Javier López del Val, especialista en Neurología y trastornos del movimiento de HLA Montpellier.
El 11 de abril se conmemora el
Día Mundial del Parkinson, coincidiendo con el nacimiento de
James Parkinson, neurólogo británico que descubrió y dio nombre a la enfermedad. Según la Sociedad Española de Neurología (
SEN), el párkinson también es, tras el alzheimer, el
segundo diagnóstico neurológico más frecuente entre los mayores de 65 años. De hecho, el dos por ciento de los mayores de 65 años y el cuatro por ciento de los mayores de 85 años
padecen párkinson en España.
La enfermedad de
Parkinson es un trastorno neurodegenerativo complejo, de aparición en la edad adulta, que afecta a las estructuras del cerebro encargadas del control y la coordinación del movimiento, así como del mantenimiento del tono muscular y de la postura. “Los síntomas más frecuentes son la lentitud de movimientos (
hipocinesia), rigidez muscular y
temblor de reposo. Pero a estos tres síntomas se está uniendo cada vez más la
disminución del olfato. Existen muchos síntomas acompañantes que suelen pasar inadvertidos o achacados a otras patologías que debemos buscar y saber encontrar”, explica
Javier López del Val, neurólogo de HLA Clínica Montpellier y experto en trastornos del movimiento.
El
diagnóstico del párkinson generalmente se basa en la evaluación clínica de los síntomas, como temblores, rigidez, bradicinesia (movimientos lentos), y problemas de equilibrio y coordinación, tal y como resaltan desde el grupo hospitalario. No hay una prueba específica para diagnosticar el párkinson, pero los
médicos pueden utilizar pruebas neurológicas, análisis de sangre, imágenes cerebrales y otros exámenes para descartar otras condiciones y confirmar el diagnóstico, añaden. Por lo que consideran importante consultar con un neurólogo especializado en trastornos del movimiento para obtener un diagnóstico preciso. “Solamente en caso de duda, se puede solicitar un estudio de
Medicina Nuclear (DAT-SCAN), que confirma la disminución de fabricación de dopamina en el cerebro del paciente. Habitualmente, ni un scanner ni una
resonancia nuclear magnética aportan nada al diagnóstico”, indica el especialista.
“No es posible estimar el
riesgo de desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa. Hay un pequeño porcentaje de pacientes que puede tener una forma de enfermedad de
origen genético, pero el hecho de que un progenitor tenga la enfermedad de Parkinson ligada a una anomalía cromosómica, no quiere decir que todos los hijos o algunos de ellos vayan a tenerla. Por otra parte, sabemos que determinados
fármacos o determinadas profesiones expuestas al contacto con tóxicos puede contribuir a que el cerebro vaya fabricando cada vez menos dopamina”, añade el facultativo.
Tratamiento para el párkinson
El tratamiento del párkinson es crucial ya que puede ayudar a mejorar la
calidad de vida de los pacientes al controlar los síntomas y retrasar su progresión. Los medicamentos, la terapia física y ocupacional, y en algunos casos la cirugía, pueden ayudar a controlar los
síntomas motores y no motores del párkinson, como la rigidez, los temblores, la depresión y los problemas de sueño. Un tratamiento adecuado también puede ayudar a que los pacientes puedan mantener su independencia, participar en actividades diarias y sociales, y llevar un estado de salud general mejorado. Además, el apoyo emocional y la educación sobre la enfermedad tanto para los pacientes como para sus familias son componentes importantes del
tratamiento integral del párkinson.
“El tratamiento es variable dependiendo de la edad de comienzo. En la persona joven (por debajo de los 60-65 años) se intentan utilizar
fármacos neuro-retrasadores o neuro-protectores; y a cualquier edad, si clínicamente los síntomas interfieren en las actividades de la vida diaria del paciente, será necesario utilizar
fármacos estimulantes o fármacos que estimulan los receptores de la dopamina o incluso la propia dopamina, con el objetivo de intentar conseguir una actividad motora lo más próxima a la normalidad diaria durante el mayor tiempo posible. Desgraciadamente, la evolución o progresión de la enfermedad, va provocando que en un porcentaje de los casos los fármacos resulten cada vez menos eficaces o con más complicaciones y se requiera otro tipo de tratamientos (quirúrgico, administración de dopamina subcutánea, etc.)”.
La prevalencia del párkinson ha ido en aumento en las últimas décadas, en parte debido al
envejecimiento de la población. Aunque los avances en la Medicina han mejorado la
capacidad de diagnosticar la enfermedad en sus etapas tempranas, aún existen desafíos en su diagnóstico, ya que no existe una prueba específica para confirmarla y los síntomas pueden variar ampliamente entre los pacientes. No obstante, se ha mejorado la capacidad para identificar la enfermedad, pero todavía puede haber casos subdiagnosticados o mal diagnosticados.
Investigación en Parkinson
La
investigación en párkinson es un campo activo y en constante evolución. Algunas áreas de investigación incluyen las causas subyacentes, incluyendo
factores genéticos, ambientales y neurobiológicos que puedan contribuir al desarrollo de la enfermedad. Se busca
desarrollar nuevos tratamientos que puedan mejorar el control de los síntomas motores y no motores del párkinson, así como tratamientos que puedan ralentizar o detener la progresión de la enfermedad. También se está investigando diversas
terapias no farmacológicas, como la estimulación cerebral profunda, la terapia génica, la terapia con células madre y la terapia ocupacional y física.
Lo que se pretende es identificar biomarcadores que puedan ayudar en el diagnóstico precoz, la monitorización de la progresión de la enfermedad y la evaluación de la eficacia de los tratamientos. “Asombraría saber el número de publicaciones e investigaciones nuevas que aparecen diariamente en el mundo, pero desgraciadamente se está lejos, al menos de momento, de encontrar una
cura para el párkinson. Llevo aproximadamente en la Clínica Montpellier cinco años, y trabajando en una Unidad de Párkinson desde 1980. En ambos lugares seguimos aplicando y utilizando todas las medidas terapéuticas encaminadas a evitar o retrasar la progresión y a mejorar la calidad de vida y las actividades de la vida diaria de las personas con párkinson”, indica el López del Val.
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