Martín Sellés. |
Eduardo Ortega Socorro. Madrid
Janssen y el Centro de Investigación Príncipe Felipe han organizado la Jornada Open Innovation en Investigación Biomédica. Este concepto, el de open innovation, Martín Sellés, director general de Janssen, en entrevista concedida a Redacción Médica, lo considera fundamental en unos tiempos en los que la "productividad de la I+D ha caído dramáticamente". Es más: el directivo afirma que “los que estamos en lo privado y en lo público nos tenemos que sentar a dialogar más” por esta razón.
¿Qué significa la open innovation para Janssen, es más una realidad que una alternativa?
Es una realidad en tanto y en cuanto no solo en España sino también en muchos otros países estamos colaborando con la Academia, las universidades o los centros de investigación públicos. Y la colaboración que estamos teniendo con el centro Príncipe Felipe de Valencia desde hace ya cuatro o cinco años es un buen ejemplo de ello.
Todos somos conscientes de lo importante que es lo que hagamos hoy en el ámbito de la I+D, dado que condicionará los medicamentos que tengamos en unos años. Y si no invertimos hoy suficientemente, tanto en el ámbito de lo público como en el de lo privado, no avanzaremos ni tendremos los medicamentos que tendríamos si invertimos adecuadamente. Lo que nos jugamos es mucho.
¿Qué características definen la open innovation?
Por desgracia, la productividad de la I+D, tanto pública como privada ha caído dramáticamente. Los costes de la I+D se han disparado... Por muchos motivos. Entre ellos, porque las autoridades reguladoras han aumentado sus exigencias y que el número de medicamentos en desarrollo ha disminuido importantemente en los últimos años. La consecuencia es que menos medicamentos llegan a los clínicos, y los que llegan lo hacen a unos precios muy altos para compensar los costes de muchos que se quedan por el camino.
Pero quizá la consecuencia positiva de esta falta de productividad es que lo público y lo privado se están uniendo más que nunca buscando colaboraciones y alianzas que sean beneficiosas para ambas partes, y también para los ciudadanos y los pacientes. Es fundamental que nos sentemos más a dialogar los que estamos en lo privado y en lo público para entender mejor nuestras necesidades y para ver cómo las podemos satisfacer buscando vías de colaboración más eficientes de cara al futuro.
¿Cuáles son las barreras que se suelen encontrar a la hora de abordar este tipo de acuerdos y de colaboraciones?
Yo puedo hablar del ámbito que me queda más cercano, el de la investigación clínica. En él, al final, hay tres criterios que son muy importantes: El ámbito de la calidad de la investigación clínica, el de los costes y el de los tiempos.
En el de la calidad, creo que en España hemos progresado adecuadamente y podemos decir que tenemos una investigación clínica con un alto nivel. Cuando tenemos auditorías internas y externas, en calidad, vemos que estamos bien.
En tema de costes, ya vemos que hay países donde es más barato hacer la investigación clínica, pero seguimos teniendo costes competitivos. Donde está claro que tenemos margen de mejora es en tiempos, a la hora de firmar los acuerdos, los contratos, con los distintos , con las distintas comunidades autónomas... Además tenemos que enfrentarnos a distintos contratos, también dependiendo del centro o del hospital.
Parece que se encuentran con un problema parecido al que hay en negociación de precios de medicamentos, pero a la hora de pactar acuerdos de investigación.
Efectivamente. No hay un contrato único a nivel nacional que facilitaría mucho el que cualquier compañía farmacéutica pudiera llevar a cabo estos acuerdos. Y que todas las comunidades y todos los hospitales tuviesen el mismo. Estamos muy lejos de eso.
Por ello, la firma de los contratos nos lleva mucho tiempo. Y en los estudios competitivos, que son la mayoría, en los que hay que reclutar un número de pacientes a escala mundial, cuando se alcanza el número deseado, se cierra el estudio. Nosotros muchas veces, cuando vamos a incluir al primer paciente español, ya casi se está cerrando.
Al final es mucho trabajo, mucha dedicación, por parte de unos y de otros, pero que no es eficiente. Obviamente, esto es una situación extrema, pero que pasa y se da. Con todo, el tema de los tiempos es absolutamente clave, las diferencias son muy importantes. Que el reclutamiento dure unos meses más o menos puede depender cuándo se comercialice el medicamento. Y es importante para los pacientes que esto sea un año antes, no uno después. A nivel económico, esto también es importante para las compañías, claro.
¿La falta de eficiencia de la investigación ha impulsado la open innovation? ¿Tiene esto que ver con un nuevo paradigma de la investigación de la industria farmacéutica, más externalizada y cada vez menos 'in house'?
Sí, pero aún así hay todavía mucho camino que recorrer. Una compañía como la nuestra invierte unos 7.000 millones de dólares anuales en I+D, y una parte relativamente pequeña correspondería al open innovation. Pero yo estoy convencido de que en los próximos años esto va a evolucionar y los porcentajes que vamos a dedicar a investigar en este ámbito y fuera de nuestros centros de investigación básica será cada vez mayor. Los países que lo sepan hacer mejor y se coordinen más adecuadamente podrán llevarse una parte importante de estas inversiones.
Lo que es importante también aquí es que si tenemos investigación básica e investigación clínica es para tener nuevos medicamentos que curen enfermedades no cubiertas. Pero lo importante es que, cuando tengamos esos fármacos, los pacientes tengan acceso a ellos. Sería deseable que la mayoría de los pacientes tuvieran acceso a esos tratamientos innovadores. Si llegamos a productos que son innovadores, por diferentes motivos, que suelen se económicos, los pacientes no se pueden beneficiar de ellos, el proceso no acaba bien. El reto es hacer compatible el acceso a la innovación con la sostenibilidad del sistema.
Desde Janssen intentamos hacer compatible esto, por ejemplo, desarrollando fármacos que curan las enfermedades. Si curas una enfermedad, esta no se cronifica, y si la enfermedad no se cronifica, tampoco lo hace el gasto. Un buen ejemplo de esto son nuestros tratamientos de hepatitis C. Si curas la hepatitis C evitas la cirrosis, el cáncer hepático… Imagínate que pudiéramos curar la diabetes, el Sida… Los ahorros para el paciente, la sociedad, el sistema…
También hay que trabajar en la prevención, aunque esto esté muy lejos de la I+D. Al final lo importantes es tener menos pacientes que curar y menos pacientes que tratar. Y eso se consigue con campañas de prevención. Ahí estamos trabajando y colaborando con distintas consejerías y sociedades científicas.
Desde este punto de vista, ¿confían en acuerdos de riesgo compartido a escala nacional?
Primero tendríamos que estar de acuerdo en que todos entendemos lo mismo por riesgo compartido, porque, tal y como se plantea algunas veces, el riesgo no se comparte. Solo lo corre la compañía farmacéutica.
Cuando los laboratorios negociamos con la Administración ya estamos teniendo en cuenta cuál es el porcentaje de respuesta del fármaco. Y si este tiene un porcentaje de respuesta del 55 por ciento, pedimos un precio. Y si tiene uno del 70 por ciento, pedimos otro. Y si tuviera uno del 95 por ciento, pedimos otro. De alguna manera, con los datos que conocemos de los ensayos clínicos, que es con lo que se aprueba el producto, nosotros ya sabemos cómo van a responder los pacientes, y estamos pidiendo un precio según el porcentaje de pacientes que van a responder.
Por tanto, parece que esto del riesgo compartido es un riesgo que comparte, básicamente, la compañía farmacéutica, pero nadie más.