Acceso a un módulo de Urgencias de Madrid.
El servicio de Urgencias, su propio nombre lo indica, está configurado para atender
casos graves cuya atención no puede esperar. Tener esto en cuenta, sobre todo en el actual contexto de
saturación de la Atención Primaria, es importante para que los pacientes que verdaderamente lo necesiten reciban asistencia inmediata por parte de médicos y enfermeros. Pese a ello,
la impaciencia o incluso el miedo le puede en ocasiones al usuario, aunque su dolencia no sea peligrosa precisamente, y a ello contribuyen numerosas circunstancias.
Recientemente,
una MIR de Pediatría se preguntaba en Twitter cuándo iban a parar las visitas a Urgencias de Pediatría de padres preguntando si se podían llevar de viaje a sus hijos con fiebre. El verano y el ansia por huir a destinos exóticos para desconectar de la rutina llevan, muchas veces, a querer
dar carpetazo a cualquier problema de salud lo antes posible para que ello no entorpezca el
buen rumbo de las vacaciones. Así lo demuestran los testimonios recabados por
Redacción Médica de facultativos preguntados por sus
experiencias más surrealistas durante los meses caniculares.
Mosquitos y picaduras, una constante en verano
Quién no ha deseado alguna vez la
exterminación de todos los mosquitos del universo durante una noche toledana. A veces todas las precauciones del mundo no bastan y acaba habiendo uno de esos insoportables bichitos que, después de conducirle a uno a la locura con el
sonido demoníaco de su vuelo, encuentra un resquicio de piel con el que cebarse. Y quien dice uno, dice unos cuantos. El lugar en el que nos encontremos depende mucho de ello. “Me han picado mucho los mosquitos. ¿Es normal?”, cuenta una médica que le preguntó un paciente. Lo que esta persona no concretó en un principio es que venía de estar en un humedal. Y, claro,
las piezas encajaron de repente.
Prisas por volver a la playa o al chiringuito
Tomarla con quienes te curan o te están curando está en el
top de anécdotas frecuentes. “Un paciente del interior que vino a la costa, se cayó, se rompió el radio y
se enfadó con los médicos por el yeso”, relata una facultativa.
Otro turista con prisa protagoniza esta otra
historia para no dormir que narra un enfermero. “La semana pasada atendimos en Urgencias a un hombre de unos 40 años con un
dolor cólico renal. Llegó con el bañador puesto y todo. Le dimos morfina y paracetamol intravenoso, pero le explicamos que lo que realmente le quitaría el dolor sería un
diclofenaco rectal. Le comenté que, si le daba vergüenza que yo le pusiera el supositorio, se lo dejaba allí para que lo hiciera él solo”. Para facilitarle la tarea, los médicos le dieron también un poco de lubricante. “Al rato vuelvo y le pregunto qué tal. Me comenta que, bueno, bien, pero que
ha sido bastante incómodo, que le molesta bastante y que incluso
casi se corta un poco. Ahí me quedé extrañado. Le pregunté que cómo que casi se corta, y entonces me di cuenta. "¿Y el envoltorio?", le dije, y me respondió: "
¿qué envoltorio?" Resulta que el hombre se había puesto el supositorio sin quitarle el plástico duro con el que viene. Pero no le dio mucha importancia, lo único que le interesaba era
cuándo podía volverse a la playa”, expone.
"Le pregunté al paciente si le había quitado el envoltorio al supositorio, y me contestó: ¿qué envoltorio?"
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Sangre a raudales, escándalo asegurado
La sangre es siempre muy escandalosa e invita a ser
presa del pánico. Por supuesto, el
brebaje favorito de Drácula no podía faltar en este anecdotario. “Recuerdo un día lleno de
amputaciones de dedos causados por sierras mecánicas. Fue peculiar”, señala un médico. Otro facultativo detalla: “El otro día llegó un niño de unos dos años con su madre. Venía
lleno de sangre, impresionante. Por lo visto
se había caído por unos escalones del hotel, se había dado un golpe en la parte trasera de la cabeza en el suelo y sangraba por la nariz. Cuando le pregunté a la madre por qué traía al niño sin haberle limpiado la sangre, me dijo que por si había podido
perder cerebro por la nariz y nosotros queríamos analizarlo”.
El broche de oro lo pone otro
binomio clásico: el alcohol y las peleas. Lo narra una enfermera: “Una noche llamaron del 112 para comunicarnos que nos traían rápidamente en ambulancia a un hombre que
sangraba por todas partes, que estuviéramos preparados. Nos pusimos en marcha para tenerlo todo listo para atenderle, hasta salimos todos en la puerta a esperar a la ambulancia. Luego resulta que el que sangraba era un tipo que se había pasado con las copas, digamos, en un chiringuito,
le habían pegado un puñetazo en la boca y le faltaban tres dientes. Y con él venía con él su hija, que era dentista, y nos traía
los tres dientes en una bolsa”.
En definitiva, conclusiones de todo ello pueden sacarse muchas, pero la principal está clara:
a veces la realidad supera a la ficción.
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