Pablo Demelo, Javier Maupoey, Beatriz Palacios y Agustín Blanco.
Comienza la cuenta atrás para los aspirantes que han conseguido una plaza
MIR como especialista en el Sistema Nacional de Salud (SNS). Y es que, según la última resolución publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE) por el Ministerio de Sanidad,
los futuros especialistas
tomarán posesión de su plaza en el centro sanitario los días 16, 19 y 20 de julio. Será, de hecho, el 20 de julio la fecha considerada como inicio del período formativo. Uno de los momentos más importantes en la carrera de los titulados de Medicina que aún recuerda nítidamente
Pablo Demelo, especialista de Medicina Interna en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid y tutor de residentes.
“Lo que recuerdo de mi primer día como residente son los nervios y la emoción. Creo que cualquiera que empieza la residencia tiene esa
emoción indescriptible de enfrentarse al mayor reto de la vida de un médico, que es
el principio de la residencia y de la vida activa como profesional”, explica a
Redacción Médica el especialista. Demelo recuerda con cariño los primeros momentos en el hospital, donde tuvo una buena acogida. “Aunque se pasa mal, es una época muy bonita que hay que disfrutar. Es un periodo clave que siempre se recuerda con mucho cariño.
En la vida del médico, se viven momentos buenos y malos, pero, al final, todo se recuerda con cariño, sobre todo si te acogen bien, como fue mi caso”, recuerda.
"El sistema MIR funciona de maravilla"
Basándose en su propia experiencia, Demelo reconoce que el principal miedo que siente un residente al emprender esta nueva etapa es el de enfrentarse a situaciones que no sabe cómo afrontar. “En ese sentido, mi mensaje sería que estén tranquilos porque
los residentes están respaldados por un equipo. Es raro que se dé una situación en la que el residente no sepa qué hacer y no tenga nadie en quien apoyarse”, subraya el especialista, tratando de enviar un mensaje de calma a los futuros residentes.
Demelo: "En la vida del médico se viven momentos buenos y malos, pero, al final, todo se recuerda con cariño"
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A este respecto, el médico matiza que
“el sistema MIR funciona de maravilla”. Los residentes siempre están respaldados y van adquiriendo competencias de forma gradual. “De un R1 se espera que vaya adaptándose al entorno y al trabajo como médico.
Se le va exigiendo más responsabilidad gradual, por lo que un R4 prácticamente vuela solo”, explica, insistiendo que esa adquisición progresiva de competencias permite que los residentes se adapten a la vida en el hospital.
Por último, como tutor de residentes, aconseja a la nueva promoción
apoyarse mucho en los compañeros, adjuntos y residentes mayores, porque son los que han pasado por la misma situación tiempo atrás. “No hay que vivir el principio de la residencia con ansiedad.
No hay que tener miedo a las situaciones que sobrepasan a uno porque eso no suele ocurrir. Se trabajo mucho, se sufre, pero uno se da cuenta de que sí puede. Están más preparados de lo que ellos mismos se piensan”, concluye.
Para
Javier Maupoey, cirujano en la Unidad de Cirugía Hepatobiliopancreática y Trasplante del Hospital Universitari i Politècnic La Fe y tutor MIR, el primer día como residente fue “muy especial, en el que se vive una mezcla de emociones”. Por un lado, apunta a este periódico,
te invade la ilusión y el nerviosismo de empezar una nueva etapa para la que llevas años preparándote tras un duro esfuerzo, así como por conocer a tus nuevos compañeros con los que vas a compartir muchos ratos. Pero a la vez, continúa, la inseguridad de llegar a un lugar que no conoces genera
cierta ansiedad al cruzar la puerta del hospital.
Maupoey: "Esa preocupación por hacer las cosas bien con tus pacientes te va a acompañar siempre. Es uno de los mejores estímulos para convertirte en un buen profesional"
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Para el especialista lo más complicado, en los primeros días, fue conseguir sentirse un miembro "útil" para el equipo. Es decir, aprender lo básico sobre el funcionamiento del hospital, desde el programa informático o el funcionamiento del centro, hasta la patología básica que debía tratar.
