Marcos Domínguez / Imagen: Miguel Ángel Escobar. Madrid
Morir de éxito. Es lo que le puede estar pasando a distintas áreas oncológicas donde últimamente están apareciendo novedades terapéuticas de peso que, debido a la pinza generada por un lado por la crisis y por el otro por los altos precios de salida, tienen dificultades para llegar al paciente.
Melanoma, osteosarcoma y mama son, según Jaime Feliu, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Paz de Madrid y director de la 1ª Jornada de Debates Farmaco-económicos en Oncología, las tres áreas representativas del problema: hay novedades muy eficaces pero que “sobrepasan el coste medio de los fármacos oncológicos”. Eso sí, cada una con sus especiales características.
Enrique Espinosa, oncólogo del Servicio de Oncología Médica de La Paz. |
En el caso del melanoma, la irrupción de los inhibidores de la tirosina-quinasa como vemurafenib (que acaba de recibir aprobación de precio y financiación) y dabrafenib (pendiente de aprobación) ha mejorado notablemente tanto la supervivencia libre de progresión de la enfermedad como la global. Algo parecido pasa con los tratamientos inmunológicos como ipilimumab (para el que se está negociando precio en primera línea de tratamiento) y nivolumab (actualmente en fases clínicas de desarrollo). El problema: ¿son coste-efectivos?
Para Enrique Espinosa, jefe de Sección del Servicio de Oncología de La Paz, es algo peliaguado ya que no hay datos suficientes para establecerlo pero “para el paciente suponen una ventaja impresionante”. Sin embargo, reconoce que los precios de salida son muy altos y solo empiezan a ser coste-efectivos tras una renegociación del precio. “Todos somos culpables de que cuesten tantísimo dinero desarrollar y aprobar un fármaco: las autoridades sanitarias, la industria farmacéutica, las CRO…”
El caso del osteosarcoma es diferente: se trata de una enfermedad rara, de la que son diagnosticados en nuestro país entre 60 y 90 pacientes cada año. Para esta patología no había habido desde los años 80 ninguna novedad, hasta la aparición de mifamurtida, que obtuvo el visto bueno de la EMA en 2008. Pero, en una situación de crisis económica y austeridad presupuestaria, ¿es coste-eficaz un tratamiento para una enfermedad rara? Javier Martínez Trufero, oncólogo del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, señala que “en España hay comunidades que usan el fármaco y otras que no”. En general, los argumentos para el no siempre han sido de tipo científico: aunque aumenta la supervivencia global, no frena la progresión del tumor. Se da el caso de que hay algunas autonomías que lo administran tras un complejo camino burocrático, “gastando dinero y perdiendo eficacia, ya que cuanto antes se use tras la cirugía, mejor”.
La polémica de los 30.000 euros
El caso del cáncer de mama es el contrario: “Están saliendo fármacos nuevos que a lo mejor no son tan caros como los anteriores”, explica Jaime Feliú, “pero al ser una patología tan frecuente suponen un fuerte impacto económico en los hospitales y en las comunidades autónomas”. Por su parte, Agustí Barnadas, jefe del Servicio de Oncología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, ha puesto en tela de juicio el famoso número del coste-efectividad en España, los 30.000 euros por año ganado ajustado por calidad de vida, señalando que es una cifra “desfasada” y que la Organización Mundial de la Salud recomienda que las evaluaciones económicas se sitúen en un rango en torno a los 68.000 euros. También se ha referido a la institución decana de la evaluación económica de medicamentos, el NICE británico, un organismo “controvertido” que “nunca evalúa el impacto en salud”. Así, innovaciones terapéuticas como pertuzumab o bevacizumab no obtuvieron una primera valoración positiva de su parte. El especialista sugiere políticas de escalado de precio, que este vaya aumentando según se demuestre su eficacia, para garantizar el acceso a las innovaciones.
En una jornada de debates fármaco-económicos, una cosa ha estado clara: que el gasto farmacéutico de los hospitales (que ha ido creciendo a medida que han aparecido nuevos tratamientos que han cronificado enfermedades) no puede ser el chivo expiatorio de las autoridades sanitarias cada vez que se quiere abordar la problemática del ahorro.