Sanidad cree que para mediados de 2016 finalizará su implantación



18 oct. 2015 20:05H
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Marcos Domínguez/ Imagen: Cristina Cebrián. Joana Huertas. Madrid
La receta electrónica y su interoperabilidad son unas de las mayores posibilidades que están ofreciendo las nuevas tecnologías en el SNS. Sin embargo, su desigual desarrollo ha motivado que no esté operativa en todos los rincones del país.

Francisco José Sáez Martínez, vicepresidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG): Uno de los grandes problemas es el retraso de la propia receta electrónica. Como en otros aspectos del SNS, el papel preponderante lo tienen las comunidades autónomas; el ministerio no ha ejercido todo el liderazgo que debería, de tal manera que tenemos 15 sistemas de receta electrónica –porque hay comunidades, como Castilla y León, que todavía no han comenzado a desarrollar uno– diferentes. Todo eso, además, sólo para pasar los ‘cheques descuento’, que son las recetas, a formato electrónico. Nos parece que fue un error el planteamiento, pero con todo lo que se ha invertido hay que intentar recuperarlo.

"Al médico le interesa saber que el paciente ha retirado el medicamento".

Podemos calcular que, aproximadamente, hay 9 millones de españoles que no tienen acceso a esta receta: aquellos que están metidos en Muface, las mutuas, la medicina privada, y un 23 por ciento de las recetas en España, que siguen siendo manuales, hechas a mano, ni siquiera con ordenador.

En 2003 se fijaba una serie de plazos para la puesta en marcha de la receta interoperable que hemos superado ampliamente. No solamente es un problema español: el programa Epsos de la Unión Europea sigue con el mismo retraso, si no más. Creemos que la receta electrónica aporta seguridad para el paciente, pero solo tiene sentido cuando es interoperable. Si un paciente se desplaza desde Barcelona hasta Almería, no tiene sentido que tenga que llevar un papel para que haya continuidad.

Mercedes Alfaro Latorre, subdirectora general de Información Sanitaria e Innovación del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad: Estos proyectos son vertebradores del SNS. Todos los que traten de atender la movilidad de los pacientes dentro del sistema son estratégicos y necesarios. Las comunidades autónomas tienen competencias plenas, algunas desde los años 80, y han hecho grandísimos esfuerzos por modernizar su sistema: pasar de las recetas y las historias en papel a electrónicas, incluso una tarjeta sanitaria que cada una hizo de una manera y que desde 2010 se encuentran en una misma base de datos. Son interoperables, pero costó.

Es la ley de cohesión y calidad la que asigna al ministerio la competencia de coordinar los sistemas, cuando ya estaban bastante avanzados estos proyectos. Hay que tener en cuenta que son difíciles y no se puede ir con prisa. No se trata de poner en conexión un ordenador con otro: la informática es importante pero es mucho más crítico el consenso, la normalización, el flujo de modelado de datos, los estándares semánticos... Es algo ingrato, cuesta mucho hacerlo y supone grandes cambios en los sistemas, pero no porque fueran diferentes sino porque todo esto ha avanzado mucho, y de lo que pudo montar una comunidad hace 15 años a lo que hay ahora tiene que evolucionar, y eso no puede ir rápido. Hay detrás muchos meses y años de trabajo.

"Somos el primer país en desarrollo de la receta electrónica".

Falta tiempo para llegar a la situación óptima, pero estamos entre los primeros países de Europa. Si miramos los informes de la OCDE, en receta electrónica estamos los primeros. En las comunidades, el 81 por ciento de las recetas se dispensa de forma electrónica. En atención especializada ha ido más lenta su implantación. En historia clínica, hay 25 millones que la tienen interoperable, que tienen documentos estandarizados y que pueden compartirse entre unas comunidades autónomas y otras, nos queda casi la otra mitad de la población, el 45 por ciento.

Jaime Acosta, miembro de la Comisión de Receta Electrónica de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac): Para nosotros, los farmacéuticos, la receta electrónica supone una oportunidad de mejorar nuestro trabajo, desde el punto de vista administrativo: ha simplificado mucho nuestros procesos internos de facturación, el registro de datos obligatorios –estupefacientes, psicótropos, etc.– lo ha hecho inmediato en muchas comunidades autónomas. Entendemos que se ha logrado una buena trasposición a lo electrónico del documento administrativo.

