El papel del cuidador informal está poco valorado, según Luis Gangoiti, de NeuroMadrid



23 oct. 2014 16:44H
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Redacción. Madrid
Los sistemas sanitarios y de servicios sociales participan “de forma minoritaria” en los cuidados continuados de las personas que han sufrido un ictus y que son total o parcialmente dependientes, según ha explicado el director médico del Instituto de Rehabilitación Neurológica NeuroMadrid, Luis Gangoiti. Así, “existen casi 130.000 pacientes que tienen una persona a su cuidado tras un ictus y el número de cuidadores informales, que no reciben prestación monetaria por sus servicios, se estima en casi 115.000”, explica.

Luis Gangoiti.

De acuerdo con un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), liderado por María Ángeles Durán, un 80 por ciento de los pacientes de ictus quedan con secuelas graves o severas que requieren ayuda para realizar las actividades de la vida cotidiana. Estos pacientes no pueden quedarse solos más de una o dos horas al día, por lo que los cuidadores principales “tienen que trasladarse al domicilio del enfermo o acogerlo en su propio hogar”, ha señalado Gangoiti, que ha explicado que en la mayor parte de los casos, esos cuidados los realizan familiares, amigos, vecinos u otras personas que “no reciben ninguna contribución económica por la ayuda que proporcionan”.

Este sistema no remunerado “suele interpretarse como un recurso carente de valor” que, al realizarse en el ámbito de la vivienda familiar, “se asume como parte de las denominadas tareas domésticas”, asociándose con un determinado rol de género que “afecta fundamentalmente a las mujeres”, ha apuntado el experto. Se trata, a su juicio, de un “sistema invisible de atención a la dependencia” que complica el análisis profesional de sus costes, ya que “apenas hay estudios en la literatura médica que calculen el tiempo de cuidado informal y su coste en los pacientes con ictus”.

Además, este cuidador “termina sufriendo un agotamiento físico y psicológico máximo” porque ve cómo se reduce su tiempo de descanso. Esta situación, denominada “síndrome de sobrecarga del cuidador”, concluye con “un tercio de ellos bajo tratamiento farmacológico y psiquiátrico por ansiedad y depresión”.

En opinión de Gangoiti, la mejor alternativa, una vez se ha producido el ictus, es tratar de minimizar sus consecuencias. Por ello, NeuroMadrid emplea la “neurorrehabilitación como proceso activo en el que se hace un uso combinado de medidas médicas terapéuticas, sociales, psicológicas, educativas y vocacionales” orientadas a “recuperar y compensar” las capacidades funcionales alteradas, “mejorar” la autonomía personal para, de este modo, “conseguir la mejor integración familiar, socioeconómica, escolar y laboral del lesionado y de su entorno, con el fin de aumentar su calidad de vida”.
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