Hiedra García Sampedro. Madrid
Se necesitan más recursos para intervenir la esquizofrenia en sus fases tempranas, según señalan los psiquiatras. Durante la infancia existen signos que pueden alertar del inicio de la enfermedad por lo que es imprescindible realizar un seguimiento del paciente y un abordaje temprano para mejorar su pronóstico a largo plazo y su calidad de vida.
Ana Cabrera, Paz García-Portilla, Susana Gómez-Lus
y Fernando Cañas.
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En esquizofrenia existen dos retos, según ha contado, en una jornada organizada por la Alianza Otsuka-Lundbeck, Paz García-Portilla, profesora titular del área de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo e investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam). Como señala esta psiquiatra, uno de esos retos es el diagnóstico precoz y otro es “lograr una adherencia a los tratamientos”.
“Los brotes psicóticos son neurotóxicos, cada vez que se dan supone una pérdida progresiva de la capacidad funcional” y dejar el tratamiento, aunque solo sean 10 diez días, duplica las posibilidades de experimentar un episodio, explica García-Portilla, quien señala que los primeros años de la enfermedad son “nucleares”, es cuando se puede prevenir, antes de que comiencen los brotes. La psiquiatra insiste en que hay herramientas para mejorar el pronóstico si se dedican los recursos necesarios en los primeros cinco o siete años del paciente.
El jefe de Psiquiatría del Hospital Dr. R. Lafora, Fernando Cañas, ha puntualizado que con cada recaída o brote, los tratamientos farmacológicos van perdiendo eficacia y se necesitan mayores dosis o la utilización de combinados. Esto supone una pérdida de la calidad de vida del paciente y una mayor carga económica para el sistema. “El gasto se incrementa, van a necesitar más recursos”, asegura Cañas. Por esta razón, es vital lograr una adherencia al tratamiento a través de una adecuada información al paciente, sus familias y la sociedad en general para eliminar el estigma asociado a la enfermedad y normalizarla.
Según Ana Cabrera, presidenta de la Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas con Esquizofrenia (Amafe), la familia es un colectivo estratégico que funciona como “protección” ante las posibles “conductas de riesgo” del paciente. La familia “contribuye a la adherencia al tratamiento para evitar las recaídas”. Por esta razón, Cabrera ha pedido mayor formación a las familias.
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