El nivel de obsolescencia, tanto funcional como tecnológica, crece año tras año



16 jul. 2013 13:59H
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Enrique Pita. Madrid
El nivel de obsolescencia de los equipos tecnológicos instalados en los hospitales españoles, esencialmente en el sistema público, va creciendo año tras año. La industria, que desde hace tiempo ha venido mostrando su preocupación por este hecho, trabaja en un estudio que ponga números a la situación real. Lo cierto es que es necesario acometer la renovación del parque tecnológico, fundamentalmente porque los nuevos equipos suponen ahorros económicos en su uso con respecto a los más antiguos e implican beneficios para el paciente. Ignacio López, presidente del Sector de Tecnología y Sistemas de Información Clínica de la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (Fenin), ha valorado para Redacción Médica los problemas de esta obsolescencia.

Ignacio López.

Desde Fenin se ha denunciado que la inversión en renovación de equipos fue casi inexistente en 2012. ¿Es tan dramática la situación como se puede entender de esta afirmación?

Evidentemente todo es relativo. Es inexistente respecto a la inversión que hay dentro del sector salud, donde la partida más castigada ha sido el capítulo 6, que es el que se dedica a obras e inversiones. Meten en el mismo saco aquello que es aparentemente extraordinario. Ahí es donde creo que radica el problema potencial, porque algo es extraordinario porque o bien no afecta a la rutina diaria o bien porque hay que poner un equipo para la infraestructura hospitalaria, y esto es teóricamente más fácil de demorar. Por tanto, la inversión dedicada a equipos de diagnóstico o radioterapia inventariable ha sido casi inexistente porque se percibe que se puede demorar la renovación de los equipos existentes uno, dos o más años.

Este es un mercado que generalmente trabaja en la reposición. Hoy existe equipamiento en los hospitales porque se adoptó hace unos años, y en general lo que vemos es que hay un ciclo de vida que hay que renovar. Esta renovación se va produciendo en general en base a las necesidades que van generando los usuarios, pero no hay una planificación a priori de cuál será la vida y cuándo corresponde renovar; normalmente en los hospitales se compra y una vez que se ha comprado, esa tecnología vive el tiempo que viva hasta que haya dinero para renovarla.

Esa reposición no se ha producido regularmente en los últimos años. La primera causa es que ha habido una desviación muy importante de los fondos públicos hacia proyectos extraordinarios como la construcción y puesta en funcionamiento de nuevos hospitales. Entre 2006 y 2011, y esto es un valor aproximado, prácticamente el 50 por ciento de la inversión pública total en equipamiento inventariable se ha dedicado a los nuevos hospitales, mientras que el resto de los 500 hospitales han visto reducida la inversión regular que venía produciéndose a la mitad. Por tanto, en hospitales tradicionales, que llevan el peso de la actividad quirúrgica y diagnóstica, se ha sufrido una limitación mayor de recursos y por tanto una ralentización de la reposición de los equipos existentes.

Hay una obsolescencia que en algunos casos es una funcional, pero también la hay tecnológica; es decir, hay equipos que tienen una tecnología que ya está superada, y aunque realizan la función para la que se compraron en su día, lo hacen de una manera que ya no es la apropiada. Un ejemplo típico es el del TAC o el escáner, porque los actuales radian un 75 por ciento menos que los que se compraron hace cinco años.

¿Cuál sería el número de equipos que habría que renovar?

Hemos hecho una encuesta entre nuestros asociados siguiendo el siguiente protocolo: solo se publican aquellos datos en los que han respondido más de tres empresas y cuyo mercado sea superior al 75 por ciento del total. Así, tenemos datos preliminares previos a la elaboración del informe. Por ejemplo, el 32 por ciento de las máquinas de anestesia instaladas tienen más de 10 años; en los TACs, es el 23 por ciento. Sorprende también cómo en resonancias magnéticas son más del 34 por ciento los equipos que tienen más de 10 años. Es cierto que estos datos  hablan de toda la base instalada, es decir, no discrimina entre público y privado.

Hablamos de obsolescencia y de equipos que pasan de los diez años, pero ¿qué ocurre con los equipos que se acercan a cumplir esos diez años?

Este es un cuadro dinámico, y cada año que pasa se incrementa la vida de los equipos. Es cierto que los datos pueden variar por autonomías, pero este ejercicio no se ha hecho todavía porque hay comunidades que han sido más ágiles a la hora de procurar una renovación más rápida que otras, por lo que el estudio se ha hecho a nivel nacional. No se ha discriminado entre sanidad pública y privada, aunque lo cierto es que en áreas como la resonancia magnética puede que el 50 por ciento de la base instalada sea privada y sin embargo en equipos como respiradores o monitores de UCI el mayor peso es público.

Lo cierto es que las reglas que define Cocir, que es la asociación europea de fabricantes, marcan genéricamente que el 50 por ciento de los equipos debe tener menos de 5 años; en torno a un 35 por ciento, hasta diez años, y no más del 15 por ciento debería estar por encima de 10 años. Es ahí donde hay que centrarse a la hora de renovar, y en algunos casos empieza a ser urgente.

