Parece ser que definitivamente el gobierno de la nación ha optado por la decisión de seguir la filosofía del viejo proverbio chino de “Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse y si no tiene solución, preocuparse no sirve de nada”. O sea, la política de no arriesgarse, esperar y no hacer nada.
El pasado 9 de mayo se publicó en el
BOE la Orden SND/399/2020, para la “flexibilización de determinadas restricciones de ámbito nacional, establecidas tras la declaración del estado de alarma, en aplicación de la fase 1 del Plan para la transición hacia una nueva normalidad”.
¿Qué significa eso? Qué se inicia la salida de la fase del “avestruz” en la que nos encontramos, escondiendo la cabeza debajo del ala, en un intento de contención de la propagación de la enfermedad, solo a base de la declaración de las repetidas prorrogas del Estados de Alarma (llevamos cinco), con el consiguiente aislamiento, confinamiento y “secuestro” por parte del gobierno de la población en sus casas, y se ha iniciado un proceso de “reducción gradual de las medidas extraordinarias de restricción de la movilidad y del contacto social”, establecidas mediante el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo.
Así, el pasado 28 de abril de 2020 el
Consejo de Ministros adoptó el Plan para la transición hacia lo que el gobierno llama “
una nueva normalidad”, estableciendo los principales parámetros e instrumentos para la consecución de la citada “nueva normalidad”.
Este proceso articulado en cuatro fases, está previsto hacerlo “de una forma gradual y adaptable a los cambios de orientación necesarios en función de la evolución de los datos epidemiológicos y del impacto de las medidas adoptadas”.
El objetivo fundamental del citado Plan para la transición hacia la “nueva normalidad” es conseguir que, preservando la salud pública, se recupere paulatinamente la actividad tanto económica, como educativa, de investigación y social, minimizando el riesgo que representa la epidemia para la salud de la población y evitando que las capacidades del
Sistema Nacional de Salud se puedan desbordar llegando al colapso en que se encontraron en el inicio de la pandemia durante el fatídico mes de marzo.
Entre las principales medidas establecidas por esta orden caben destacar, las medidas dictadas para garantizar la protección de los trabajadores en su puesto de trabajo y en el ámbito social, la posibilidad de circular por la provincia, isla o unidad territorial de referencia a efectos del proceso de desescalada, la flexibilización de los contactos y de algunas de las relaciones tanto sociales, como de comercio, habilitando la apertura de algunos sectores, con cita previa y en otros como los restaurantes y cafeterías, con reducción de la oferta en cuanto a restricciones de la capacidad máxima y definición de espacios.
En cuanto al artículo 2 de esta citada Orden, en lo que se refiere a su ámbito de aplicación, hay algo que a mí no me queda claro.
La citada Orden establece que “las
personas vulnerables al Covid-19, también podrán hacer uso de las habilitaciones previstas en esta orden, siempre que su condición clínica esté controlada y lo permita, y manteniendo rigurosas medidas de protección”. También se cita que “No podrán hacer uso de dichas habilitaciones, ya sea para reincorporarse a su puesto de trabajo o para acudir a los locales, establecimientos, centros, lugares de espectáculos o realizar las actividades a que se refiere esta orden, las personas que presenten síntomas o estén en aislamiento domiciliario debido a un diagnóstico por Covid-19, o que se encuentren en periodo de
cuarentena domiciliaria por haber tenido contacto estrecho con alguna persona con síntomas o diagnosticada de Covid-19”.
Pero, y aquí tenemos no ya el “Talón de Aquiles”, si no un auténtico “Caballo de Troya” dentro de nuestras propias filas, y que puede dar un nuevo giro no deseable en esta primera batalla contra el coronavirus, ya casi ganada. ¿Cómo sabemos que personas están o no infectadas, si está enfermedad tiene un elevadísimo caso de pacientes asintomáticos, por lo tanto, no diagnosticados, pero potenciales focos de contagio? ¿Cómo lo podemos saber si el gobierno de España no hace como el gobierno de
China, o el de
Corea, o el alemán, y no realiza el suficiente número de “test diagnósticos”, para saber de una manera un poco más exacta, que porcentaje de la población es el que está realmente infectado?
Uno de los mayores errores en el manejo de esta epidemia producida por el coronavirus SARS-
CoV-2, ha sido la de comparar este virus con los Influenzavirus A, B y C, causantes de la gripe, con el virus
SARS-CoV-1, causante del
Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS) del 2003, y con el
MERS del 2012.