Sin embargo, no ha pasado de ahí. Hay iniciativas aisladas en algunas comunidades autónomas pero son bastante pocas y no tienen impacto en nuestra práctica. Como decía Francisco, si alguien hubiera tomado el liderazgo en su despliegue, que ha sido desigual y descoordinado, la interoperabilidad sería mucho más fácil y barata. Las comunidades la han desplegado con arreglo a su necesidad, pero no parece que los pacientes de una comunidad tengan necesidades tan distintas de otras en receta electrónica. ¿Es tan distinto un paciente en Aragón que en Murcia?

¿Qué tendría que proporcionar la receta electrónica con respecto a la interoperabilidad? En primer lugar, la continuidad asistencial; no tiene sentido que, en un sistema sanitario como el nuestro, a un paciente de una comunidad autónoma no se le pueda dispensar en otra, especialmente en un país tan turístico como el nuestro. Ahora venimos de una época estival, y esto ha generado muchas consultas innecesarias y muchos problemas a los pacientes. Esto debería estar resuelto cuando nos encontramos con el 81 por ciento de las recetas dispensadas electrónicamente.

Además, debería aportarnos información clínica y farmacológica necesaria para dispensar, indicar, aconsejar, proporcionar información para el autocuidado de los pacientes, que es nula en España. En Reino Unido, por ejemplo, después de un programa piloto que se terminó antes del verano se va a desplegar el acceso a una parte de la historia clínica a los farmacéuticos y técnicos de farmacia del país. Se va a permitir acceder a la farmacoterapia del paciente, a las alergias y reacciones adversas al medicamento, lo que nos parece la información básica para realizar una correcta dispensación. Deberíamos poder ver pruebas bioquímicas y analíticas que se ha realizado al paciente para valorar la efectividad y seguridad de los tratamientos que estamos dispensando, especialmente las indicaciones de los medicamentos: cuando vemos un antiinflamatorio, no vemos para qué se le ha indicado salvo que nos lo diga el paciente. Desde luego, nuestro apoyo al paciente con esta información es mucho mejor que sin ella. Conocer qué problemas de salud tiene el paciente, si es una primera prescripción, la comunicación con el prescriptor, etc. La interoperabilidad también debe recoger los medicamentos dispensados en mutuas, por médicos privados, y también deberíamos poder registrar en los datos del paciente los medicamentos que dispensamos sin receta, si el paciente lo autoriza y es relevante para los médicos del paciente y otros profesionales, porque les damos información. Es más, productos de parafarmacia que tengan relevancia para el tratamiento del paciente. Esto podría ser interesante para mejorar su salud.

Francisco José Sáez: Lo que apunta Jaime es vital. El proyecto no es solo receta electrónica. Debería ir más allá: es un mecanismo de comunicación. No olvidemos que cuando un médico hace una prescripción está indicando un tratamiento y tiene su continuidad en la farmacia. Al médico le interesa saber que el paciente ha retirado el medicamento. Existen gran cantidad de otros productos –fármacos de autocuidado, parafarmacia– que son muy importantes y que son una fuente de información que se está perdiendo porque no van vinculadas a receta electrónica. Hay muy pocas comunidades que, aprovechando el tirón de la receta electrónica, hayan incorporado mecanismos de comunicación entre médicos y farmacéuticos. Al final, en lo que se está transformando la receta electrónica es en un formulario electrónico de la receta de papel. No deberíamos dejar de pasar la oportunidad de dar una vuelta al sistema. El mayor logro que tenemos ahora es que un paciente de Canarias retira una receta que le prescribieron en Extremadura. Es el mayor logro de interoperabilidad. Sí que es cierto que el ministerio está poniendo mucha voluntad y está consiguiendo logros, pero falta dirección. Las comunidades no van en la misma línea, sino que están trabajando en lo que les interesa. Muchas llevan ese retraso en receta electrónica porque en Extremadura, el primer año de su implantación, creció un 9 por ciento el gasto farmacéutico. Hay diferentes estudios (en Valencia en 2011, en Cataluña en 2012) que señalan que, al poner en marcha el sistema de receta electrónica, sube el gasto de farmacia. Con lo cual, las comunidades van un poquito con retranca.

