Belén Caminero, coordinadora del Grupo de Estudio de Esclerosis Múltiple de la SEN.
Una investigación publicada recientemente en la revista científica
Jama ha puesto el punto de mira en los efectos que genera la
vitamina D en la
esclerosis múltiple temprana. Según los resultados de un ensayo clínico, las
dosis altas de estas sustancia eran capaces de modular la
inflamación de la enfermedad. Ante este nuevo escenario, desde la Sociedad Española de Neurología (
SEN) aseguran que estos resultados “representan un avance importante en el conocimiento del papel de esta vitamina en la enfermedad y pueden considerarse
positivos y clínicamente relevantes, aunque con ciertas limitaciones, como por ejemplo el hecho de que no se demostró una
reducción significativa en la tasa de recaídas clínicas”.
En este sentido, la sociedad afirma que hay dudas sobre su impacto en la progresión clínica de la enfermedad, aunque si se logran nuevos avances se tendría que valorar la posibilidad de ver este tratamiento como
una estrategia complementaria.
Ana Belén Caminero, coordinadora del
Grupo de Estudio de Esclerosis Múltiple y
Enfermedades Neuroinmunológicas Relacionadas de la SEN, mantiene una “
postura cautelosa sobre el uso de vitamina D en
esclerosis múltiple debido a la falta de evidencia sólida. Sin embargo, los resultados del D-Lay MS trial pueden influir en una revisión de esta postura”.
Menor progresión de la enfermedad
Este estudio puede tener impacto en la práctica clínica de los neurólogos, afirma, puesto que “sugiere que la administración de dosis altas de vitamina D podría retrasar la actividad de la enfermedad, evidenciado por una
menor frecuencia de nuevas lesiones y una mayor mediana de tiempo hasta la progresión de la enfermedad. A pesar de que no se observó una
diferencia estadísticamente significativa en la tasa de recaídas clínicas, la reducción de la actividad es un hallazgo relevante en la esclerosis múltiple temprana”.
Ante esta visión, Caminero está convencida de que, si estos
hallazgos se replican en estudios adicionales, la SEN “podría considerar la suplementación con vitamina D en pacientes con síndrome clínicamente aislado como una estrategia complementaria. No obstante, se requeriría una evaluación individualizada, especialmente en
pacientes con deficiencia severa de vitamina D”.
"Se debe continuar priorizando los tratamientos modificadores de la enfermedad con eficacia comprobada"
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Aunque los datos son prometedores, para la neuróloga “aún
no se justifica el uso generalizado de la vitamina D como tratamiento estándar sin estudios adicionales. Se debe continuar priorizando los tratamientos modificadores de la enfermedad con eficacia comprobada”.
A pesar de la evidencia de esta relación, la suplementación con vitamina D no ha demostrado, según la facultativa, “eficacia en
parámetros clínicos o radiológicos y los resultados han sido contradictorios”. Así, en pacientes con síndrome clínico aislado ensayos que evaluaron diferentes dosis de vitamina D “
no encontraron beneficios significativos en la reducción de recaídas ni en la progresión de la discapacidad. En cambio, estudios piloto más pequeños sí indicaban que
dosis elevadas de vitamina D podrían reducir la actividad de la enfermedad medida por
resonancia magnética y disminuir la
frecuencia de recaídas en algunos pacientes”.
Las limitaciones de la investigación en esclerosis
Por lo que respecta a las limitaciones de la investigación, la especialista recuerda que “no se demostró una
reducción significativa en la tasa de recaídas clínicas, lo cual plantea dudas sobre su impacto en la progresión clínica de la enfermedad. El estudio no evaluó si la vitamina D puede mejorar la discapacidad a largo plazo. Además, no se comparó con
otros tratamientos modificadores de la enfermedad, por lo que no se puede concluir si su efecto es equivalente o superior”.
Por ello, considera que "se necesita
más investigación para definir si la vitamina D debe incluirse en las
guías de tratamiento de la esclerosis múltiple. Además, es fundamental realizar estudios que comparen la vitamina D con fármacos modificadores de la enfermedad, tanto como monoterapia como en combinación". En su opinión, la investigación futura "debe centrarse en la optimización de la dosis, el impacto en la progresión de la enfermedad y su uso en diferentes fenotipos de la esclerosis múltiple, así como en establecer biomarcadores que permitan predecir la respuesta terapéutica".
Cómo afecta la vitamina D a la esclerosis
Lo cierto es que la prevalencia de la
esclerosis múltiple “tiene un
gradiente de latitud norte-sur, aumentando a medida que nos alejamos del Ecuador en el hemisferio norte. Varias razones se han propuesto para explicar este gradiente, como la exposición a la radiación
ultravioleta B (UVB) y la
vitamina D. Estudios epidemiológicos han demostrado que vivir en áreas con mayor exposición a la radiación UVB durante la infancia se relaciona con
un riesgo disminuido de desarrollar la enfermedad. Este riesgo, además, es independiente de los niveles de vitamina D”.
Además, la neuróloga recuerda que varios estudios también han demostrado que los
niveles bajos de vitamina D se asocian con “un
riesgo incrementado de desarrollar una esclerosis y de mayor riesgo de recaídas tras el diagnóstico. Los mecanismos que explican esta asociación son multifactoriales, con probable influencia de factores genéticos y de otros factores ambientales”.
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