En el Día Mundial del Pueblo Gitano, Noemí y Soraya, dos enfermeras de etnia gitana reivindican sus orígenes

Enfermera y gitana: una lucha contra los estigmas desde el sistema de salud
Noemí Fernández en su puesto de trabajo.


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En el Día Mundial del Pueblo Gitano, dos enfermeras romaníes alzan la voz para poner rostro a una realidad silenciada durante décadas: la de las mujeres gitanas que, además de ejercer en el ámbito sanitario, deben enfrentarse a diario a los prejuicios y al racismo estructural. Son los casos de Noemí y Soraya. Sus trayectorias profesionales, marcadas por la determinación y la vocación, son también un relato de resistencia en un sistema que aún arrastra barreras invisibles.

Noemí Fernández, una joven enfermera gitana de 24 años que trabaja en el Hospital Universitario de Granada, siempre supo que quería dedicarse a esta profesión; “Esto es vocacional, yo desde pequeña quería ser enfermera, pero claro no me ha sido fácil llegar hasta donde estoy porque me he encontrado muchas dificultades en el camino”, explica la joven granadina.

Y es que durante las etapas tempranas de su educación muchas veces tuvo la sensación de que “no creían en ella”, sobre todo en el colegio y en el instituto por el simple hecho de ser gitana nadie pensaba que fuera a llegar a conseguirlo.

No es fácil que un profesor te diga que no puedes llegar, eso se lo he escuchado a profesores decírselo a mi padre, a lo que mi madre respondía que les demostrase quien yo era”, recuerda Noemí.

Referente para su comunidad


En su pueblo de Granada, Santa Fe, Noemí siempre encontró el apoyo de todos sus familiares para continuar sus estudios incluso cuando tuvo que irse a Murcia porque no le llegó la nota para estudiar en la universidad granadina.

“En mi pueblo todo el mundo se conoce y todos están orgullosos de mí. El otro día paseando unas niñas me contaron que yo era su referente, que en el futuro querían ser como yo.  A mí me llena de orgullo poder ser una referencia para esas niñas gitanas”, afirma.

Y es como bien explica la granadina “por estudiar no se es menos gitana ni se pierde la identidad”, por mucho que haya gente a quienes les sea difícil asociar a los romaníes con profesiones que requieran estudios avanzados.

Como ocurre con el siguiente testimonio, para Noemí la mayoría de casos racistas se dan en relación a los pacientes de etnia gitana que acuden al centro hospitalario: “Muchos, cuando se enteran de que soy gitana moderan sus comentarios y se justifican diciendo que ellos también tienen amigos gitanos, es algo que me molesta”.

“Habría que intentar entender el contexto cultural del paciente”


“Nunca he sufrido racismo por parte de mis compañeros, también es que yo he tenido mucha suerte, si acaso he tenido episodios en los que algún paciente no me hacía caso o me mostraba indiferencia, pero nunca un ataque racista directo”, explica Soraya Bustamante, enfermera que trabaja para el área de Salud Pública en la Comunidad de Madrid.

Según la experiencia de Soraya, las situaciones xenófobas se dan más hacia el paciente gitano que hacia el profesional de esta etnia, donde si cree que hay que “hacer más hincapié”.

“Por ejemplo los gitanos suelen acudir en grupo al médico, solo porque vengan varios no hay que llamar directamente a seguridad a poner orden, estaría bien primero intentar entender el contexto cultural del paciente”, pide Bustamante.

Ella misma ha llegado a leer informes médicos que especificaban la raza de la persona diagnosticada; “Niño de etnia gitana presenta signos de sarampión”, ejemplifica. “El ser niño gitano no le va a hacer curarse antes o después del sarampión”, protesta Soraya.

No obstante, también ve signos de mejora en algunos aspectos, tiene claro que la solución está en la formación y en una figura de mediación que ya existe en Madrid: El Servicio de Mediación  de Salud Pública con el Pueblo Gitano, promovido por la Federación Red Artemisa.

“No debería ser difícil trabajar en Sanidad siendo gitano”


Soraya, madrileña, quiso dedicarse a la salud desde pequeña, cuando iba a sus padres por cualquier cosa al Hospital Niño Jesús y se fijaba en todo o cuando por las tardes veía la famosa serie Hospital Central.

A pesar de que no tuvo un camino fácil, sus padres se separaron cuando ella era adolescente, y de no tener ningún referente en su entorno, Soraya siempre tuvo el apoyo de su familia y cuando la nota no le alcanzó para estudiar Medicina, tuvo claro que Enfermería era lo suyo.

No debería ser difícil trabajar en Sanidad siendo gitano, al final esto es una oposición pública, casi no hay espacio para el racismo en el proceso de contratación, vas a la bolsa y nadie te pregunta si eres gitano, ruso o chino”, explica Soraya quien conoce a algunas compañeras de profesión que, como ella, son gitanas.
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