Fabiola Guerrero y Hugo López.
El
cannabis es la
droga ilegal más consumida entre
adolescentes. La
normalización del consumo, en ocasiones, va ligada a muchos de los
mitos que le acompañan en la actualidad, obviando sus riesgos y destacando un carácter más “natural” o “curativo” del que realmente tiene. Junto a esto, la alta exposición a las redes sociales, unida a las “fake news” y la inexperiencia cognitiva, conviven en un panorama complejo de cara al desarrollo de
una adicción que muchos jóvenes consideran inofensiva y con la que los profesionales, en muchos casos, no consiguen conectar. Y es que, a veces, más allá del consumo de cannabis, “lo que hay es un adolescente roto”, tal y como señala
Fabiola Guerrero, pediatra especialista en Medicina de la Adolescencia y Adulto Joven.
“Tenemos que ir más allá del consumo”, explica Guerrero. Para la experta, uno de los desafíos a los que se enfrentan tanto los pediatras como otros profesionales de la salud, es que
desconocen la realidad de los adolescentes. “En general, el pediatra no recibe formación en el
adolescente. No conocen sus problemáticas
y no saben cómo entrevistarle y acceder a él”, comenta. “Una de las preguntas que me gusta hacer en consulta es ¿por qué consumes? ¿Qué te aporta de bueno? A veces las respuestas impresionan:
porque mi vida es una mierda y la olvido un rato.”
A pesar de que esta reacción
no es la más frecuente, tal y como añade Guerrero, son muchos los casos en los que las respuestas le sorprenden “por lo sinceras y sangrientas que son. “Lo habitual es que te digan que
consumen porque todos sus amigos lo hacen y les gusta, o porque están tranquilos un rato. Pero esas cosas hay que preguntarlas. Muchos de nosotros tenemos una
brecha digital con los adolescentes”, señala. “Ellos están inmiscuidos en
redes sociales, en una realidad virtual que los profesionales desconocemos. Hay que saber hasta qué punto puede afectarles. Muchas veces tampoco conocemos su
desarrollo neurológico”.
La falta de formación en cuanto a adolescentes
Según Guerrero, lo más probable es que la adicción sea
detectada por los padres mucho antes que por el pediatra. “Una adicción conlleva una serie de
cambios comportamentales que a los padres no les van a pasar desapercibidos. Lo más habitual es que sean ellos mismos los que lleven a consulta a su hijo por ese motivo”.
También existen ocasiones en las que es el propio pediatra quien puede detectar casos de dependencia. En ambas situaciones, el profesional puede abordarlo mediante la
entrevista motivacional, así como “empujar y acompañar a ese adolescente a
disminuir e incluso eliminar su consumo”, detalla Guerrero. “Posteriormente, si no hay mejoría, están los servicios
especialistas en drogodependencias (CAD, CAID, etc.) donde realizan un abordaje integral, donde hay un médico no psiquiatra, además de todo el
equipo de salud mental”.
Aunque esta no resulta una cuestión sencilla, ya que, en general, los pediatras “
no reciben una formación adecuada”, ya no solo para abordar el aumento del consumo de cannabis, sino
para tratar a adolescentes en general, con todas sus problemáticas. “Es verdad que poco a poco se tiene más en cuenta al adolescente, que
siempre ha sido el gran olvidado”, comenta Guerrero. “En los cursos y congresos médicos cada vez hay más mesas y ponencias formativas sobre ellos y, entre otras cosas, sobre el
consumo de drogas, no solo de cannabis, también de alcohol, tabaco y otras”. Para Guerrero, lo ideal sería que el
residente en Pediatría y en Medicina de Familia rotase durante su formación
MIR en
unidades de adolescencia.
Dificultades para detectar la adicción al cannabis en menores
La adicción y el
consumo de cannabis en menores conlleva un
abordaje complejo. Según Guerrero, la detección “se basa especialmente en que haya una
buena relación médica entre el profesional y el adolescente”. Junto a esto, es recomendable que el facultativo aborde las cuestiones relacionadas con el consumo de drogas de una forma directa y dirigida. “Lo que no se sospecha y no se pregunta no se puede detectar”, añade Guerrero.
“
Si no le dedicas tiempo a ese menor, difícilmente vas a poder detectar el consumo de cannabis, así como muchos de los problemas que puede tener un adolescente”. Para lograr un buen manejo de este tipo de cuestiones, según Guerrero, es esencial
contar con una “buena historia clínica” y con un
buen vínculo entre médico y paciente. “Para eso hace falta formación y tiempo, porque el enfoque que se hace en este tipo de patologías o de trastornos es un
enfoque biopsicosocial”.
El problema es que establecer una relación de
confianza entre adolescente y profesional es una cuestión que se dificulta si se tiene en cuenta que
los pediatras atienden hasta los 14 años, y el servicio de Urgencias pediátricas hasta los 16. Solo en las consultas de especialidad hospitalaria, como es el caso de
Psiquiatría, atienden
hasta los 18 años. “Lo ideal sería que los pediatras atendiesen hasta los 18 años, dotando de
más personal y más formación a estos profesionales”, opina Guerrero, ya que después “pasan a ser atendidos por el médico de sus padres, y ahí ya tenemos un problema de desconfianza y de confidencialidad”.
El complejo abordaje entre Pediatría y Salud Mental
Por otra parte, el papel de los servicios de
salud mental también resulta esencial en el abordaje de las
adicciones en menores de edad. La dependencia al alcohol, al tabaco y al cannabis son algunas de las cuestiones que más preocupan a estos profesionales, tal y como detalla
Hugo López, psiquiatra de la unidad de adicciones y coordinador del Grupo de Investigación con proyectos de prevención en adolescentes y adultos jóvenes.
Por este motivo, la
colaboración entre los servicios de Pediatría y Psiquiatría resulta fundamental para López. Las adicciones, a pesar de no ser el trastorno más presente entre adolescentes, son una cuestión prioritaria, ya que
suponen efectos importantes sobre el desarrollo cerebral. “Está bien que hablemos de suicidio, está bien que hablemos de ansiedad y de depresión, pero también tendríamos que hablar del
problema de consumo de sustancias, y concretamente de cannabis en adolescentes. Esto ayudaría mucho a que la coordinación fuera más fácil”.
En España, los psiquiatras infantojuveniles
atienden a adolescentes hasta los 18 años. El concepto infantojuvenil en esta especialidad no coincide con el de los pediatras, tal y como señala López. “Esto es una complicación más”, añade. “La
Atención Primaria está muy saturada, no solo en adultos. Si no tenemos más recursos, difícilmente se podrá ejercitar una
coordinación entre especialistas para abordar este problema. Necesitamos más médicos de Primaria para que
dediquen más tiempo al paciente y para que se coordinen con otros profesionales de las adicciones”, reclama.
Junto a esto, López considera que se debería hacer una “
atención más integral y más comunitaria”, partiendo también de crear una coordinación entre los
profesores de los colegios y otro tipo de educadores que informen a los facultativos de cualquier sospecha en cuanto al consumo de cannabis en menores.
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