Cuando apareció en
Wuhan en diciembre de 2019, la infección provocada por este coronavirus, las primeras estrategias de todos los países, al ver la similitud tanto genética de este coronavirus con los anteriores, y la similitud tanto de los síntomas respiratorios como la transmisión principalmente a través de las secreciones respiratorias, fue implantar aquellas medidas empleadas en la detección precoz de la gripe, del SRAS o del MERS para intentar de esta manera contener la propagación.
Medidas que incluían la detección de casos basada en la presencia de síntomas y la confirmación posterior mediante pruebas serológicas y moleculares posteriores para guiar el aislamiento y el tratamiento.
Sin embargo, se ha visto que a pesar del amplio despliegue de intervenciones de aislamiento y de control similares, la evolución y el escenario creado en esta epidemia no se parece mucho a los escenarios anteriores. El SARS del 2003, se propagó en más de 24 países de Norteamérica, Suramérica, Europa y Asia, con una tasa de mortalidad del 10%, y se logró controlar en 8 meses, infectando a unas 8.098 personas, y el MERS, Síndrome Respiratorio del Medio Oriente, surgió en
Arabia Saudita en 2012, y luego se propagó a
Jordania, Qatar, Reino Unido, Francia, Alemania, Emiratos Árabes Unidos y Túnez, tuvo muy poca incidencia y una tasa de mortalidad de 37%. Este nuevo coronavirus SARS-CoV-2, en tan solo cinco meses ya ha infectado a más de 4.700.000 personas y continúa propagándose.
Como dice David Jones, del Department of Global Health and Social Medicine, de la
Harvard Medical School de Boston en USA: “La historia de las epidemias ofrece consejos considerables, pero solo si las personas conocen la historia y aprenden de los errores”.
Pues bien, aprendamos de los errores.
¿Cuál fue el error cometido? Básicamente las diferencias en la transmisión y en la propagación de la enfermedad. Un factor clave en esta Covid-19 es la elevada transmisibilidad en esta enfermedad, de manera muy precoz y a través de las simples secreciones del tracto respiratorio superior, con la simple respiración y habla, la tos, y el estornudo, incluso entre pacientes totalmente asintomáticos, lo que lo distingue del SARS-CoV-1, donde la infección y replicación ocurre principalmente por secreciones de la parte inferior del tracto respiratorio y de pacientes ya sintomáticos.
Hay un principio básico clásico en la planificación estratégica, que es la necesidad de conocerse a uno mismo y conocer el entorno. Ya el libro clásico sobre tácticas y estrategias militares, escrito supuestamente por Sun Tzu, el Maestro Sun, y que data de finales del siglo v a. C, le dedica varios capítulos, de los 13 de que consta la obra, a la importancia de conocer al enemigo y a su entorno. No podemos vencer al coronavirus, un enemigo que no se ve, si no sabemos dónde está. Reflexionemos y aprendamos.
Para poder salir de esta fase de aislamiento social de manera tranquila y no con la incertidumbre actual, y poder reabrir la actividad económica, empresarial, educativa y social, necesitamos realizar las pruebas diagnósticas que la ciencia a puesto a nuestro alcance, por lo menos a una parte muy significativa de la población, lo ideal en términos epidemiológicos hablando, para estar tranquilos, sería reabrir la actividad cuando el potencial número básico de reproducción, en caso de un rebrote de la epidemia, estuviera reducido a la unidad (Ro = 1), para esto se necesitaría al menos realizar test diagnósticos al 95% de la población y comprobar que un porcentaje superior al 65% de la población estuviera autoinmunizada.
Esto es lo ideal, pero como somos un país con un potencial de recursos financieros muy limitado - según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, dentro del ranking de los 15 países con el mayor producto interior bruto (PIB) de 2019 a 2024,
España ocupa el puesto número 13 de la lista, con una estimación de 1,48 billones de dólares para 2019. Contentémonos con poder realizar las pruebas diagnósticas al menos en el 75-80% de la población, y de una manera escalonada.
Hasta el momento actual conocemos, según datos proporcionados por el
Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, que el número de casos confirmados de infección por coronavirus en España asciende a 229.540 casos (datos consolidados a las 21:00 horas del 13.05.2020). Esto representa solamente un hipotético 0,48% de la población, algo muy lejos de lo posiblemente real estimado de más de 1.200.000 casos.