Hay, además, problemas de confidencialidad de los datos. No olvidemos que los datos del paciente van circulando, y son datos de especial sensibilidad. En las comunidades en las que se ha puesto muy deprisa en marcha la receta electrónica no parece que la confidencialidad lo esté tanto. Casi todas tienen unas series de mecanismos de retroalimentación y muchos de ellos son por vía telefónica, lo que no la garantiza. O deja al farmacéutico en una situación compleja: ¿dispenso o no dispenso? A veces llegamos a un sinsentido, que es que el paciente tiene la receta electrónica, lleva la prescripción impresa y el farmacéutico tiene que tirar de ese impreso haciendo un acto de fe.

"La receta electrónica ha generado compartimentos estancos".

Jaime Acosta: El sistema de recuperación de prescripciones ante la caída del sistema de receta electrónica es heterogéneo pero,  incluso sin eso, en algunas comunidades autónomas se exige, a la hora de dispensar, que el paciente presente un formulario. Hay mucha variedad en la autorización de dispensación, y esto debería de considerarse a la hora de hacer la receta electrónica plenamente interoperable. No solo en cuanto a tecnología sino en cuanto a confidencialidad.

La interoperabilidad es el primer paso.

Mercedes Alfaro
: El 7 de julio se hizo la primera dispensación a una paciente de Extremadura en Canarias, y desde ese día hasta esa fecha ha habido 26 farmacias en las que ha habido dispensaciones: se han hecho cerca de 50 este verano, sin darle excesiva publicidad. Hay que ser prudente con los proyectos cuando empiezan, pero esto es bastante más que un piloto.

Tenemos ahora Asturias, Galicia, La Rioja y, en Extremadura, Muface, en fase de pruebas para entrar en la interoperabilidad. En fase de desarrollo tenemos Andalucía, Baleares, Cantabria, Castilla-La Mancha, Murcia y el Ingesa. Nuestro objetivo es que en junio de 2016 la interoperabilidad de la receta esté prácticamente implantada.
La expectativa es muy grande, la necesidad es real, pero los proyectos llevan su tiempo. La interoperabilidad no solo sirve para dispensar: esto informa a las comunidades de que se ha hecho una dispensación en otra región, se cancela la prescripción y se informa de que se ha dispensado y pagado en la otra comunidad, con lo cual va a haber una información que para el Fondo de Garantía le va a venir muy bien.

Sobre el aumento del gasto, el caso de Extremadura fue muy llamativo. Una de las posibles causas es que, previa a la puesta en marcha de un sistema informático, suba la prescripción, se recete más en previsión, por si esto no funciona. Tenemos una información indirecta, el barómetro sanitario, y medimos la acumulación de medicamentos en el domicilio, envases enteros sin abrir, y va bajando: hemos pasado de casi 50 millones a 27.

Francisco José Sáez: Tenemos que contribuir entre todos a que esta acumulación desaparezca. Cuando acudes al domicilio de un paciente y te encuentras envases sin abrir de todos los colores… Y eso lo saben mejor que nadie que los farmacéuticos, donde están los puntos Sigre y se encuentran muchas cajas sin abrir. Es algo que la receta electrónica puede mejorar.

Jaime Acosta: Hay una labor de concienciación muy grande, y la receta electrónica tiene una ventaja muy notable en cuanto a seguridad del paciente. El sistema no me deja equivocarme en una dispensación. Además, nos permite tener el tratamiento activo del paciente: por ejemplo, hemos podido detectar duplicaciones del tratamiento al buscar el paciente genérico y marca.

