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23 dic. 2014 21:18H
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* Juan Pablo Carrasco, presidente del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM)


¿Cuántas veces me habrán preguntado eso de 'y por qué quieres ser médico'? La respuesta sigo elaborándola a día de hoy.

Pudo empezar como un 'porque quiero ayudar', 'porque quiero salvar vidas', 'por seguir los pasos de mi padre' o 'en honor a mi abuelo'. Razones hay miles, pero tras todas se encuentran unas ganas imparables de mejorar, de aprender y superarse.

Sea cual sea, te decides, haces un bachillerato excelente, no sin esfuerzo, una PAU exitosa, y el día que te aceptan, saltas, gritas, estás dentro, primer paso conseguido.

Desde el primer día en la facultad, empiezas a aprender, sí, a absorber, a enriquecerte de mil cosas que en un principio hasta te hacen preguntarte si esto es medicina. Y te superas, sí. Superas la bioquímica, la anatomía, la bioestadística; y descubres, descubres la fisiología, la patología... Y en el proceso te vas descubriendo, poco a poco, incluso a ti mismo.

Entonces llega tu primer día en el hospital y, de pronto, fuera cual fuera la razón por la que entraste en esta carrera, aparece un motor aún mayor: el de poder ayudar tú a poner la sonrisa en la cara del paciente cuando sale de la consulta, ser el que pueda solucionar su problema, disminuir su aflicción.

Pasan los años, pasa la carrera, y ese motor se hincha con el primer parto que presencias o cuando ves a alguien superar un cáncer. Con las lágrimas en los ojos de tu madre el día que por fin te gradúas. Después de tantos años, tantas horas empleadas en salir vivo, y fuerte, y, sobre todo, salir médico de esta carrera de fondo. Después de todo, estás aquí y lo has conseguido.

Y comienza una nueva carrera, contrarreloj, prepararte para la prueba que determinará que puedas ser el médico que quieras ser. En estos meses no existe nada que no sean manuales de estudio. Sientes miedo, sí, pero también ganas, ganas de superar este escalón, de superarte a ti mismo una vez más. Así llega el MIR, y entonces... entonces NADA.

Nada, porque puedes ser el uno de esa noticia que leí hace ya un tiempo, pero que ahora, en época de exámenes no cesa de volver a pasar por mi cabeza de forma constante. Ese titular que rezaba: 1 de cada 2 estudiantes no conseguirá plaza MIR. Todo este proceso, toda esta ilusión, estas risas, y también lágrimas, pueden verse reducidas a la nada. Y da igual si tú no eres el uno, porque entonces lo será tu compañero, el que te acompañó tu primer día en disección, te explicó aquel problema que te llevó tres días entender o el que hizo contigo las primeras prácticas en el hospital. 

¿Estamos formando e invirtiendo en médicos a los que no vamos a poder dar salida? ¿Potenciamos que alguien dedique su vida a los demás para ver finalmente frustradas sus motivaciones? La simple idea me resulta incomprensible y dolorosa.

Por el momento, seguiré con los libros, la bata, el fonendoscopio y los manuales, esperando que esto no sea más que una horrible pesadilla.

Este artículo ha sido elaborado con la inestimable ayuda del Equipo de Oficiales del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina.

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