Necesitamos saber con mayor exactitud este número de infectados, número epidemiológicamente vital e importante para saber tanto la tasa de infección real como posteriormente la tasa de mortalidad, y el número potencial de pacientes infectados, curados e “inmunizados”. Necesitamos que se realicen de manera más amplia y rápida que la efectuada, el mayor número de pruebas diagnósticas tanto serológicas como moleculares posibles. Solo así podremos detectar los
potenciales focos de contagio, para luego poder aislarlos y poder tratarles si son sintomáticos.
No podemos salir de manera irresponsable e inconsciente a la “nueva normalidad” jugando a la “ruleta rusa con tres balas en la recamara”, corriendo el riesgo de que ocurra un rebrote y que de nuevo aumente la tasa de contagio y reproducción y de nuevo las urgencias y los hospitales empiecen a saturarse y colapsarse, y que más gente muera, por falta de unas medidas preventivas previamente planificadas.
Aunque todavía no se conoce con exactitud el número básico de reproducción viral (Ro) de este coronavirus, un informe del
Imperial College de Londres de 30 de marzo lo situaba, según un análisis de la evolución de la epidemia en 11 países de Europa, en torno al 2,5 y 5%. Basado en este dato para tener la “seguridad” de que no surgiera un nuevo rebrote con las características tan catastróficas como la que hemos pasado, y evitar que en caso de nuevo rebrote de contagio este no se hiciera de manera exponencial como sucedió, si no de manera lineal, de acuerdo con los distintos comportamientos de las funciones lineales y exponenciales, derivado de la diferencia en su tasa de variación constante o variable, necesitaríamos para que el número de potenciales nuevas infecciones fuera la unidad, un número de pacientes autoinmunizados, (previamente contagiados y curados), es decir una inmunidad de grupo, del 5% de la población como mínimo.
Esto supone en Madrid, con una población de 6.600.000 habitantes, la necesidad de un total de 330.000 infectados ya curados e inmunizados, y en España con 47 millones de habitantes un total de 2.350.000 pacientes infectados ya curados e inmunizados. Con estas cifras podríamos estar tranquilos al poder frenar el crecimiento exponencial de un nuevo rebrote de la infección.
Por ello
la desescalada y la salida del estado de aislamiento social y de confinamiento se debe de realizar mediante un proceso flexible y gradual, de manera diferente en cada una de las comunidades autónomas, y con una planificación de base no política si no sanitaria y con datos epidemiológicos y diagnósticos reales, dependiendo de factores tanto biológicos, como sociológicos y ambientales que repercuten directamente en la velocidad de propagación y el numero de contagios, como son el nivel de defensas individual a nivel inmunológico, los recursos sanitarios tanto humanos como estructurales y la probabilidad de transmisión dependiente directamente de la densidad de población, lo que altera el número básico de reproducción, es decir el valor promedio de nuevos contagios potenciales por persona contagiada.
Para realizar la salida de la fase generalizada de aislamiento en la que nos encontramos e intentar recuperar un poco la normalidad, todo debe de empezar con la aplicación de las medidas básicas ante cualquier enfermedad, y preguntarnos ¿Quién está infectado?, y para ello son fundamentales, algo tan elemental, como son las
pruebas de diagnóstico para poder detectarlo.
Está claro que existe una disparidad importante entre los datos de las diferentes comunidades autónomas, estando los principales
focos de la epidemia en España, con un mayor número de personas con test positivo en Madrid con 70.651 casos, Cataluña con 57.125 casos, Castilla y León con 24.379 casos y Castilla La Mancha con 24.331 casos, y con una mortalidad reportada muertos en centros hospitalarios- de 8.809 casos en la Comunidad de Madrid, y 5.882 casos en Cataluña.
El Ministerio de Sanidad ha publicado recientemente los nuevos datos sobre el coronavirus y en las últimas 24 horas han fallecido 138 pacientes más por Covid-19.
Además, este viernes se ha producido el pico de contagios de esta semana, ya que han sido confirmados por PCR 549 nuevos casos de coronavirus en España, con una incidencia acumulada en los últimos 14 días de 70,64 en Castilla y León, 68,73 en Cataluña y 51,97 en Madrid y Navarra, según datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad de este índice que agrupa los casos de los últimos 14 días por cada 100.000 habitantes.