Mercedes Alfaro: Tiene un potencial que no ha hecho más que empezar. En cuanto a la tarjeta sanitaria, en el año 2002, cuando se transfirió el Insalud, se empezó a construir la base de datos de tarjetas sanitarias del Sistema Nacional de Salud. La ley de cohesión y calidad ya lo estableció con carácter legal. Costó mucho, porque la base de datos de Insalud, que estaba íntegra y eran 10 comunidades autónomas, no había duplicados y era bastante limpia, pero respecto a las comunidades previamente transferidas no había habido conexión, y por tanto ahí existían duplicados, diferentes maneras de registrar los mismos datos, campos que algunas sí incluían y otras no… Construir la base de datos del SNS volcando las autonómicas fue un trabajo muy arduo. Primero hubo que identificar los duplicados, poner en el mismo orden con el mismo número de datos todos los registros… y llevó varios años de trabajo. Hacía falta voluntad por parte de las comunidades autónomas, ya que unas eran más reticentes que otras a tener una base de datos común, o tenían otras prioridades. Pero a finales de década se consiguió, y eso es lo más importante.

Un momento de la intervención de Mercedes Alfaro.

El formato físico de las tarjetas es importante, porque si sabes en qué posición está el código SNS ayuda mucho, y que la banda magnética tenga la misma estructura, para los farmacéuticos es fantástico en el caso de pacientes que vienen de otra comunidad. El proyecto de interoperabilidad, lo primero que coloca a las farmacias es un software que lee todas las tarjetas, y es que ahora coexisten tarjetas antiguas con las nuevas. ¿Cuándo se acabará de renovar las tarjetas? Tardará, porque este real decreto se hizo en un momento en que la crisis económica estaba en su punto álgido, por lo que la norma contempla que, conforme vayan caducando las tarjetas, se vayan sustituyendo por las nuevas, para no obligar a hacer un gasto extraordinario no previsto. El real decreto daba un plazo máximo de cinco años, y poco a poco se van cambiando.

Francisco José Sáez: No podemos olvidar que el RD 16/2012 fija plazos para hacer la receta electrónica interoperable, y ya lo hemos incumplido. Teóricamente, debería haber estado terminada el 31 de diciembre de 2014. Por lo progresión que lleva, va a ir hasta 2020 fácilmente. Estamos hablando de casi seis años de retraso con lo que marca el real decreto. ¿Por qué, si tiene capacidad para introducir el copago entre los pensionistas, no la tiene para que la receta sea interoperable? Además, a lo que obliga a los profesionales es a trabajar de manera artesanal: cuando viene un paciente de otra comunidad autónoma, tengo que fiarme de lo que me cuenta y lo que me dice. La historia clínica digital sigue teniendo los mismos problemas: es un cajón de sastre. Al final acabas sacando información de lo que te da el paciente, porque te fías de él, pero no debería ser así cuando existe una interconexión y la interoperabilidad tiene que estar ahí.

Jaime Acosta: Venimos de unos años con muchos cambios y muy abruptos en la normativa sobre medicamentos, el control del gasto ha afectado especialmente al fármaco. Se cumplen estrictamente los plazos, porcentajes de bajada, etc. Mi sensación personal sobre la Administración es que es más bondadosa consigo misma que con sus administrados, y esto es un ejemplo paradigmático. Hay un plazo que se ha incumplido ya por dos veces.

Hay problemas con los pacientes que viven en la frontera con otra autonomía. La receta electrónica ha generado compartimentos estancos, y ha afectado a algunos farmacéuticos muy especialmente, no solo en cuanto a facturación y dispensación, sino por explicarle al paciente por qué no les podían dispensar una receta de Comunidad Valenciana en Castilla-La Mancha. Algo que parece fácil de explicar para un técnico, al común de los pacientes le parece irracional.
Las diferencias en la implantación de la receta interoperable, ¿puede generar un SNS a dos velocidades?

