Los orígenes remotos del modelo sanitario en Cataluña han forjado una manera de prestar este servicio a sus ciudadanos de indudable influencia en el resto de España. No en vano, el hecho de que esta comunidad autónoma fuera pionera en recibir del Gobierno central las competencias en la materia, en 1981, hizo que se sentase un precedente en el mismo proceso para el resto de las autonomías.
En efecto, la ausencia del cariz finalista de las partidas de dinero público que cada gobierno regional recibe del Ejecutivo central para servicios básicos como la sanidad (es decir, la obligación de que el presidente de cada autonomía lo utilice para cubrir capítulos concretos de esa demanda) perdura como una asignatura pendiente desde hace 33 años y halla su raíz en el caso específico de Cataluña, como así lo argumentan algunos investigadores (Rey del Castillo: Políticas Sanitarias en España: pasado, presente y futuro del sistema sanitario español (…), 2010).
A partir de este hecho, la escisión del país catalán que este jueves se reivindica de forma explícita con la celebración de la Diada lleva a plantearse que, en el terreno de la sanidad, la consecución de un acuerdo interestatal resultaría difícil de consensuar en el mejor de los casos. Si en la España democrática no ha habido tiempo suficiente para firmar un pacto fiscal que repercuta en la asistencia sanitaria conforme a los intereses de ambas partes, la hipotética separación catalana no mejoraría el ambiente de negociación en el campo de la sanidad, pues, a buen seguro, la cuestión territorial ya supondría per se suficiente dificultad para ponerse de acuerdo.
Por otra parte, la gestión en los últimos años del consejero de Salud, Boi Ruiz, ha concentrado el esfuerzo en mantener a flote el histórico modelo catalán y, él en concreto, en momento alguno se ha posicionado a favor ni en contra de un Estado independiente. Por el contrario, ha racionado el dinero disponible y se ha mostrado abierto a la cooperación con otros consejeros del ramo, claves del éxito de su perfil en un contexto político nada fácil para preservarlo.
La sanidad, más que ningún otro ámbito, advierte de que conviene permanecer unidos frente a la enfermedad crónica asociada a la población envejecida, verdadero drama previsto de aquí a pocos años que no entendería de fronteras adicionales.