La ansiedad y la depresión que siguen al parto merecen una categoría propia en el DSM-V, según denuncia una investigadora.
La ansiedad que a menudo sufre la madre después del parto no debe confundirse con el trastorno de ese tipo que aparece en las clasificaciones internacionales, sino que merece su particular etiqueta porque se manifiesta de forma específica. Y otro tanto sucede con la depresión perinatal.
Sin embargo, ésta se considera una mera extensión de la conocida como mayor en el
manual diagnóstico de enfermedades mentales de la
Asociación Americana de Psiquiatría (APA), el DSM-V. Pero al parecer posee categoría suficiente para ser distinguida aparte como una
entidad independiente.
Al menos esas son las conclusiones de la neurocientífica del Comportamiento
Jodi Pawluski, de la Universidad de Rennes 1 (Francia), quien es coautora de un trabajo al respecto escrito con
Joseph Lonstein, de la Universidad Estatal de Michigan (Estados Unidos), y
Alison Fleming, de la Universidad de Toronto, en Mississauga (Canadá).
En el caso de la ansiedad posparto,
ni siquiera se incluye en el DSM-5, a pesar de que una de cada siete nuevas madres se ven afectadas por ella, ha criticado Pawluski.
Se estima que la ansiedad posparto es tan prevalente como la depresión posparto (PPD, por sus siglas en inglés), aunque recibe mucha menos atención en la literatura; muchas de estas madres no están deprimidas, por lo que su patología
sigue estando en gran medida sin tratamiento.
“Cuando hablamos de la neurobiología de la depresión posparto y de la ansiedad, nuestra información de los estudios realizados en seres humanos se compone sólo de unos 20 artículos –ha explicado Pawluski–”. “Entre el 10 y el 20 por ciento de las mujeres durante el embarazo y el periodo postparto sufrirá de depresión, ansiedad o ambas, pero sólo hay 20 publicaciones que buscan la neurobiología de estas enfermedades, lo cual es bastante impactante”, sentencia.
El documento, publicado en
Trends in Neurosciences, advierte de que en la superficie, la depresión posparto
se parece mucho a otras formas de depresión. De hecho, las nuevas madres que luchan con ella a menudo se separan de la familia y los amigos, pierden el apetito y, por supuesto, se sienten tristes e irritables la mayor parte del tiempo.
Sin embargo, muchas personas y clínicos han subestimado
la singularidad del estado de ánimo y los trastornos emocionales que surgen durante el embarazo o poco después de dar a luz, por lo que esta investigación ha explorado la neurobiología de la depresión y de la ansiedad posparto.
“La maternidad realmente puede cambiar a la madre, algo que a menudo pasamos por alto, y nos olvidamos de examinar la neurobiología de la salud mental materna y la enfermedad mental materna, particularmente la ansiedad”, ha lamentado.
En general, los estudios con imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) muestran que la actividad neuronal en las mujeres con PPD en comparación con las personas con depresión mayor que no habían dado a luz implica
patrones distintos para las nuevas madres con PPD.
Por ejemplo, la amígdala suele estar hiperactiva en las personas ansiosas y deprimidas, pero en el caso de las mujeres con PPD aparece menos activada.
Cómo afecta la depresión de la madre a sus hijos
Los trastornos del estado de ánimo posparto no sólo afectan a las madres, sino también a sus bebés. Las nuevas madres que experimentan ansiedad o depresión posparto son más propensas a irritarse con sus bebés y padecen problemas para formar un vínculo.
“Las madres deprimidas pueden ser más invasivas o sentirse irritadas por sus bebés, pero también pueden estar más separadas o retiradas, y esto también se ve con la ansiedad postparto”, ha apuntado Pawluski.
Esas interacciones tempranas provocan
un impacto a largo plazo en la salud de los bebés. Los niños de madres deprimidas adolecen de más necesidades médicas que los hijos de mujeres sanas porque tienen una mayor carga de enfermedad, usan los servicios de salud con más frecuencia y van más a las consultas médicas y los departamentos de urgencias que los niños de madres no deprimidas.
El costo anual de no tratar a una madre con depresión, en ingresos perdidos y productividad, se estima en alrededor de 7.000 euros. Sin embargo, a pesar de afectar a casi una de cada diez mujeres, la PPD y la ansiedad posparto siguen siendo tratadas como
extensiones de depresión mayor y trastorno de ansiedad generalizada, respectivamente.
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