Como vemos,
la batalla, aunque ya casi está en nuestras manos, todavía no está ganada y la guerra aún acaba de comenzar. ¿Cómo podemos salir de este escenario de guerra mejor parados? Hay tres potenciales escenarios que se pueden afrontar ante una epidemia. De los tres escenarios posibles existe un escenario 1, llamado de “inmunidad de grupo”, que es el más agresivo e irresponsable, modelo inicialmente adoptado en un primer momento por el gobierno británico y que afortunadamente abandonó de manera rápida debido al número tremendo de contagios y muertes provocadas. Un escenario 2, llamado de “mitigación y confinamiento”, aislando a la gente de manera prolongada hasta que la pandemia disminuya de forma natural en número de muertos y nuevos contagios, que fue el modelo por el que optó España. Y un escenario 3, el más inteligente y el adoptado por países como China, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Portugal y Alemania, de “diagnóstico precoz y confinamiento selectivo”, con realización masiva de pruebas diagnósticas serológicas y moleculares, para aislar solamente de manera selectiva y no multitudinaria, a los potenciales focos de contagio.
Este escenario 3 de “diagnóstico precoz y confinamiento selectivo”, y su planteamiento estratégico, es el que metodológicamente parece más razonable y sensato, tanto a nivel sociológico como económico, modelo que reinicia las actividades sociales y económicas de manera más precoz, sensata y el único con garantías sanitarias.
Nuestro modelo por el contrario conlleva, como estamos viendo, grandes repercusiones sanitarias con pérdidas de vidas humanas, económicas, psicológicas y sociales negativas y carece de garantías sanitarias, con el gran riesgo de desencadenar, como estamos desgraciadamente viendo, tanto por agotamiento físico como psicológico, una relajación por parte de los ciudadanos durante la fase de desescalada, con falta de medidas de protección totales y con el riesgo de poder originar un nuevo rebrote de la enfermedad con consecuencias catastróficas, como podría ser la aparición de un rebrote con un nuevo colapso del Sistema Sanitario y un nuevo incremento del numero de contagios y su mortalidad asociada.
En este escenario 2 en que actualmente nos encontramos, se deben de realizar tanto las
pruebas moleculares, la RT-PCR, denominada de reacción en cadena de la polimerasa, como las pruebas serológicas de inmunoglobulinas, de una manera escalonada, con cobertura amplia y de manera repetida a la población, siendo recomendable la evaluación de la prueba de detección de antígeno del coronavirus, semanalmente a todo el personal sanitario, con estricta cuarentena y confinamiento de aquellos positivos y potenciales focos de contagio.
Según un estudio realizado en la
Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong en Wuhan, estimaron que al menos el 59% de los individuos infectados estuvieron haciendo vida normal y potencialmente contagiando, lo que implica que las personas infectadas pueden ser muy contagiosas aún cuando estén asintomáticos o su sintomatología sea muy leve.
Se debería de realizar la prueba molecular a todo paciente sintomático, para diagnosticarlo, aislarlo y tratarlo. Al resto de la población este “test de diagnóstico molecular” solo sería necesario en aquellas personas con sospecha de infección, aún estando asintomáticas, o a aquellas que en su día tuvieron una PCR positiva tanto con síntomas leves como graves y que en el momento actual desconocen si ya han pasado de estar infectados a la fase de curación con anticuerpos.
Posteriormente, se deben de ir realizando de forma gradual al resto de la población -por el coste de oportunidad que ello conlleva- los “test serológicos” de detección de anticuerpos, para determinar la presencia o no de inmunidad y defensa frente al virus.
De esta manera, aquella parte de la población con determinación de anticuerpos IgG positivos), y “autoinmunizados” podrían iniciar las actividades sociales, educativas y económicas sin ningún tipo de restricción. El resto de los ciudadanos con una PCR negativa, pero sin anticuerpos declarados (IgG negativa, IgM negativa), podrían también iniciar la actividad, pero con estrictas medidas de precaución (guantes y mascarilla).
