Una sala de Odontología en una prisión.
Arantza Bengoa, la médico que llegó a la
prisión de Martutene hace 20 años -después de que
ETA asesinase al psicólogo Francisco Javier Gómez Elosegi y la mayoría del personal sanitario pidiese inmediatamente el traslado-, concedió este lunes una
entrevista a ‘El Diario Vasco’ en la que habla de su día a día y en la que reconoce que trabajar en una cárcel es peligroso, si bien “en un ambulatorio hay más riesgo de que te agredan”.
“
Hacemos medicina, pero al final casi es lo de menos. Nuestro papel también es de escucha y de ayuda. Eres médico, psicólogo, madre... Muchas veces vienen a contarte cosas. Simplemente a hablar. Y cuando les preguntas si tienen algo médico que consultar, te dicen
que no, que están bien”, relata Bengoa.
Admite que los presos jóvenes, que
“comen pilas para que les lleven al hospital”, son los que más le han hecho “sudar” a lo largo de su carrera, aunque no le ha provocado echarse atrás
: “Nunca he pasado miedo. A mí no me han tocado nunca ni un pelo. En cualquier centro de salud, o en
unas urgencias, los profesionales sanitarios tienen más riesgo de sufrir una agresión. Nosotros estamos constantemente protegidos”.
Y es que Bengoa mantiene una relación muy atípica con sus pacientes. “A nosotros
nos tienen casi siempre a su favor. Y nos vienen para todo, a que les cambien el colchón, a que les den leche.
Intentamos pelearnos por ellos en los estamentos. Y, de hecho, si les tratan mal en algún sitio, nos duele”, confiesa.
“La gente sí tiene miedo.
En el hospital no les tratan mal, pero sí han notado ese recelo. Los propios profesionales nos lo han comentado”, explica sobre los traslados de los presos a los centros situados más allá de los muros de la cárcel. Sin embargo, considera que su trabajo es tan gratificante que hasta “los [sanitarios] que
tienen que venir a hacer sustituciones se lo piensan, pero al final están tan contentos. Es un trabajo diferente”.
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