Francisco José Sáez: A dos o a quince. Hay tres grandes grupos: uno, Castilla y León, que no ha hecho nada, no tiene receta electrónica en Atención Primaria. Después está el resto de comunidades, incluido el Ingesa, que tiene la receta electrónica, pero no es interoperable. Y luego existe un grupo de siete comunidades en las que no hay receta electrónica en Atención Especializada. Su implantación, imagino, va en función de las prioridades de las propias comunidades autónomas. Cuando hablaba de 2020 era optimista, porque Castilla y León, que no ha hecho nada, tiene que extender a toda su red de consultorios locales esta receta. Como bien decía Mercedes, el problema es que nos ha tocado en tiempo de crisis, porque esto antes de solucionaba gastando sin condición y no había problema, pero ahora no es así.

El hecho de que esté disponible en todos los centros no quiere decir que todas las recetas sean electrónicas. El ejemplo fundamental es Andalucía, casi el 23 por ciento de sus recetas siguen sin ser electrónicas, y no es un problema de implantación, es un problema de cosas que estamos viendo ahora: teníamos a los pacientes más o menos acostumbrados a que vinieran a por recetas cada cierto tiempo, y eso coincidía con las revisiones en Atención Primaria; la receta electrónica abre ese abanico y empezamos a tener un auténtico lío. Hay recetas de crónicos en Andalucía que están metidas en receta electrónica, y recetas puntuales –paracetamol y esas cosas– que se siguen haciendo a mano.

Jaime Acosta: En algunas comunidades autónomas, como Madrid, a la hora de dispensar estas recetas en papel, no es que se ‘electronicen’ pero en tiempo real lo comunicamos a la Administración que este medicamento ha sido dispensado, lo que nos permite además cobrar el copago a los pensionistas con arreglo a su tope. Esto crea otras situaciones que se van resolviendo con la mejor voluntad por parte de todos los actores.

Hay otro espacio en cuanto a la interoperabilidad que es muy necesario. Estamos hablando de Especializada, de Primaria, del ámbito privado, medicamentos sin receta e incluso de parafarmacia, pero queda también el espacio sociosanitario. El farmacéutico juega un papel esencial como sanitario en la comunidad, muy cerca del domicilio del paciente, con los ahorros que eso produce: es mejor que el paciente esté en su domicilio con cuidados propios o de un cuidador, a estar ingresado en el hospital o en una residencia pública. Parece que hay poca iniciativa a este respecto, parece que ha quedado un poco olvidado pero probablemente debería ser igual de prioritario que la Atención Especializada.

Jaime Acosta, durante una de sus intervenciones.

Francisco José Sáez: Nos pasa también con el visado de determinados medicamentos. Hay comunidades donde se ha integrado y hay visado electrónico, pero hay otras que teniendo receta electrónica, el visado sigue siendo manual. No puedes hacer una prescripción electrónica porque lo tiene que visar el inspector. En este tipo de pacientes resulta que ni siquiera la receta electrónica es interoperable dentro del mismo territorio.

Además, lo que comentaba Jaime: vas a un domicilio y haces una receta en papel porque no tienen dispositivo electrónico, y esa información que recoge el farmacéutico se pierde, con lo sencillo que sería que volviera al médico. Esa comunicación entre médico y farmacéutico que se supone que la receta electrónica debería facilitar, no existe.

Mercedes Alfaro: Todos estos proyectos necesitan un cambio cultural, que no estamos teniendo en cuenta. Cuando un médico tiene la posibilidad de prescribir electrónicamente y lo hace en papel, es por su decisión, o porque el paciente necesita la receta en papel porque no se fía, porque no quiere que se sepa en la farmacia del pueblo…
Todos estos cambios tecnológicos van a unas velocidades tremendas. Pero los cambios en organizaciones profesionales tan complejas, con libertad de cátedra, no se asimilan a la velocidad a la que nos gustaría, y eso hay que tenerlo en cuenta en los proyectos. El factor humano hay que tenerlo en cuenta, por ejemplo en la historia clínica: ¿cuántos compañeros nuestros han tenido pánico de borrar toda la información si pulsan la tecla equivocada? No son nativos digitales y hay que tenerlo en cuenta.