“¡Aunque eso se soluciona a marchas forzadas con un par de guardias!”, asegura.
Al igual que Demelo, el principal miedo que pasó por la cabeza del cirujano fue el de cometer errores, especialmente si podían tener alguna consecuencia perjudicial para sus pacientes. Sin embargo, subraya que
los residentes siempre van a estar tutelados por un equipo de especialistas al que no deben dudar en consultar porque, continúa, “nadie nace aprendido”.
"Hay tiempo para todo"
“Solo hacen falta unos días en el hospital para darte cuenta de que por muchos libros que hayas estudiado y memorizado y, aunque tengas excelentes calificaciones, cuando tienes a un paciente delante no sabes ni por dónde empezar, así que
esta primera toma de contacto es la mejor cura de humildad para percatarse de lo mucho que te queda por aprender. Y en el fondo, creo que esta sensación, este miedo a cometer errores, o mejor planteado, esta preocupación por hacer las cosas bien con tus pacientes, te va a acompañar siempre y, aunque lo vivas de manera distinta conforme ganes experiencia, es una de los mejores estímulos para convertirte en un buen profesional”, reflexiona Maupoey.
La residencia fue una de las etapas más bonitas en la vida del médico, “llena de nuevas experiencias y amistades” que todavía conserva, pero recomienda a los nuevos residentes que, además de que intenten convertir su profesión en su pasión,
no olviden dedicar tiempo para mí mismos, familia y amigos, así como de hacer otras actividades fuera del ámbito profesional.
“¡¡Que nada os impida disfrutar la vida al 100%, hay tiempo para todo!!”, aconseja Maupoey.
Una mezcla de nervios e ilusión es también lo que sintió
Beatriz Palacios, adjunta del servicio de Urgencias del Hospital Universitario La Paz. Echando la vista atrás, la facultativa recuerda que los primeros días fueron de sesiones y charlas por parte de los docentes, quienes, además de impartir conocimientos básicos, les dieron la oportunidad de conocer al personal del centro.
Palacios: "Una vez que empiezas a hacer las rotaciones y 'mochilas', los miedos desaparecen"
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Al igual que el resto, el mayor miedo de Palacios fue el de no cumplir con las expectativas y el no saber si estaba haciendo bien las cosas. “Sabes que estás formando parte del proceso de atención de los pacientes y quieres hacerlo lo mejor posible. Pero, una vez que empiezas a hacer las rotaciones y “mochilas”, que son las guardias de pocas horas en las que estás acompañado por principalmente otros residentes,
tomas contacto con lo que es tu día a día y estos miedos van desapareciendo”, asegura.
La sanitaria recuerda la residencia como una de las mejores etapas de su vida, por lo que recomienda a los nuevos residentes que la afronten con tranquilidad. “Es una etapa intensa, pero igualmente gratificante, porque al fin
van a ver cómo se materializa lo que hasta ahora había sido una meta”, reflexiona.
"Intenté 'empaparme' de todo lo que veía y escuchaba"
Emoción. Esa es la palabra que mejor define el primer día de
Agustín Blanco, médico adjunto del servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario 12 de Octubre. “Recuerdo que miraba todo con una intensa curiosidad,
intentando “empaparme” de todo lo que veía y escuchaba. A veces me sentía algo abrumado, pero con unas ganas tremendas de conocer gente y aprender”, recuerda el médico, quien reconoce que
lo más complicado fue aprender a trabajar en equipo y asumir su rol.
Blanco recomienda a la nueva promoción que sean ‘esponjas’, para absorber el máximo de conocimientos posible, y que encaren la residencia como lo que es,
“una de las etapas más apasionantes de sus vidas”. “El esfuerzo, aunque en muchas ocasiones es titánico, siempre tendrá su recompensa.
Les diría que no desesperen y que mantengan la ilusión del primer día”, concluye el facultativo.
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