hándicaps', este médico intensivista mira directamente al
tiempo y no a los recursos, ya que gran parte de los profesionales sanitarios acuden a este centro fuera de su horario laboral, lo que supone un "gran coste", compartido también por el propio equipo del centro al aspirar a
"formaciones que estén correctamente planificadas". Aunque este centro permanezca abierto los siete días de la semana, los problemas para cuadrar horarios entre formadores y profesionales son "inevitables", especialmente cuando lo habitual es que haya "el mismo número de instructores que de alumnos" con grupos reducidos de "no más de 14 personas".
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