Sin hablar del
coste humano que supondría una nueva reactivación de la transmisión viral, en cuanto a perdidas de vida y patologías crónicas derivadas de las complicaciones inherentes de la enfermedad Covid-19, al coste elevado de los medicamentos empleados en su tratamiento, y al consumo de los recursos estructurales y humanos empleados, a nivel económico, el coste de realizar estas determinaciones tanto serológicas como moleculares, si se hiciera un análisis de evaluación económica, tanto mediante un coste-beneficio -en unidades monetarias-, como mediante un análisis coste-efectividad -midiendo los resultados en vidas salvadas- o mediante un análisis coste-utilidad – midiendo los resultados en QALY, valorando los años de vida ganados ajustados a la calidad-, el coste de las pruebas diagnósticas sería menor comparado con el consumo de recursos sanitarios empleados en el tratamiento de los potenciales pacientes afectados.
Además de esta manera rápida operativa, la economía se reactivaría de manera inmediata, con mejora del bienestar social, físico y mental y disminución de la tasa de paro.
El inicio del programa se podría hacer de forma escalonada y rápida, realizando las determinaciones en primer lugar al
personal sanitario de atención primaria y al de atención especializada hospitalaria, así como al personal sociosanitario trabajador en las Residencias de Ancianos y al personal de las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado, personal todo él clave para evitar un colapso sanitario, y personal necesario de combate en primera línea de batalla, ante un posible rebrote, siendo además potencial fuente directa de contagio en caso de ser portadores y estar infectados.
En segundo lugar, habría que hacerlo al
personal más productivo del sector industrial, y al sector de la investigación biomédica que está trabajando en el campo de investigación de nuevos diagnóstico, tratamientos y vacunas potenciales.
En tercer lugar, después del verano, al
personal de la educación y a la población escolar y universitaria.
¿Qué pasa con los niños? ¿Estamos subestimando, como parece, por declaraciones de los responsables del Gobierno, su capacidad para desarrollar contagios? En un estudio con mas de 2000 niños infectados y con test positivos de coronavirus en China se ha visto que el 56% tenían solamente sintomatología muy leve o eran asintomáticos.
En aquellas personas positivas con inmunoglobulinas IgM positivas con o sin anticuerpos IgG además del periodo de cuarentena y de la obligación de seguir con confinamiento, bien en su casa o en hoteles habilitados, habría que implementar medidas estrategias complementarias, incluyendo el absolutamente necesario rastreo de contactos.
Para este objetivo sería también útil disponer de una base de datos centralizada de los pacientes previamente infectados y sin anticuerpos IgG y de implementar medidas tecnológicas de conectividad inalámbrica en aplicaciones, que pueden ir desde dispositivos de interfaz humana (HID) hasta sensores remotos para internet de las cosas (IoT), mediante estándares basados en una interfaz de radiofrecuencia, tales como Wi- Fi, Bluetooth o el de alta seguridad ZigBee. Aplicaciones informáticas debidamente controladas y manejadas solo desde el ámbito sanitario, para poder detectar la presencia en un circulo cercano de un potencial foco de contagio.
A nivel económico
este coste en pruebas diagnósticas, se podría considerar más una inversión a nivel de país que un propio gasto. En España según datos oficiales del Ministerio de Sanidad, hasta el 7 de mayo, se han realizado un total de 1.625.211 pruebas diagnósticas PCR, lo que supone una tasa de 34,51 por cada 1.000 habitantes.
Si ponemos un coste medio por prueba molecular de PCR de reacción en cadena de la polimerasa de 25 euros esto supondría un total de 40.630.275 euros. Adicionalmente a estas pruebas diagnósticas PCR realizadas, las comunidades autónomas informan que se han realizado un total de 842.550 test de anticuerpos, lo que significa una tasa de tan solo 17,89 por cada 1.000 habitantes. Si ponemos un coste de 15 euros por prueba esto supone un coste de 12.638.250 euros. En total 53.268.525 euros.
Si comparamos estas cifras solamente con el coste por día de un paciente ingresado a nivel hospitalario en una cama normal (400 euros de media) y en una cama de UCI en España (2.000 euros de media), el coste que ha supuesto el ingreso de los 124.225 casos que han requerido hospitalización por el coronavirus hasta el 15 de mayo en España (datos consolidados a las 21:00 horas del 13.05.2020), y el coste de los 11.464 casos que han requerido de ingreso en UCI, han supuesto un total de un coste de 49.690.000 euros y 22.928.000 euros respectivamente, lo que supone un total de 72.618.000 euros.