Me gustaría decir que el crónico no ha aparecido ayer, y mucho menos en el hall de un hospital. La reforma de la Atención Primaria se hizo en 1975. Y se hizo porque estaba empezando a cambiar el patrón epidemiológico: de enfermedades agudas, autolimitadas y mortales se estaba pasando a un patrón de cronicidad. Y por eso se hizo la reforma. Se puso a disposición de los pacientes, y entrando en su domicilio, a un equipo multidisciplinar, que tenía que ser capaz de resolver lo frecuente, y esto era fundamentalmente lo crónico. Me quedo atónita cuando veo que parece que ha cambiado el patrón hace dos días. Nuestro Sistema Nacional de Salud se organiza sobre la base de ese patrón epidemiológico. En lo sociosanitario, va a más: estamos consiguiendo vivir muchos más años, cronificar ciertas enfermedades y, evidentemente, o alineamos cuidados sociales y sanitarios, e intervenciones sanitarias especializadas, o no habrá sistema sanitario que soporte esto. Todos estos proyectos basados en tecnologías para comunicarnos, en que cada cual tenga toda la información para no redundar o meter la pata, eso no se puede discutir. Pero habrá que ir abordándolo área a área, porque es una inmensidad todo lo que hay que tratar. Insisto, todavía estamos en medio de ese cambio cultural que no solo afecta a las TIC, sino a la visión del paciente de una manera bastante más holística: verlo no solo como un paciente que viene de vez en cuando sino como un conjunto de circunstancias que debemos abordar desde diferentes visiones, incluido el farmacéutico.

Jaime Acosta: Es muy importante, a la hora de desarrollar nuevas herramientas, contar con los profesionales en su diseño y también despliegue. Porque luego terminan no siendo lo que necesitamos o quedándose muy cortas en su potencial. En el espacio sociosanitario hay que poner los mimbres ya para que estas herramientas sean útiles y den el mejor servicio tanto al paciente como al sistema. Creo que, nuevamente, llegamos tarde.
Hay un incremento del gasto sanitario, pero ¿vendrá ligado a una mayor eficiencia?

Francisco José Sáez: No solamente ha sido en Extremadura: Baleares subió su gasto un 4 por ciento. No creo que el aumento sea tanto por prescribir más por si acaso como que porque los dos sistemas conviven durante cierto tiempo y la adaptación obliga a una doble prescripción. Pongo a alguien la receta electrónica, al principio el paciente no se entera muy bien y la forma más sencilla de solucionarlo es hacerlo en papel, que es lo que nos toca a los médicos. Eso genera esa subida. En Andalucía han visto que cuanto más receta electrónica hay, más baja el gasto farmacéutico por envase, se hace una mejor prescripción. En 2014, curiosamente, han tenido una cierta subida porque ha aumentado el número de prescripciones. Es lógico pensar que hay un inicio del aumento del gasto, que es lo que hace que las comunidades autónomas se hayan retraído a la hora de poner en marcha estos sistemas, pero luego a largo plazo se va haciendo un uso racional del medicamento mucho más lógico.

En Atención Primaria no hay ningún problema con el cambio de cultura, porque está implantada al 100 por ciento, a los médicos de familia no nos ha quedado más remedio que acostumbrarnos. No sucede lo mismo en los hospitales: la dotación de aparatos electrónicos, ordenadores fundamentalmente, es completamente dispar. Incluso en hospitales grandes: en la comunidad de Madrid, encontrar un ordenador en una planta es algo extraordinario, cómo se va a pensar entonces en hacer una prescripción.

Los médicos estamos dispuestos a hacer ese cambio, porque la receta electrónica es buena para el paciente, fundamentalmente porque le da seguridad, evita sobreprescripciones; es buena para el profesional, en Atención Primaria hemos visto una disminución del número de consultas. Con todo lo que, ideológicamente, supone para los médicos de Familia: es absurdo que sigamos haciendo ‘cheques descuento’ que son las recetas, cuando en el resto de Europa se hace una indicación por un año. La gran complejidad de la receta electrónica es cambiar este modelo de cheques de diez días de manera electrónica, cuando sería mucho más sencilla una prescripción de un año y suficiente. Hay una serie de plazos, que generan rechazo por parte de los usuarios: va a la farmacia y ve que no le toca todavía retirar la siguiente caja de medicamentos. Las soluciones de emergencia cuando el paciente se traslada fuera consisten en sacar la receta electrónica y darla en papel.

