Carlos Corominas. Madrid
La música amansa a las fieras, relaja a los pacientes y hace más precisos y veloces a los cirujanos. Este es uno de los motivos que pueden explicar los resultados del estudio ‘Musical preference correlates closely to professional roles and specialties in operating room’ que ha identificado que los profesionales sanitarios prefieren escuchar aquellos estilos musicales que mejor se adaptan a su desempeño profesional en el quirófano. Por eso, la música rápida y marchosa con alto volumen es apropiada para los cirujanos; el jazz y la clásica, para los anestesistas y pop sacado de ‘los 40 principales’, para los enfermeros.
Claudius Conrad, cirujano y autor principal del estudio.
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Es por ello que el estudio, realizado en Estados Unidos entre 282 pacientes y 390 médicos, anestesistas y enfermeros de Estados Unidos, revela que mientras que los médicos prefieren música más movida como el rock, a los anestesistas les gusta más algo más tranquilo como el jazz, la clásica y el blues, y los enfermeros se decantan por el pop típico de las listas al estilo de los 40 principales. “Esto puede tener relación con su papel en el quirófano y no es raro que los cirujanos elijan música más activa y los anestesistas, música más reflexiva”, indica Claudius Conrad, su autor principal, cirujano y profesor del Departamento de Oncología Quirúrgica del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas.
En su opinión, la música con más marcha “ayuda con la coordinación y con ejercicios motores prolongados, algo básico para los cirujanos que desempeñan largas operaciones manuales”. Por el contrario, en el caso de los anestesistas prefieren música más relajada y a un volumen más bajo que no les distraiga de monitorizar a los pacientes ni de escuchar las alarmas o indicaciones necesarias.
Toca el piano para ser mejor cirujano
Una de las características básicas es que las melodías que suenen en el quirófano es que no sean molestas ni interrumpan la comunicación entre el equipo. En este sentido, Conrad defiende que cada equipo y médico es diferente y por tanto no sirve la misma música para todos y ni siquiera para todos es bueno tenerla puesta. “Sucede como con los fármacos, que algunos son buenos en dosis específicas para una persona, pero no para otras”, apunta.
Conrad destaca que la música sí puede servir para dos aspectos fundamentales durante la cirugía: la precisión y la velocidad. En este sentido, en un estudio anterior descubrió que la música clásica sí era un estilo que podía potenciar ambas habilidades, mientras que otros tipos de músicas podían hacer al cirujano más veloz, pero no más preciso.
Además, según el especialista la música ni tiene que ser la misma en todos los momentos ni tiene que estar siempre conectada. “Yo la utilizo como un componente más en situaciones estresantes”, explica Conrad. Y es que en lugar de utilizarla para amansar a su equipo, este cirujano apaga la música en momentos de tensión. “Este silencio tiene un impacto muy fuerte en el equipo y todos prestan atención inmediatamente de forma muy intensa”, asegura. Como suelen decir los profesores de solfeo: “Los silencios también son música”.
Seguro que Conrad conoce bien esta frase ya que él mismo ha estudiado música en el conservatorio de Munich donde se forjó una carrera como pianista. “Estoy convencido de que la práctica de un instrumento ayuda mucho a un cirujano ya que coges mucha coordinación en las manos y llegas a poder disociar el movimiento de cada una”, indica. Además señala que sentarse al piano en un auditorio repleto de un público exigente no es muy diferente a estar en un quirófano: “Son situaciones de estrés en las que quieres desempeñar tu papel lo mejor posible y estar muy receptivo a todos los estímulos que te llegan”.
Aunque estos estudios sean recientes, el uso de la música en el quirófano no es algo nuevo. Si bien Conrad afirma que “desde el 400 A.C se usa con fines medicinales”, no es hasta 1914 cuando se encuentra la primera referencia de un médico conectando un fonógrafo durante sus operaciones.
Se trata de Evan O´Neill Kane, un cirujano un tanto excéntrico que fue el primer médico en retirarse su propio apéndice. Como médico del Kane Summit Hospital, que él mismo fundó, escribió una reseña en The Journal of the American Medical Association en la que relataba el uso de la música para calmar a los pacientes y distraerlos “del horror de estas situaciones”.
Kane defendía además que, en casos de anestesia local, las diferentes piezas servían para que el paciente entablara conversación y diera su opinión sobre lo que estaba escuchando. Por eso, agradecía al anestesista de su hospital, el doctor Burdick, la “selección de discos admirablemente adaptada a los gustos y el ánimo de los pacientes”. Parece que en ese quirófano los anestesistas y los cirujanos sí coincidían en gustos.
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