Comenzaré explicando el título con el que quiero encabezar estas letras, que no son más que una reflexión personal que ligo a mi responsabilidad social y profesional. Me refiero a las expresiones de “daño colateral” y “espera interminable”. Un daño colateral es un eufemismo que hace referencia a bajas y pérdidas sin intención como resultado de una intervención militar. En el contexto de la pandemia que nos ocupa, bajas y daños significan fallecimientos y secuelas directas, las primeras; y consecuencias secundarias, también negativas, los segundos. No me referiré a las “bajas”, que siempre honraremos en nuestra memoria, sino a la influencia del Covid en la salud músculo-esquelética de la población. En particular, a su impacto sobre las listas de espera quirúrgicas en nuestra Especialidad. A ellas también obedece el subtítulo del escrito: “La espera interminable”, emulando al de la novela de Michael Ende (La historia interminable). Y que, como en esta, la reflexión se entienda como un mensaje de optimismo, valiente e imaginativo.
Si bien en los peores momentos del estado de alarma nuestro sistema sanitario, en general, dio asistencia y continuidad a la patología traumatológica urgente, y procuró no descuidar otra que también precisaba de atención rápida -como los tumores malignos o las infecciones- muchas otras del aparato locomotor no tuvieron la misma “suerte”. Patologías como las degenerativas, entre las que la artrosis sería la más prevalente, pasaron a un segundo plano y, si bien no sumaron muchos nuevos casos a las listas de espera quirúrgica por el cierre temporal de las consultas presenciales, tampoco se vieron aliviadas, con el consiguiente quebranto en la salud de los pacientes que quedaron “atrapados” en ellas. Lamentablemente no pudo ser de otra manera. Sin embargo, toca hacer balance y recuperar el pulso, como siempre después de una desgracia.
El resumen del balance del “parón quirúrgico”, en cifras presentadas por el Sector de Traumatología de la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (Fenin), refleja que en 2020 dejaron de realizarse más de 45.000 intervenciones programadas (35.000 de cadera y de rodilla, 5.500 cirugías protésicas de hombro y 5.000 de columna). La consecuencia, en términos cualitativos, ha sido el deterioro de la salud física y psíquica de los pacientes y, de manera global, de su calidad de vida. En paralelo, han aumentado, y siguen en aumento, los costes directos e indirectos derivados de un mayor consumo de medicamentos -particularmente de analgésicos y, probablemente, de antidepresivos y ansiolíticos-, del incremento de la frecuentación de los pacientes a los centros sanitarios -tensionando hasta el extremo la capacidad de la base de nuestro sistema sanitario: la Atención Primaria- y de la prolongación de bajas laborales por el retraso de la cirugía en los que la necesitaban. Una especie de “tormenta perfecta” que ha tambaleado los cimientos de nuestra supuesta “mejor sanidad del mundo”.
Sin embargo, como en La historia interminable, no podemos permitir que la tristeza y la desilusión se apoderen de nosotros. Toca remangarse y, juntos, recuperar el pulso de nuestro sistema sanitario. Los políticos, proporcionando los recursos necesarios, detrayéndolos de partidas ideológicas que sólo han restado credibilidad y honra a su antaño noble profesión. Los gestores sanitarios, con profesionalismo. Los profesionales sanitarios, manteniendo el compromiso que han demostrado en los peores momentos de la pandemia, exponiendo su vida y la de sus familias. Las sociedades científicas -con la SECOT a la cabeza-, los colegios profesionales, la sanidad privada, las empresas de tecnología sanitaria y farmacia… todos aportando sus recursos y experiencia. Y los pacientes, a los que habrá que dirigirse con mensajes transparentes, de verdad, para que sean racionales en la demanda de asistencia y sensatos en la manifestación de su descontento.
Urge la reactivación de la actividad quirúrgica programada con un plan de choque extraordinario en el que participen todos los actores. A la vez, la reanudación de la formación médica continuada y de la innovación, el desarrollo y la investigación. Y después, todo lo demás.