Sonia Santos Lasaosa, coordinadora del Grupo de Estudio de Cefaleas de la SEN.
El 21 de marzo se conmemora el
Día Internacional de la Cefalea en Racimos, el s
egundo tipo de cefalea primaria más frecuente tras la migraña. La Sociedad Española de Neurología (
SEN) estima que en España podrían existir unos
47.000 afectados por esta enfermedad que se ha llegado a denominar la
cefalea ‘suicida’ por el dolor tan intenso que experimentan quienes la padecen.
“La
cefalea en racimos se diferencia de otros tipos de dolor de cabeza por las
características de sus crisis. Los afectados presentan
dolor de gran intensidad, de
inicio rápido,
unilateral y generalmente
alrededor del ojo o la
sien. Por otra parte, las crisis suelen acompañarse de
síntomas en la región ocular, generalmente lagrimeo, caída del parpado, enrojecimiento… y/o nasal, principalmente congestión o secreción”, explica
Sonia Santos Lasaosa, coordinadora del Grupo de Estudio de Cefaleas de la SEN. “Otra de las características de este tipo de cefalea es que el
dolor puede aparecer
varias veces al día y
casi siempre a la
misma hora”.
La cefalea en racimos es una
enfermedad muy dinámica, en la que los pacientes alternan
periodos sintomáticos y
asintomáticos. Es decir, se pasa de no tener dolor de cabeza a tener e
pisodios diarios o casi diarios durante semanas o meses. Cuando los ataques de dolor de cabeza aparecen de
forma ininterrumpida durante
más de un año sin remisión o con remisiones menores a un mes, estamos hablando de una enfermedad crónica. La SEN estima que un
20 por ciento de los afectados padecen
cefalea en racimos en su
forma crónica y que aproximadamente un
10 por ciento de las formas crónicas son
refractarias a los fármacos.
Más frecuente en varones
Por otra parte, aunque se ha descrito el
debut de la enfermedad en la
infancia, en la
adolescencia o en la
tercera edad, la cefalea en racimos suele
iniciarse en pacientes que rondan los
30 años de edad. Además, es
más frecuente en varones: se diagnostica cefalea en racimos a 2 ó 3 hombres por cada mujer, y las diferencias son mayores cuando se trata de formas crónicas, ya que afectan con aún mayor preponderancia al género masculino.
Un 57% de los pacientes recibe diagnósticos equivocados
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“Pero a pesar de que los síntomas de esta enfermedad permiten diferenciarla de otros tipos de dolor de cabeza, algo que caracteriza a la cefalea en racimos es que existe un
importante retraso en el diagnóstico de estos pacientes”, destaca Sonia Santos. Según datos del último estudio publicado en España al respecto, el
tiempo medio que transcurre desde el
inicio de los primeros síntomas hasta el
diagnóstico de cefalea en racimos es de
4,9 años.
Además,
solo un 15 por ciento de los pacientes son
diagnosticados en su primera visita al médico y un
57 por ciento recibe
diagnósticos equivocados. “Aunque en muchas ocasiones el retraso en el diagnóstico se debe a que los
pacientes no consultan, sobre todo debido al carácter episódico de esta enfermedad y al hecho de que las primeras crisis sean de corta duración. Pero según este mismo estudio, l
a media de médicos visitados antes del diagnóstico es de casi
cinco por paciente. Está claro, por lo tanto, que se deben hacer esfuerzos para que tanto los pacientes como los profesionales sanitarios conozcan esta enfermedad y sepan reconocerla”.
Diagnóstico tardío
Un diagnóstico tardío e incorrecto lleva
implícito, además, el
retraso en el acceso al tratamiento adecuado. Aunque existen diferentes
tratamientos farmacológicos sintomáticos y
preventivos de eficacia demostrada, se estima que un
50 por ciento de los pacientes con cefalea en racimos
no recibe el tratamiento preventivo adecuado y que más de un
30 por ciento no han tenido acceso al oxígeno como tratamiento de sus crisis.
“Es habitual que el paciente necesite más de un tratamiento para
controlar los síntomas. Generalmente, además de que trate de
evitar ciertos factores desencadenantes, como el alcohol o la siesta, necesitará un
tratamiento sintomático -habitualmente oxígeno, dada su eficacia, bajo coste y escasos efectos adversos- y ciertos tratamientos de
transición y preventivos. Para los casos refractarios, también existen medidas no farmacológicas disponibles, que deberán ser evaluadas de forma individual”, concluye Sonia Santos.
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