Mercedes Alfaro: En la Atención Especializada, la primera cultura que tienen que tener es la de hacer la primera receta. Cuando trabajaba en el Insalud, en coordinación Primaria-Especializada costaba un mundo que el especialista, en el parte interconsulta, ponía un tratamiento y se lo daba al paciente para que se lo llevara a su médico de Familia, pero no hacía la primera receta. Ni en papel, ni electrónica.

Jaime Acosta: Cuando salen del hospital con el informe de alta, sin una receta y sin tratamiento suficiente para la consulta con el médico de Familia, naturalmente el paciente viene a la farmacia.

Francisco José Sáez: No olvidemos que ya es ilegal dispensar un medicamento con un informe, existe una ley que dice que tiene que existir una receta, incluso en el ámbito privado. Los farmacéuticos, por eso les tengo un gran aprecio, por ayudar al paciente están dispensando saltándose la ley.

Jaime Acosta: Nos estamos exponiendo más de lo necesario, resolviendo el problema que crea el profesional, pero aún más el sistema.

Sobre que ya no se tiene la consulta meramente administrativa para recoger la receta, para los farmacéuticos es una oportunidad importantísima. Se nos puede delegar la tarea de seguimiento de ese tratamiento, que formalmente ya tenemos por ley y por convenios. Al paciente crónico, que no va a ver a su médico de Familia en un año, se le puede hacer un seguimiento de calidad desde la farmacia, registrando lo que el farmacéutico hace a través de la receta electrónica, por lo que el paciente está igual de controlado, es mejor para él, para los médicos y para todos.

Francisco José Sáez: Es la línea que los médicos de Familia queremos para la receta electrónica. Puedo seguir a mi paciente de manera electrónica, si no recoge la medicación me sale una alerta. Por ejemplo, un paciente que es hipertenso y no recoge la medicación de la hipertensión, y si tiene la tensión mal eso me lo está explicando.

Francisco José Sáez interviene en el debate.

Jaime Acosta: O, si nosotros le tomamos la tensión al paciente, lo podemos incluir en el historial para la valoración del médico.

Francisco José Sáez: Otro ejemplo: el paciente viene porque le he hecho una prescripción y ha acudido después al Servicio de Urgencias, que no tienen receta electrónica, ninguna comunidad. El sinsentido del cambio de cultura es que tienes un paciente con receta electrónica; como médico de Atención Primaria, hospital o Urgencias, trabajas con un ordenador y lo que se acaba generando es un papel para que vaya a la farmacia, con lo sencillo que es que una prescripción se incorpore al sistema de receta electrónica.

Pongo el ejemplo de Madrid, que tiene un sistema de Urgencias diferente. Hay dos compañeros que son médicos de Familia como yo, que tienen asignado su centro de salud, que están en el servicio de atención rural. Estos compañeros, la comunidad ha decidido que no les da acceso a la receta electrónica. Manejan el mismo programa informático que yo pero no pueden hacer prescripción electrónica. Hay servicios en la empresa pública de emergencias de Andalucía, donde en la UVI llevan un dispositivo electrónico para hacer una atención determinada pero no pueden hacer la prescripción electrónica de un fármaco. Le dan un papel y que acuda al médico de Familia para que le haga la receta.

Jaime Acosta: Nosotros también manejamos información clínica que nos aporta el informe. Cómo actúa cada farmacia es un mundo. Tomamos las mejores decisiones en beneficio del paciente siempre, pero en receta electrónica, si se nos permitiera acceder a la información de un paciente que se ha dado de alta en el hospital recientemente probablemente requiere mucha información y mucho tiempo con este paciente. Nosotros lo hacemos lo mejor posible con la información que tenemos a nuestra disposición; si esto figurara en receta electrónica –no solamente en la parte de prescripción: los resultados de salud, los análisis de hospital, etc. – podríamos ser mucho más eficaces con este paciente y liberar al sistema público de esta carga.

