Desde estas páginas hemos abordado las razones de la actual debilidad y práctica irrelevancia del Ministerio de Sanidad (MS) sucesivamente liderado por ministros fugaces, anodinos y la mayoría ayunos de cualquier conocimiento sanitario, que poco o nada han aportado desde hace muchos años a la sanidad española. Ello vale igual para ambos partidos mayoritarios.


"Se percibe un clamor creciente entre profesionales y ciudadanos, sobre la necesidad de una revisión a fondo de nuestro sistema nacional de salud, con reformas profundas, inviables en ausencia de un liderazgo fuerte y efectivo que solo se podría ejercer desde un ministerio renovado".



Se percibe sin embargo un clamor creciente entre profesionales y ciudadanos, sobre la necesidad de una revisión a fondo de nuestro sistema nacional de salud, con reformas profundas, inviables en ausencia de un liderazgo fuerte y efectivo que solo se podría ejercer desde un ministerio renovado. Para afrontar realmente una transformación del SNS habría que emprender reformas desde cuatro frentes: económico, funcional, legislativo y político.
  • Económico: Sin una financiación adecuada cualquier otra reforma quedaría coja, por lo que sería preciso aumentar el gasto sanitario público hasta ponerlo al menos en la media de la OCDE lo que significa entre 1-2% del PIB (las estimaciones varían sobre todo según el año que se considere por las distorsiones introducidas por la pandemia). Obligado habilitar un mecanismo para que los incrementos del presupuesto sanitario habilitados en los Presupuestos Generales del Estado tengan carácter finalista en las CCAA ya que de otra forma no se garantiza en absoluto su aplicación en sanidad. Imprescindible que el ministerio gestione un porcentaje significativo del presupuesto sanitario con el fin de atender adecuadamente a las necesarias labores de coordinación sin las cuales pierde su razón de ser. Los fondos de cohesión, fundamentales para la atención de los enfermos desplazados o el fomento de los centros de referencia, entre otras funciones y hoy claramente insuficientes, deben alcanzar al menos un 3-5% del gasto sanitario total.
  • Funcional: El MS tiene básicamente dos tipos de funciones: las de autoridad sanitaria estatal y las de coordinación del SNS. Mientras que las primeras las desarrolla con mayor o menor fortuna en las áreas de su competencia, las segundas si exceptuamos el caso de la ONT y quizás la salud pública con todas las deficiencias registradas durante la pandemia, son francamente deficitarias. La nueva estructura debería orientarse a resolver estas carencias con el fin de mejorar la coordinación entre comunidades y entre profesionales.

El sistema se debería dotar de una nueva estructura mucho más funcional que la actual en la que se crearan una serie de agencias coordinadoras específicas de aquellos temas en los que la colaboración con las comunidades sea más necesaria y en donde una estructura estatal de coordinación facilite y potencie su funcionamiento.

El ejemplo más claro y modelo a seguir sería el de la Organización Nacional de Trasplantes, un organismo pequeño, ágil y con gran participación de los profesionales sanitarios, comunidades y usuarios, y con una dirección especializada. En la misma línea es preciso poner de una vez en funcionamiento la tantas veces demorada Agencia Estatal de Salud Pública, aún en tramitación hasta no se sabe cuándo. La necesidad de una nueva red de vigilancia epidemiológica acorde con las necesidades actuales es algo que quedó más que demostrado durante la pandemia.

Demandas profesionales


Hay muchos otros ejemplos de agencias que aportarían mucho a la colaboración entre comunidades y profesionales de toda España. Una de las más demandadas es la referente a las “Enfermedades Raras o Poco Frecuentes” en las que la necesidad de articular sistemas de diagnóstico precoz y derivación de pacientes a centros de referencia es algo muy sentido por las familias que las padecen y los médicos que las atienden. En la misma línea, la Oncología precisa para muchos procesos un mecanismo de derivación de pacientes entre hospitales y comunidades que está lejos de ser articulado fuera de iniciativas individuales. La Comunidad de Madrid está desarrollando una estructura de coordinación denominada la “Red Oncológica Madrileña” que podría servir de modelo a una estructura estatal que coordinara la Asistencia e Investigación Oncológica en toda España. La idea es exportable a otras especialidades en que la asistencia no pueda prestarse al 100% de sus enfermos en las 17 CCAA y los centros de referencia jueguen un papel relevante.

La necesidad de una mejor coordinación se hace patente igualmente en el Transporte de Enfermos y Equipos Asistenciales como pueden ser los pacientes asistidos con ECMO. Durante la pandemia surgió la necesidad de una coordinación para enfermos críticos entre hospitales que en muchos casos fue asumida por iniciativas de los propios profesionales.

