Todos los ojos estuvieron pendientes del nuevo ministro, que exhibió una indudable astucia política sorteando charcos



15 ene. 2015 19:28H
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Ismael Sánchez/ Imagen: Miguel Fernández de Vega. Madrid
El ambiente de las grandes jornadas políticas volvió al Congreso de los Diputados con el estreno del ministro Alfonso Alonso en la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales. No faltó nadie, ni siquiera Rosa Díez, de UPyD, que casi nunca viene y que cuando al fin lo hizo, estuvo triste y sin brío. Y volvimos a disfrutar de la autoridad de Martínez Olmos, con las buenas intenciones de Tarruella y hasta con la camiseta reivindicativa (otra más) de Llamazares. Pero esta vez todos los ojos estuvieron pendientes del nuevo ministro, Alfonso Alonso, que demostró una indudable pericia política sorteando charcos, aplazando debates y recurriendo a generalidades que siempre suenan estupendamente.

Alonso Alonso, durante su comparecencia en la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados.

Bien escoltado por su universo de altos cargos, en el que Rubén Moreno parece tener mayor magnetismo y ascendencia que Susana Camarero, pese a que su rango es menor, Alonso arrancó con una exposición detallada, quizá un poco larga, pero bastante completa sobre la herencia recibida. La de los suyos, y también la de los otros, los socialistas, como demostró en el turno de réplica. Siendo su bagaje mucho más político que sanitario, el ministro se afanó en contemporizar en lo peliagudo, abrir posibilidades de encuentro a la controversia y esquivar lo más rabiosamente actual: “De dinero, ya hablaremos”, dijo, en su breve alusión al asunto de la hepatitis C, con un tono de voz más bajo de lo normal.

En realidad, Alonso no hizo otra cosa nada más que adaptarse perfectamente a la exigencia de la plaza en la que tocaba lidiar. Desde luego, no es sencillo abrir un debate con parlamentarios de la talla de Martínez Olmos, cuya experiencia de Gobierno se detecta al instante en su intervención, de Tarruella y hasta del propio Llamazares que, camisetas al margen, dedicada en esta ocasión al VHC, volvió a demostrar su destreza en el arte parlamentario y su capacidad para cambiar el curso del debate, con su crítica gruesa y su llamada a las barricadas.

El debate se hizo largo, y las noticias se hicieron esperar, pero de allí no se movía nadie, ni altos cargos como Agustín Rivero o César Antón, ni senadores como Jesús Aguirre, que no quiso perderse el gran estreno parlamentario ni, por supuesto, la nueva portavoz Teresa Angulo, que debutó con aplomo en el siempre desagradecido papel de portavoz del grupo que respalda al Gobierno. Haciendo cuentas, al final hablaron muchos portavoces, y el ministro Alonso no paró de tomar notas que, a la hora de la réplica, llegaron a confundirse. No sólo los sanitarios, sino también los de servicios sociales y hasta los de consumo, la legendaria competencia del Ministerio de toda la vida, que hoy ha perdido paso en favor de ese término más moderno y un poco falsario llamado Igualdad.

La legislatura camina rauda hacia el final, que unos ven ya inminente, aunque quizá el calendario del presidente Rajoy, entre pitos y flautas, nos termine llevando hasta febrero de 2016 antes de que se abran las urnas generales. En cualquier caso, con un ministro con querencia legislativa, como lo es el ex portavoz Alonso, es posible que a la Comisión de Sanidad le resten aún unas cuantas sesiones con chicha política, como esta primera, y esperemos que también sanitaria.
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