Mercedes Alfaro: No entiendo, Jaime: el acceder a datos clínicos que no sea exclusivamente por problemas de seguridad en los medicamentos, ¿de qué le sirve al farmacéutico? Sabes que va a ser necesario mucho debate y consenso para los accesos diferentes de médicos y enfermeros al visor que tienen en la historia –que muchas veces no es completo– de otros profesionales. De hecho, para montar el proyecto de interoperabilidad trabajamos con 30 sociedades científicas, con juristas de la sanidad, con la Sociedad de Bioética, etc. Y el alcance del proyecto actual es el que aprobó luego el Consejo Interterritorial: para asistir a un paciente desplazado de su comunidad autónoma, cuando este lo demanda, y médico y enfermera. No se pasó de ahí porque las asociaciones ciudadanas no querían que así fuera. Todo esto hay que revisarlo porque nada es estático, todo es mejorable. Todos tenemos que tener una visión abierta, pero teniendo en cuenta que cada profesional debe acceder a los datos que de verdad le van a facultar para ejercer sus funciones.

Jaime Acosta: La información es propiedad del paciente y corresponde a éste decidir quién accede a ella y quién no. Parece evidente que necesitamos, para hacer nuestro trabajo correctamente, el historial farmacoterapéutico completo, activo y terminado; reacciones adversas a medicamentos objetivadas. Para hacer una correcta indicación, dispensación o consejo sanitario al paciente, tenemos que afinar mucho. Por ejemplo: un diabético, cuando nosotros le dispensamos una insulina, necesitamos saber cómo está siendo controlado, porque podemos detectar problemas, aconsejarles sobre la alimentación, proporcionarles una dieta… Es un tema complejo y muy sensible, pero creo que no se debe limitar el acceso a la información por sistema a una parte tan importante como somos los farmacéuticos por una presunción o una opinión.

Conclusiones del debate.

Conclusiones

Jaime Acosta
: La interoperabilidad es muy importante para la continuidad asistencial, pero es mucho más que el acceso en una comunidad autónoma de un medicamento prescrito. Tiene unos componentes muy importantes y muy complejos en cuanto a información, registro e historia clínica, que todavía no están resueltos. Falta por incorporar a esa interoperabilidad todos los niveles asistenciales, incluyendo el sociosanitario que, en mi opinión, está absolutamente fuera de foco.

Mercedes Alfaro: Todos estos proyectos son los que crean sistema. Uno de los cambios culturales que tienen que tener desde las consejerías es que velan mucho por que sus sistemas den una buena asistencia dentro de su comunidad, pero a veces no tienen en cuenta que los pacientes fuera de la comunidad siguen siendo responsables de esos pacientes. Por eso creo que estos proyectos, y la receta electrónica es uno de ellos, que vertebran el Sistema Nacional de Salud.

Francisco José Sáez: Los médicos de Familia tenemos muy claro que la receta electrónica es algo necesario porque es bueno para el paciente, para profesionales y para el propio sistema. Contribuye a regular el gasto. Pensamos que el inicio ha sido malo, con retraso y con gran disparidad, y confiamos en que esto se solucione en un plazo medianamente sensato, con la colaboración de las comunidades autónomas y el carácter directivo del Consejo Interterritorial y del Ministerio de Sanidad.

La receta electrónica abre un mundo de posibilidades en lo que es el trabajo en comunicación entre profesionales, en el abordaje de aspectos sociosanitarios, en la propia continuidad asistencial, que es fundamental. Ese es el miedo que nos da: algunos diseños son muy cortoplacistas. Parece que lo único interesante es que se justifique el gasto y disminuya la facturación, y el resto de aspectos unidos a la prescripción y a la dispensación del medicamento se obvian. Si se obvian ahí es difícil pensar que cuando la receta electrónica sea interoperable vayan a tener su repercusión y su seguimiento. Estaremos vigilantes, somos optimistas. Pero la receta electrónica se inicia en 2003, estamos en 2015 y solamente como éxito –es de este ministerio y hay que reconocérselo– es que los pacientes extremeños, cuando se van de vacaciones a Canarias, se llevan la receta. Hay que seguir avanzando.

Primera parte del debate.

Segunda parte del debate.

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