El Ministerio de Sanidad está comprometido con una
descarbonización cuidadosa del Sistema Nacional de Salud que reduzca su
impacto ambiental garantizando tanto la
seguridad del paciente como su confianza en el sistema sanitario. Un ejemplo concreto de este enfoque son las
nuevas recomendaciones sobre prescripción sostenible de inhaladores, elaboradas por el Ministerio de Sanidad en colaboración con las sociedades científicas del ámbito de la Neumología, Alergología e Inmunología clínica, de la Atención Primaria, de la Pediatría, de Enfermería y de la Farmacia hospitalaria.
Los
inhaladores presurizados son en muchos casos insustituibles en el tratamiento del asma y de la
enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Sin embargo, representan una parte significativa de la huella de carbono de nuestro sistema sanitario. Según el NHS, el uso de inhaladores
podría suponer el 3 por ciento de su huella de carbono global, lo que implicaría el 12 por ciento de las emisiones directas y de las derivadas por el consumo de energía del sistema sanitario .
En muchos casos, aunque no en todos los pacientes y situaciones, existen alternativas con baja huella de carbono como los
inhaladores de polvo seco (DPI) o de niebla fina (SMI) y actualmente varias empresas están desarrollando inhaladores presurizados con baja de huella de carbono, aunque ninguno esté autorizado a día de hoy.
Por supuesto, la transición hacia alternativas más sostenibles debe realizarse
sin comprometer la calidad asistencial, pero también tiene que evitar que los pacientes que se ven obligados a utilizarlos por necesidad se sientan
señalados o estigmatizados por usarlos, sin dar la sensación de que a un paciente no se le prescribirá el inhalador que más le conviene por motivos medioambientales.
De hecho, una prescripción más sostenible de inhaladores no debe centrarse exclusivamente en qué dispositivo concreto se prescribe a un determinado paciente, sino que tiene que adoptar un punto de vista más holístico.
"La decisión de prescribir un dispositivo concreto debe ser individualizada y consensuada con el paciente, priorizando siempre el criterio clínico"
|
Eso implica partir, en primer lugar, de confirmar adecuadamente los diagnósticos, evitando sobrediagnósticos que implican el uso de inhaladores de manera innecesaria así como
infradiagnósticos que generan, en pacientes no diagnosticados adecuadamente, visitas a urgencias, ingresos hospitalarios y un
mayor uso de inhaladores de rescate (para los cuales actualmente no hay alternativa de baja huella de carbono). Para ello es importante utilizar, cuando sea posible, pruebas de función pulmonar para confirmar el diagnóstico y revisar si la situación respiratoria del paciente requiere mantener el uso de inhaladores.
En segundo lugar, el documento elaborado por el
Ministerio de Sanidad y las sociedades científicas asume que tanto a nivel clínico como ecológico el mejor inhalador posible siempre es aquel que contribuye a conseguir un control óptimo de la enfermedad respiratoria, mejora la adherencia del paciente y minimiza las complicaciones derivadas de la descompensación de la enfermedad. De hecho, un mal control de la patología respiratoria puede resultar en un mayor impacto ambiental debido al incremento en el uso de inhaladores de rescate y visitas a urgencias.
Por este motivo, la decisión de
prescribir un dispositivo concreto debe ser
individualizada y consensuada con el paciente, priorizando siempre el criterio clínico. Dicho esto, las recomendaciones desarrolladas por el Ministerio y las sociedades científicas establecen que ante nuevos diagnósticos, y siempre que las características del paciente y su situación clínica lo permitan, se deben priorizar los inhaladores de menor de huella de carbono: actualmente los de polvo seco (DPI) o de niebla fina (SMI), en espera de los nuevos inhaladores presurizados bajos en carbono en desarrollo. No obstante, a día de hoy, existen una serie de circunstancias, como en pacientes con bajo flujo inspiratorio o ante broncoespasmos, en las que no existen alternativas para inhaladores presurizados.
No obstante, el documento recomienda no cambiar el inhalador en pacientes controlados por motivos exclusivamente medioambientales, ya que un cambio inadecuado que produjese una
descompensación de la enfermedad no solo tendría consecuencias clínicas negativas, sino también ambientales por un mayor uso de recursos sanitarios.
Sea cual sea el inhalador prescrito, es crucial reforzar la educación terapéutica en el manejo de inhaladores para aumentar la adherencia y efectividad. Algunos estudios muestran que
los inhaladores se usan de forma inapropiada hasta en un 71 por ciento de las ocasiones. Una técnica inhalatoria correcta no solo mejora el control de la enfermedad, sino que contribuye indirectamente a reducir el impacto ambiental al optimizar su uso.
El reciclaje es otro aspecto crucial que no podemos ignorar. Aproximadamente el 30 por ciento de la
huella de carbono de los inhaladores presurizados se produce después de su uso. Sin embargo, menos de la mitad de los pacientes
depositan sus dispositivos usados en los puntos SIGRE de las farmacias, una práctica que debemos fomentar activamente desde administraciones, profesionales y asociaciones de pacientes.
En la actualidad la industria farmacéutica está respondiendo a este desafío desarrollando inhaladores presurizados con gases propelentes de menor impacto ambiental, que podrían reducir su huella de carbono hasta en un 90 por ciento. Aunque estos productos
aún no están disponibles en el mercado supondrán una herramienta adicional que permitirá una
prescripción sostenible de inhaladores en situaciones para las que no se dispone de una alternativa con baja huella de carbono.
Este documento es una muestra de que es posible avanzar en la descarbonización del sistema sanitario con cuidado, poniendo al paciente en el centro de la misma y sin comprometer la calidad asistencial. Como señalamos en nuestro artículo anterior, el camino hacia un SNS más sostenible requiere de un equilibrio delicado entre la acción climática y la seguridad del paciente. Porque si bien es cierto que no hay personas sanas en un planeta enfermo, tampoco podemos permitir que la transición ecológica ponga en riesgo la salud de quienes más necesitan estos tratamientos.