José Ramón Arribas, coordinador de la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel de La Paz y autor del estudio.
13 jul. 2017 10:50H
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Los dos casos de fiebre hemorrágica Crimea-Congo que se dieron en España el pasado verano son los únicos registrados en Europa Occidental y protagonizan un artículo en The New England, publicación de la Sociedad Médica de Massachusetts, una de las más prestigiosas del público. El artículo expone los trabajos de la sanidad madrileña en la identificación y tratamiento de la enfermedad en las dos personas afectadas y de la Dirección General de Salud Pública, que realizó el seguimiento a más de 430 personas expuestas.
En el artículo publicado en el último número de julio de la revista, cuyo autor principal es José Ramón Arribas coordinador de la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel del Hospital Universitario La Paz-Carlos III, también participan profesionales del Instituto de Salud Carlos III, el Centro Nacional de Microbiología, los hospitales madrileños Gregorio Marañón e Infanta Leonor, así como la Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, entre otros autores.
El artículo tiene gran importancia porque no sólo documenta y recoge los diversos aspectos clínicos de la enfermedad, algunos de los cuales eran desconocidos hasta ahora, sino también porque remarca la importancia de que los profesionales mantengan una rutina de vigilancia ante los vectores capaces de transmitir la enfermedad para evitar nuevos casos.
La fiebre hemorrágica Crimea-Congo es una enfermedad vírica cuyo transmisor principal es la garrapata, que al picar un animal infectado se convierte en portadora de la enfermedad. La infección en humanos se produce por la picadura de la garrapata o por el contacto directo con sangre o fluidos contaminados.
Los síntomas suelen presentarse de forma súbita y son fiebre elevada, cefalea, malestar general, dolores articulares y musculares, sudoración, síntomas gastrointestinales y/o respiratorios, hipotensión y síntomas hemorrágicos.
Primer caso autóctono
Esta enfermedad es endémica en África, los Balcanes, Oriente Medio y Asia. En Europa hasta agosto de 2016 sólo se habían dado casos en países del sudeste continental como Rusia, Georgia, Ucrania, Albania, Kosovo, Grecia y Turquía. El primer caso autóctono español se produjo a finales de agosto de 2016. Un hombre de 62 años contrae la enfermedad tras ser picado por una garrapata mientras paseaba por el campo en una pequeña localidad de Ávila. Falleció el 25 de agosto en el Hospital Gregorio Marañón. El segundo caso fue la enfermera que lo atendió durante su ingreso en el Hospital Infanta Leonor.
En el caso de la enfermera, por presentar síntomas similares al primer paciente, se sospechó la enfermedad y se activaron los protocolos de prevención e ingreso en la Unidad de Aislamiento, UAAN, de La Paz, en donde estuvo hospitalizada un mes. Esta unidad en la que trabajan más de cien profesionales ha sido activada en 21 ocasiones y es la única de Europa Occidental que ha atendido un caso de fiebre Crimea-Congo y tres por virus del Ébola. La Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid realizó seguimiento a más de 430 personas que se vieron expuestas al virus, aunque ninguna presentó síntomas de la enfermedad.
Variante africana de la enfermedad
Los exámenes revelaron que el virus de la sangre de ambos pacientes era idéntico y compartía una huella genética propia de un linaje africano de la enfermedad, no relacionada con la de Europa del Este. Se cree que esta variante particular pudo haber llegado a España a través de las garrapatas transportadas por aves migratorias procedentes del norte de África.
Estos dos primeros casos autóctonos pusieron de manifiesto un cambio geográfico en la distribución de la enfermedad. Posteriormente y, según un estudio realizado por el Ministerio de Sanidad, se han observado en diferentes áreas de España más garrapatas portadoras, concretamente en las comunidades de Castilla-La Mancha, Castilla y León, Madrid y Extremadura. No obstante, según los expertos, la probabilidad de que aparezcan nuevos casos en humanos es baja.
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