Además, dependiendo de la innovación en algunas tecnologías, la obsolescencia funcional es más o menos grave. Por ejemplo en el campo de la ecografía han llegado en los últimos cinco años equipos con un nivel de resolución mucho más alto, y por tanto a la hora de hacer un diagnóstico se ven cosas que antes no se veían ni con los equipos de gama más alta. Esto es importante porque el coste por cada examen es mínimo, alrededor de un euro, mientras que el valor que ofrece es muy alto. En el estudio de mercado que ha realizado Fenin, que abarca la parte de imagen, la de bloque quirúrgico y la de críticos, estamos viendo que la renovación suponía en 2007 alrededor del 1 por ciento del presupuesto de la sanidad pública. Si ese 1 por ciento es donde se está tratando de ahorrar, es cuestionable, ya que son estructuras o tecnologías más modernas que lo que hacen es hacer procesos más rápidos, más eficientes, y a veces ahorrar en otro tipo de infraestructura, pero lo que no se tiene en cuenta es que ahorrar en la incorporación de estas nuevas tecnologías muchas veces no es un ahorro porque hace que el coste de la no tecnología sea muy importante, tanto en exactitud como en productividad, mientras que estamos actuando sobre una parte mínima del presupuesto sanitario.

Como digo, es un área en la que es posible actuar para que la Sanidad sea más sostenible y eficiente. Es decir, se puede tratar de utilizar esta tecnología como palanca para transformar algunos de los procesos existentes que nos permita reducir costes asociados. Se mira más al precio que al valor que ofrecen estos equipos.

¿Cómo influye que el peso de la variable precio haya crecido en los concursos públicos?

Es verdad que hoy el precio ha tomado un papel muy relevante y la realidad es que no se tiene tanto en cuenta el valor, y quizá sería deseable que se viera lo que puede aportar una tecnología, sobre todo de cara al futuro. Es decir, que se tuviera en cuenta una visión de medio y largo plazo. Gran parte de la tecnología que emplea un hospital puede ser actualizable, y muchas veces el precio de la tecnología oculta el valor que puede dar la tecnología, pero también el valor que aportan empresas que tienen especialistas para la aplicación de la tecnología, soporte técnico próximo y a veces niveles de crecimiento escalonado de manera que sin necesidad de reinvertir en el equipo se puede ampliar su existencia a través de pequeñas actualizaciones.

Este último supuesto es poco utilizado hoy. Este concepto dinámico de utilización de la tecnología durante un periodo de tiempo, imaginemos un escáner, muchas veces se puede entender buscando la relación con el proveedor para que, si cada dos o tres años hay tecnología de alta innovación que cambia las capacidades de un equipo, se pudiera proceder a una actualización, de modo que la capacidad de utilización del equipo crecería durante su vida útil y, con pequeño coste, se pueden aportar innovaciones significativas al mismo equipo de forma que se puedan emplear innovaciones posteriores. Esto es difícil que se ponga en práctica porque muchas veces el sistema público compra y una vez lo ha hecho se olvida del dispositivo hasta que tiene que renovarlo. Es una oportunidad perdida.

¿Va a elaborar Fenin algún tipo de propuesta para enfocar este problema de obsolescencia?

Queremos trabajar para tener en el último trimestre algún documento que permita  abordar las compras con una visión integral de utilización donde se ponga en valor tanto la capacidad y la actualización tecnológica como la formación. Es muy importante el correcto funcionamiento de los equipos y a veces tenemos tecnologías que son sofisticadas, cada vez son capaces de realizar más técnicas, y requieren una formación exhaustiva de los profesionales que la utilizan. Necesariamente ahí tenemos que buscar las fórmulas de interactuar más apropiadas. Muchas empresas cuentan con expertos formadores para utilizar correctamente estas técnicas, y esto implica una interacción mucho mayor. Hace falta formación continuada en el uso de la tecnología porque al final es una parte más en esa relación entre proveedor y comprador.

Cuando se habla con las administraciones públicas del problema de la obsolescencia, ¿qué visión tienen?

Las administraciones son conscientes porque los propios profesionales lo demandan, y las direcciones de los hospitales son muy conscientes de las demandas de renovación que hacen sus profesionales. No es un problema desconocido, pero en momentos difíciles económicamente como estos probablemente es más fácil resistir o justificar una demora de la renovación porque todos somos muy sensibles a trabajar por la sostenibilidad. El problema es que la sostenibilidad de ahorro no permite transformar la forma de trabajar para que realmente esa sostenibilidad pueda continuar en el tiempo, sino que es una visión muy cortoplacista.

Estoy convencido de que una parte de los equipamientos existentes podrían corregirse con una visión de actualización. Hay equipos que empiezan a entrar en una ‘vida adulta’ que son susceptibles de una actualización tecnológica sin grandes cambios en su estructura, es decir, a veces hay que cambiar algo de la parte electrónica o instalar una pantalla con mayor resolución para ver con mayor nitidez, pero con pequeños cambios se podría elevar el nivel de los equipos con una inversión muy baja respecto al coste del equipo, alargando así su vida a un nivel apropiado.

Además, habrá que buscar fórmulas que aseguren una renovación en circunstancias extremas como las actuales. Si no existe dinero en el capítulo 6 para inversión, muchas compañías y hospitales han optado por soluciones que exceden de la compra en el año, sino que se miran compras a varios años o modelos de renting o de colaboración pública-privada con periodos para la amortización de los equipos. No todas las fórmulas caen, por tanto, sobre el presupuesto anual, sino que pueden demorarse varios años, lo que reduce la presión.

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