Estos
días del mes de agosto son proclives a la reflexión y nos permiten, habitualmente, conceder algo más de tiempo a pensar y planificar las actividades que vamos a continuar y/o poner en marcha trascurridas estas fechas estivales. A veces sirven también para repensar y
aprender de las biografías de tantos y tantos profesionales sanitarios que han construido un modelo envidiable del que se benefician millones de personas.
Se me han venido a la memoria muchos de ellos.
Médicos ilustres como el
Dr. Jiménez Díaz o
enfermeras internacionalmente reconocidas como la
Dra. Miriam Ovalle. Y tantos otros que mi memoria no alcanzaba a recuperar, sin duda muy expresivos de una vocación (llamada) a poner todo lo que eran, y lo que sabían, al servicio de pacientes y profesionales
. Verdaderos referentes cuyo sentido de la ética y de la honestidad iba mucho más allá de proclamas y disertaciones estériles, porque eran valores que, día a día, se hacían realidad en sus palabras, en sus gestos, en sus actitudes a la hora de desempeñar su trabajo. No hay nada que pueda resultar tan convincente como el ejemplo, el equilibrio, la búsqueda de consenso y armonía en nuestros equipos de trabajo.
Y, en medio de estos pensamientos yo diría que “edificantes”
se nos cuela “como a hurtadillas” el sin igual testimonio de Ana Sánchez Atrio. ¿Cómo pude no incluirla en este listado ilustre de mis pensamientos? Y lo hace en una entrevista,
publicada por Revista Médica el pasado domingo, donde realiza un pequeño esbozo de su vida y nos narra su ejemplar experiencia vocacional, experiencia que muchos conocemos con algo de detalle gracias a
su paso por el otrora reconocido y envidiable Colegio de Médicos de Madrid. Sabemos de
su más que cuestionada lealtad a la presidenta del Colegio, de su permanente influencia en la desestabilización de las asambleas colegiales y de tanto y tanto enredo que ha dejado a una institución señera de la profesión médica, literalmente “hecha unos zorros”.
Y para expresar ese elevadísimo componente vocacional de su elección profesional, nada menos que manifiesta la enorme dureza de tener que
ejercitar el pensamiento reiteradamente como una de las herramientas más pesadas del quehacer médico. No sabemos si se refiere con ello al
sobreesfuerzo intelectual que muchos enfermeros conocemos bien
a la hora de realizar y defender nuestras tesis doctorales. Es más, no sé, en este momento, si la vicepresidenta del Colegio de Médicos de Madrid ha alcanzado como yo ese nivel académico o simplemente hace uso de su denominación, como viene siendo habitual, por el hecho de disponer de un título de Licenciado o Graduado en Medicina.
Y
Ana Sánchez, aturdida seguramente por el intenso calor de este verano y el fugaz uso de su capacidad intelectual incurre, seguro que por el atrevimiento hijo de la ignorancia, en el disparate y la majadería, uno de sus sinónimos. No ha llegado a la ofensa por aquello que todos sabemos, que “no ofende quien quiere sino quien puede”, pero se ha quedado a las puertas y así lo han entendido miles y miles de enfermeras en España.
Y para simbolizar esa pesada carga intelectual que requiere el realizar un certero diagnóstico médico
recuerda cómo –en sus años jóvenes- sentía gran envidia de las enfermeras precisamente porque ellas “no tenían que pensar”. Ya sé que parece que se refiere al diagnóstico médico y no quiere decir –sólo faltaba- que fuera de la profesión médica no existe vida inteligente.
Tal vez
Ana Sánchez, para no desviar su atención de ese pensamiento inherente, en exclusiva a su vocación, ignora otros aspectos propios de la capacidad intelectual y el contenido científico de unos profesionales como los enfermeros. Y no sabe lo que es un Plan de Cuidados, ni sabe lo que es un diagnóstico enfermero ni –menos aún- sabe lo que es una intervención, un resultado o los métodos de evaluación de los cuidados prestados por la enfermera.
Tampoco debe conocer a toda esa cantidad de enfermeros que publican sus trabajos de investigación en revistas internacionales de elevado índice de impacto, ni aquellos que acumulan sexenios de investigación o participan en importantes proyectos financiados, por ejemplo, por el instituto de Salud Carlos III como investigadores principales.
Es decir, que Ana Sánchez Atrio, tal vez de tanto pensar, no sabe nada… ¿O habrá sido un golpe de calor?
* Pilar Fernández es enfermera, vicepresidenta primera del Consejo General de Enfermería, profesora de universidad acreditada por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca), doctora e investigadora.