Santiago Moreno afirma que los inhibidores de la integrasa serán los medicamentos con los que se tratará a todos los pacientes “en un futuro no muy lejano”



2 abr. 2014 13:44H
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Marcos Domínguez / Imagen: Pablo Eguizábal. Madrid
El sida, como estadio terminal del VIH, "ha acabado", según Santiago Moreno, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Gregorio Marañón (Madrid). Así, los pacientes infectados tienen expectativas similares a los no infectados. Sin embargo, gracias a este hecho cada vez son más importantes las comorbilidades asociadas, debido a la edad de los enfermos y a que el VIH produce el envejecimiento precoz del sistema inmunológico: “Las enfermedades que suelen aparecer a partir de los 60 años lo hacen a los 50”.

Juan Berenguer, médico adjunto de la Unidad de Enfermedades Infecciosas/VIH del Gregorio Marañón (izquierda); Bonoventura Clotet, jefe de la Unidad de VIH del Germans Tries i Pujol (centro), y Santiago Moreno, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Ramón y Cajal.


Por eso es interesante la aportación de los inhibidores de la integrasa, que tienen la misma eficacia que los más veteranos inhibidores de la proteasa pero con un perfil de seguridad mayor. Es lo que ha puesto de relieve el estudio ACTG 5257, que ha valorado el tratamiento con raltegravir (Isentress, MSD) frente a atazanavir o darunavir. La conclusión, explica Bonaventura Clotet, jefe de la Unidad de VIH del Hospital Germans Trias i Pujol (Barcelona), es que raltegravir “se muestra superior en la combinación de tolerabilidad y eficacia”.

Berenguer afirma que el 95 por ciento de los pacientes que siguen el tratamiento no tienen carga viral detectable.

“La mayoría de las personas a las que se les diagnostica el VIH se sienten bien, y es importante que siga siendo así con el tratamiento”, señala Clotet, refiriéndose a la toxicidad de anteriores tratamientos que hacía bajar la adherencia a los mismos. También hace hincapié, durante la presentación de los resultados de este estudio, en que se trata de un fármaco que lleva usándose desde hace seis años, lo que da garantías en su uso.

El estudio ACTG 5257 también es importante porque es el que ha incluido más pacientes, ha realizado un seguimiento largo (de dos años) y su objetivo primario se refería a la combinación de seguridad y eficacia.

Beneficios en interacciones con otros fármacos

Raltegravir no solo muestra beneficios en toxicidad, sino que esa tolerabilidad resulta crucial cuando se producen interacciones con otros medicamentos. Las comorbilidades más frecuentes en los pacientes con VIH son el cáncer, hepatopatías crónicas, problemas del corazón, trastornos cognitivos y del riñón. Y ahí es cuando los inhibidores de la integrasa muestran todo su potencial, ya que no muestran reacciones adversas graves combinados con otros fármacos. Además, señala Santiago Moreno, su precio es comparable al de los actuales inhibidores de la proteasa, por lo que la elección entre un medicamento u otro solo tiene en cuenta criterios clínicos. Así, concluye que estos fármacos “serán los medicamentos con los que trataremos a todos los enfermos de VIH en un futuro no muy lejano”.

El paradigma en el tratamiento del VIH ha cambiado. Juan Berenguer, médico adjunto a la Unidad de Enfermedades Infecciosas/VIH del Gregorio Marañón (Madrid), señala que, además de los “fármacos más seguros y eficaces”, se conoce el funcionamiento del virus y se sabe que “con carga vital indetectable no se transmite”. Por eso, el hecho de que “aproximadamente el 95 por ciento de los pacientes que siguen el tratamiento tienen una carga viral no detectable” ha conseguido no solo un claro beneficio en el paciente, sino también “a la colectividad”.
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