Solamente el coste-beneficio en unidades monetarias, sin entrar en análisis más profundos de vidas y años de vida salvados o de años de vida ajustados a la calidad ganados, la ventaja está más que clara.
De acuerdo con los
cálculos del Banco Asiático de Desarrollo (BAD), el coronavirus reducirá la producción del planeta entre 2,3% y 4,8% del producto global bruto, pero hay países como México, Italia, o España cuya destrucción de riqueza, según el Fondo Monetario Internacional, podría duplicar ese número. La dirección del BAD advirtió que la pandemia “amenaza con retrasar severamente las ganancias económicas, sociales y de desarrollo en Asia y el Pacífico, revertir el progreso en la reducción de la pobreza y llevar a las economías de algunos de los países que viven principalmente del turismo, incluso a la recesión”, motivo por el que recientemente triplicó su respuesta a la pandemia Covid-19, y destinará a los países en desarrollo de la región 20.000 millones de dólares en vez de los 6.500 millones inicialmente previstos. ¿Qué postura adoptará el Gobierno de España?
En investigación en 2018, España invirtió el 1,24% de su PIB en investigación interna y comparativamente Alemania el 3,13% de su PIB. Esto en cifras absolutas indica que España invirtió 14.907 millones y Alemania 104.678 millones, siete veces más, siendo el PIB en Alemania (2018) de 3.344.370M.€, con un PIB per cápita de 40.340€ y en España de 1.202.193M.€, con un PIB per cápita de 25.730 €. Las diferencias son abismales y están claras. También son abismales las cifras de mortalidad por el coronavirus. Alemania con 83 millones de habitantes tiene 7.960 muertes oficialmente registradas, lo que supone 95 muertes por millón de población y España con 47 millones de habitantes, prácticamente la mitad de población que Alemania tiene 27.459
muertes oficialmente registradas, lo que supone 584 muertes por millón de población (6,14 veces más de casos).
Hay que invertir más en sanidad y en investigación tecnológica. No podemos permitirnos entrar en un nuevo brote epidémico y de nuevo tenemos que aprender de lo que ya está pasando con los nuevos brotes que han aparecido en países como Corea del Sur, China y Singapur en el lado asiático o como recientemente en Alemania.
Corea del Sur fue uno de los primeros países en combatir de manera ejemplar y con éxito la primera oleada de la epidemia de coronavirus, con medidas de diagnóstico precoz masivo y de distanciamiento social, logrando combatir eficazmente la batalla contra el coronavirus con poca mortalidad reportada. No obstante, al iniciar la fase de desescalada ya han surgido nuevos focos de contagio.
En China ha pasado lo mismo y después de un control rápido y efectivo de la epidemia con medidas de aislamiento y realización de “test de diagnóstico” masivos lograron controlar la epidemia, pero en la fase de desescalada han surgido también nuevos brotes en dos de sus grandes ciudades, en Wuhan, epicentro mundial de la epidemia y en la ciudad de Shulan.
En Alemania ha sucedido igual y durante este fin de semana han aparecido brotes en varios condados, superando las 50 nuevas infecciones por coronavirus por cada 100.000 habitantes, superando los índices adoptados por el gobierno federal alemán para introducir medidas de confinamiento en esos condados.
Solo tenemos que mirar a estos países y a Singapur, que a principios de abril tenía menos de 2.000 casos, y ahora tiene más de 23.000, para darnos cuenta de los
riesgos potenciales que tenemos si nos relajamos.
Estamos en un estado de total incertidumbre. Y aunque tenemos un índice de nuevos casos infectados por día bajo, la población la considero demasiado relajada. Hoy sábado 17 de mayo, todavía con 2138 nuevos casos y 104 muertos -según datos consolidados de la plataforma Worldometer-, aunque son pocos casos absolutos a nivel global para una población de 47 millones de habitantes, son muchos casos para estar relajados.
En Madrid con 95 casos por día tenemos una tasa de 1,4% de casos por 100.000 habitantes, menor que la tasa media de España con un 3,6% de casos por 100.000 habitantes, pero no estamos preparados.
Al tratarse de un virus nuevo, todavía no disponemos de las armas indispensables y necesarias.