La Digitalización del SNS, con numerosas iniciativas en distintas comunidades por parte de administraciones y sociedades científicas, no siempre bien coordinadas ni planificadas, es un ejemplo de algo que debe ser liderado por el ministerio. Lo mismo cabe decir de los Sistemas de información que necesariamente deberían ser mucho más ágiles y resolutivos que los actuales o de la historia clínica única, interoperable, compartida y accesible desde cualquier dispositivo asistencial. Todo ello son asignaturas pendientes que no dependen tanto de aspectos técnicos o de inversión económica (que también) sino de una gestión adecuada con las comunidades y los profesionales que debe liderar y conducir el ministerio. Ejemplos como el registro de profesionales sanitarios o el registro de gametos, en el BOE desde hace muchos años y nunca conseguidos ponen de manifiesto esta necesidad.

No se trataría de crear macroorganismos sino estructuras pequeñas, ágiles y muy profesionalizadas, que coordinen y complementen sin sustituirla, la estructura que ya existe en las comunidades y que incluso podrían estar agrupadas en una sola dirección general que les diera un hilo conductor.

La reforma del Ministerio


Por último, cualquier reforma del MS debe suponer el retorno del Instituto de Salud Carlos III, una amputación incomprensible en su momento hace más de una década, que sin embargo ha sido mantenida por los distintos gobiernos y cuya incoherencia llegó al máximo durante la pandemia.
  • Legislativo: Después de casi 4 décadas desde la Ley General de Sanidad y numerosas enmiendas parciales, es tiempo obligado para su reconsideración. Se ha estimado que hasta 106 puntos de los 143 que componen la LEY GENERAL DE SANIDAD han dejado de tener impacto normativo real tras 37 años desde su promulgación, el 74 por ciento del articulado de la ley. Algunos temas deben ser simplemente actualizados, pero otros necesitan un cambio profundo. Dos ejemplos claros son la articulación y el funcionamiento del Consejo Interterritorial, para que sus decisiones puedan ser más vinculantes sin invadir competencias autonómicas y por supuesto la reorganización del ministerio en las líneas apuntadas. Así mismo se debería avanzar en la integración entre el sistema sanitario y el sociosanitario, algo que también se hizo patente durante la pandemia, e incluir en la reforma la de la Ley 16/2003 de Cohesión y Calidad del SNS, y la necesaria profesionalización y despolitización del nombramiento de los gestores sanitarios.
  • Político: Todas estas reformas necesitan ineludiblemente para su desarrollo y mantenimiento de un gran pacto estatal por la sanidad que la deje fuera de la guerra política, dado que con la actual distribución competencial entre el gobierno central y los autonómicos, para cualquier transformación van a tener que estar involucrados, de una u otra forma, la mayoría de los partidos presentes en el parlamento. Desde estas mismas páginas hemos abogado por dicho pacto, al igual que otros expertos y políticos de diversas adscripciones y tanto desde la sanidad pública como privada.

Durante el prolongado periodo de investidura en el que nos encontramos, se han propuesto por parte de los populares una serie de pactos de estado al partido socialista, entre ellos el de sanidad que de momento no han encontrado respuesta positiva alguna por parte de los partidos que forman el gobierno en funciones. Conviene recordar que aunque los unos ostenten y quizás mantengan el gobierno central, los otros controlan 12 de las 17 comunidades que son quienes tienen las competencias sanitarias, con lo que es obvio que la falta de acuerdos no puede llevarnos a nada bueno.


"El sistema debe responder ahora mejorando sensiblemente la situación laboral de los sanitarios, sus condiciones de trabajo y sobre todo, reconociendo su capacidad de gestionar el sistema de una manera eficiente reduciendo al máximo las injerencias políticas".



La base de la reconstrucción del sistema debe ser la reconquista de la confianza de los profesionales, que a lo largo de la crisis han demostrado una gran capacidad de autoorganizarse y de responder con gran flexibilidad a situaciones de stress y sobrecarga difícilmente imaginables. El sistema debe responder ahora mejorando sensiblemente su situación laboral, sus condiciones de trabajo y sobre todo, reconociendo su capacidad de gestionar el sistema de una manera eficiente reduciendo al máximo las injerencias políticas.

Si realmente queremos mejorar la sanidad, es necesario que el Ministerio de Sanidad sirva realmente para algo útil y apegado a la realidad. “Que todo siga igual” no debería ser una opción, pero ya decía Bertol Brecht (y luego lo cantarían “Golpes Bajos”), que corren malos tiempos para la lírica.