La economía globalizada ha cambiado las reglas de juego en detrimento de los países importadores



25 oct. 2014 12:07H
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Javier Barbado / Imagen: Miguel Fernández de Vega. Pamplona
Los hospitales españoles, como potentes edificios del sector terciario que son, deberán restringir a medio y largo plazo su consumo de recursos (como la electricidad o los combustibles para climatizar sus instalaciones o mover sus máquinas) para no verse fagocitados por los vaivenes del mercado energético mundial, que ya ni siquiera dependen de los precios prefijados por las grandes economías europea o estadounidense, sino también por los establecidos por las naciones emergentes como China, India o Brasil.   

En este contexto de incertidumbre, España poco tiene que ganar debido a que la mayor parte de su producción de elementos energéticos de primera línea de consumo como, por ejemplo, el gas o el petróleo, debe importarlos de otros países al carecer de ellos en suelo propio. Y por mucho que la producción de energía eólica o solar la sitúe como una potencia internacional, por lo pronto el uso de estas fuentes alternativas no está, ni mucho menos, generalizado.

Fernando Señas, jefe de Sección
de Energía de Navarra.

A esta conclusión han llegado ingenieros especializados en el sector sanitario durante el XXXII Seminario-Congreso Nacional que se ha celebrado en Pamplona a mediados del mes. Entre ellos, ha mostrado especial énfasis en esa línea argumental el jefe de Sección de Energía y Minas del Gobierno de Navarra, Fernando Señas, para quien no cabe duda de que la política energética en Europa ha dejado de sostenerse por sus principios clásicos de “sostenibilidad, competitividad y seguridad de suministro” ante la irrupción de la economía globalizada.

Para este alto cargo de la administración navarra, España debe poner el acento en la energía que predomina en la civilización occidental, que es, al mismo tiempo, la que menos controla, y, por esa razón, no le queda más opción que potenciar su uso comedido y eficiente, conclusión que extrapola al sector sanitario.

Asimismo, desde su punto de vista, resulta más relevante tratar de reducir las emisiones de gases a gran escala como el anhídrido carbónico, por ejemplo, que preocuparse por el cambio climático y sus consecuencias en el futuro, aspecto no exento de polémica dado que otros ingenieros, en ese mismo foro, abogaron por tomarse en serio esta amenaza en el momento presente a la hora de proporcionar soluciones de ingeniería a los centros asistenciales.

Tal fue el caso de Ingrit Gómez, ingeniera industrial de la Subdirección de Compras, Obras y Servicios Estratégicos del Servicio Vasco de Salud (Osalidetza), quien, además de precisar que el dióxido de carbono es tóxico (además de responsable del efecto invernadero), disertó sobre una realidad que impone la Unión Europea y el Gobierno central a las comunidades autónomas: las certificaciones energéticas de los hospitales. De un tiempo a esta  parte –explicó–, no cabe duda de que éstos han tenido que contemplar aspectos antes olvidados como la revisión de la envolvente de los edificios, su aislamiento y sombreados, la eficiencia de sus instalaciones térmicas, sus estrategias de radiación solar o su consumo de luz (el cual, por cierto, genera cifras de gasto en números absolutos muy elevadas).

Por lo tanto, el ahorro y la eficiencia energéticos se imponen en los planes directores anuales de los hospitales españoles por encima de cualquier otra consideración, sea por medio del uso regularizado de los combustibles tradicionales o apostando por energías respetuosas con el medio ambiente.
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