No hay una visión única en el abordaje de los planes de
Salud Mental, cuya eficacia puede depender de las ‘especificidades’ de una población concreta. Partiendo de esta premisa, algunas comunidades han iniciado un proceso de ‘localización’ de sus respectivas estrategias para adecuarlas a las necesidades de su ciudadanía. Andalucía, pionera en este apartado, ha constituido ya el que es el primer
Consejo Asesor Externo de Salud Mental y Adicciones, sobre el que se apoyará la Junta para determinar cuándo, cómo y dónde destinar recursos para que tengan un impacto real sobre la sanidad. Sus conclusiones
quedarán plasmadas en un documento que, si todo marcha según lo previsto, estará cerrado antes de que concluya el año.
Dos de los principales artífices de es
ta estrategia,
Benedicto Crespo-Facorro, director del Plan Integral de Salud Mental de Andalucía; y
Luis Salvador-Carulla, miembro del nuevo equipo de asesores, destacan en Redacción Médica las virtudes de este órgano
ajeno al Servicio Andaluz de Salud (SAS), al que se ha encomendado realizar un
“diagnóstico” sobre la situación del territorio antes de adoptar medidas.
“Queremos que esas iniciativas sean evaluables para saber si realmente lo que estamos proponiendo tiene un impacto real en la salud”, detalla Crespo-Facorro, quien considera que este modelo no es incompatible con la existencia de un
“marco de referencia” a nivel nacional como es el Plan de Acción de Salud Mental 2022-2024. Por el contrario, defiende que cada programa se encuentra en “una dimensión distinta”, de forma que SAS dé
respuesta “a la realidad de Andalucía, con su diversidad y heterogeneidad”.
Aproximación “glocal” a la Salud Mental
Es en este punto cuando entran en escena Salvador-Carulla y el resto de
integrantes del Consejo Asesor Externo (
Rafael Tabares, Jordi Blanch, Mercedes Navío y José Luis Ayuso). En palabras de este catedrático de Salud Mental en la universidad australiana de Canberra, en el pasado “había una tendencia a pensar que las evidencias en Psiquiatría eran
generalizables a toda la población”. “Hoy en día sabemos que no, porque hay factores que requieren una planificación
lo más localizada posible”.
“Los modelos de Salud Mental no son trasladables, pero con los datos que conocemos de otros lugares podemos aprender qué pasa en un territorio concreto y qué se puede hacer”, continúa Salvador-Carulla. Él lo llama ‘aproximación glocal’ (global y local al mismo tiempo), lo que permite crear “un
mapa con la provisión de servicios y necesidades” de una población.
Ese será el primer paso: “Tenemos que conocer muy bien dónde están los profesionales, cuántos hay, cómo son los servicios, cuál es la accesibilidad a los mismos. Los datos, en gran medida, están ahí, pero falta trasladarlos a este mapa y será entonces cuando tomemos decisiones”, destaca.
Un "ojo crítico" dentro del SAS
En esa búsqueda de una planificación eficaz de las estrategias de Salud Mental, Benedicto Crespo-Facorro pone en valor el hecho de que este grupo de expertos sea “completamente ajeno” al Gobierno autonómico y el SAS. “Si no lo fuera, sería muy difícil que tuvieran esa visión objetiva, ese
ojo crítico para corregir errores”, enfatiza.
En este sentido, Crespo-Facorro, quien subraya que estos expertos “no recibirán ninguna remuneración por este trabajo”, más que un “lujo” constituye “una necesidad”. “Creo que
el error sería no tener este tipo de consejos”, argumenta.
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