25 oct. 2017 10:00H
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Cuando un profesional sanitario debe comunicar una mala noticia a un niño la recomendación es que lo haga en un sitio agradable y con cierta intimidad, no en un pasillo, mejor sentados y escuchando sus dudas y temores, ha explicado la pediatra Ana Cuevas, en una mesa redonda sobre el duelo y el niño, celebrada durante el el XXXI Congreso de la Sociedad Española de Pediatría Hospitalaria y Atención Primaria (Sepeap). Dar información clara y entendible pero con un lenguaje delicado y afectuoso, repitiendo lo importante, son también pautas recomendadas.
Los niños tienen un concepto diferente de la muerte según la edad y, por lo tanto, hay recomendaciones concretas para el acompañamiento en cada etapa. De cero a dos años, intentar que mantengan sus rutinas dentro de lo posible para que se sientan seguros; de tres a seis años, pueden sentirse abandonados por el fallecido o castigados por alguna mala conducta que hayan tenido o algún mal pensamiento. Por eso, es fundamental liberarlos de la culpabilidad, que expresen lo que sienten y piensan y responder a sus preguntas, evitando los eufemismos y “llamando a las cosas por su nombre: muerte y enfermedad”, ha apuntado Cuevas.
Respecto a si deben participar o no en ceremonias de duelo, no hay reglas, pero la pediatra recomienda preguntarles: “Aunque un niño nos parezca muy pequeño para ir a un funeral, si desea ir, podemos dejarle ir y también al contrario, puede parecernos muy mayor para no ir, pero si no quiere, debemos respetarlo”.
Entre los siete y los 12 años, los niños comprenden la muerte y sus consecuencias, pero no están preparados emocionalmente para afrontarla. Es momento de ser más precisos y concretos en las explicaciones y también de escucharles en profundidad. Los dibujos, cuentos y películas pueden ser útiles. También los paseos para que expresen lo que llevan dentro.
A partir de los 12 años, es bueno darles el protagonismo que deseen en las ceremonias y es una edad en la que los amigos adquieren mucha importancia. “El dolor no se resuelve pasando rápido por la experiencia, como a menudo se piensa, sino que sucede todo lo contrario, la agrava”, ha concluido la pediatra Manuela Contreras.
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