No disponemos ni de un tratamiento efectivo y específico adecuado para combatir esta enfermedad, ni tenemos todavía la suficiente inmunidad adquirida para evitar un rebrote exponencial, ni tampoco disponemos de una vacuna, ni previsiblemente dispongamos de ella, hasta dentro de año y medio o dos años. Lo único que podemos hacer es mitigar el proceso, diagnosticar las personas infectadas, aislarlas y tratarlas.
Necesitamos tiempo para prepararnos ante un nuevo brote potencialmente previsto para el otoño y poder adquirir los equipos necesarios, preparar las suficientes camas de UCI con respiradores adecuados y preparar al personal cualificado, incluso poder
recuperar parte del personal sanitario válido, como personal médico y de enfermería, totalmente capacitados, pero por imperativo de edad actualmente jubilados.
Necesitamos
incrementar y tener en la reserva nuestros recursos humanos especializados necesarios para poder atender correctamente un potencial nuevo brote de la epidemia. Necesitamos incrementar tanto la compra como la capacidad de producción de mascarillas, equipos de protección individual para los sanitarios y fuerzas armadas y de seguridad del estado, incrementar al número de camas de UCI, con respiradores y personal cualificado adecuados, así como dotarnos de material de ECMO, equipos de inmunoadsorción y otros dispositivos clave para poder reducir la tasa de letalidad tan elevada, en caso de ser necesario.
Como comenté recientemente en mi artículo
¿Estamos cerca o lejos de vencer a la pandemia ocasionada por el coronavirus? del pasado 16 de marzo, recordando a Charles Rosenberg: "Las epidemias comienzan en un momento en el tiempo, avanzan en un escenario limitado en espacio y duración, siguen una línea argumental de tensión reveladora creciente, avanzan hacia una crisis de carácter individual y colectivo, y luego derivan hacia el cierre". Este drama que empezó en China y luego en muchos países del mundo, desgraciadamente es un drama en varios actos y todavía no ha terminado.
Como hacía referencia en el citado artículo “las epidemias proporcionan un dispositivo de muestreo para el análisis social. Revelan lo que realmente le importa a una población y a quién realmente valoran, siendo un aspecto dramático de la respuesta epidémica el deseo de asignar responsabilidad. Este discurso de culpa explota las divisiones sociales existentes de religión, raza, y clase. Luego, los gobiernos responden desplegando su autoridad, lo que incrementa el conflicto social”.
En conclusión, como dijo con razón
Benjamin Franklin en 1736: “una onza de prevención vale una libra de tratamiento”.
De acuerdo al modelo epidemiológico SIR de
Kermack-McKendrick, de valoración de la población susceptible de ser infectada (S), la población infectada (I) y la población curada con inmunidad adquirida (I), viendo el punto umbral que separa el crecimiento de una epidemia a su fase de extinción, afortunadamente en España, hemos pasado ya de la fase inicial de la epidemia con un número exponencial de nuevos casos infectados diarios, número exponencial derivado de la tasa básica de reproducción (Ro) bajo y estamos en la fase de extinción.
Pero como dijo
William Shakespeare: “Oft expectation fails, and most oft there where most it promises; and oft it hits where hope is coldest, and despair most fits.”, lo que viene a decir que: “A menudo la expectativa falla, y más a menudo allí donde más promete y a menudo golpea donde la esperanza es más fría, y la desesperación todavía es mayor";. Las medidas de confinamiento deberían relajarse gradualmente para mantener la tasa (Ro) de potenciales focos de contagio por debajo de 1, en el umbral más bajo.
Estemos prevenidos y actuemos en consecuencia. Conocer la tasa o proporción de casos asintomáticos y de casos leves, es un punto fundamental para el manejo de esta epidemia. Hay que saber quienes son los potenciales focos de contagio para tratarles y mantenerlos controlados. Hay que invertir más en investigación biomédica y tecnológica.
Hay que buscar un tratamiento específico eficaz y una vacuna, bien identificando los anticuerpos más efectivos contra el nuevo coronavirus y fabricarlos de manera sintética en un laboratorio, o bien a través de una vacuna de ARN mensajero que pueda convertir a nuestro cuerpo en un laboratorio autólogo, pero mientras tanto hagamos las cosas con sentido común y rigor científico, no basado en decisiones puramente políticas y miremos con sabiduría y humildad, y aprendamos de los errores cometidos en epidemias anteriores y de países que ya han pasado por las etapas en las que ahora nos encontramos.