Hasta finales del siglo XIX no había surgido ningún interés por cuidar a los recién nacidos prematuros para que sobrevivieran. Sin embargo al final de la guerra franco-prusiana (1817), la población estaba tan devastada que en París se reconoció la necesidad de tratar a los recién nacidos enfermos. Hacia 1880, Tarnier, un obstetra francés, desarrolló la incubadora, que entre otras ventajas permitía mantener caliente al niño prematuro. Con la implantación de los cuidados en incubadora se redujo la mortalidad de los niños prematuros al 50%. Cuando se comenzó este tipo de cuidados las madres estaban con sus hijos, al lado de la incubadora, y les alimentaban al pecho. Unos años después el doctor Couney demostró la efectividad de la incubadora en la Exposición Tecnológica de Berlín. Los médicos alemanes permitieron a Couney utilizar niños prematuros dentro de las incubadoras durante el tiempo de la Exposición. Couney cobraba entrada para permitir que el público viera a los niños prematuros dentro de las incubadoras. No permitía que las madres cuidaran de sus hijos porque eran mujeres pobres y pensaba que su aspecto no era adecuado para estar cerca de un avance tecnológico tan sofisticado. Esta misma situación se reprodujo en Estados Unidos. Aunque estas exposiciones tenían únicamente carácter comercial, el método Couney para atender a niños prematuros se instauró en muchos hospitales europeos y norteamericanos. Los principios del cuidado eran la limpieza, la esterilidad y la exclusión de la madre del cuidado del niño, apartándose así de las líneas de cuidado que había propuesto en un principio Tarnier que siempre había contado con la colaboración de las madres en el cuidado de sus hijos ingresados.
Así, sin ningún tipo de control ni de estudio científico, e imitando lo que se había hecho en una exposición de tecnología de carácter comercial, quedó instaurado un tipo de cuidado que mantenía alejados a los padres del niño. En la década de los 70 del siglo pasado, en la Universidad de Stanford, Barnett y sus colaboradores se cuestionan la práctica que hasta entonces se había mantenido en relación a los padres. Considera que este alejamiento de los padres produce sufrimiento y dificulta la relación con su hijo. Este equipo de neonatólogos abrió las puertas de las unidades neonatales para que las madres pudieran estar cerca de sus hijos y por primera vez desde que Couney instaurara su modelo de cuidado, se permitió que contactaran con sus hijos de forma precoz y que ayudaran en su cuidado. La entrada libre de los padres en las unidades neonatales y su mayor implicación en el cuidado de sus hijos se extendió rápidamente por casi todas las unidades de Estados Unidos, Canadá, Australia y Europa occidental salvo España e Italia.
Actualmente la implicación de los padres en el cuidado de sus hijos recién nacidos ingresados es uno de los pilares de la atención neonatal. Para ello se precisa que las unidades neonatales estén abiertas a los padres las 24 horas del día y de esta forma se facilitará la lactancia materna y el cuidado canguro así como el papel de los padres como cuidadores de sus hijos. La implicación de los padres en el cuidado de su hijo acorta la estancia en el hospital y es importante para la relación de los padres con su hijo. Las políticas de puertas abiertas y la actitud de apoyo de los profesionales en las unidades neonatales son fundamentales para ayudar a los padres a sobrellevar el sufrimiento y los sentimientos de alienación que tienen después del nacimiento de su hijo prematuro. Los estudios que se habían realizado en Europa mostraban cómo la entrada libre de los padres no era todavía una práctica uniformemente aceptada en España, sin embargo se ha avanzado mucho en los últimos años. Según los resultados de una encuesta realizada en España en el año 2012, el 80% de las unidades neonatales de mayor complejidad permiten ya la entrada libre de los padres aunque todavía queda pendiente que los padres tengan un papel activo de cuidadores dentro de las unidades de cuidados intensivos neonatales. Los padres que se implican en el cuidado pasan de preocuparse a ocuparse, se sienten más satisfechos porque realmente están haciendo lo que creían que iban a hacer tras el nacimiento de su hijo: cuidar.
El que la madre permanezca al lado de su hijo, sin separaciones, ha garantizado la continuidad de la especie humana. Pocos argumentos más deberían darse para que padres e hijos puedan estar juntos, aunque el niño precise de cuidados especiales. Sin embargo se han demandado estudios científicos para que demostraran los beneficios de la entrada de los padres en las unidades neonatales. Este aspecto, en los países nórdicos, no se considera que tenga que ver con la atención sanitaria sino que se reconoce como un derecho civil y los profesionales sanitarios no lo cuestionan. En España, recientemente, se ha acordado en el Consejo Interterritorial un acuerdo para impulsar y armonizar la humanización de la asistencia en las unidades de cuidados intensivos pediátricas y neonatales del Sistema Nacional de Salud. En el primer punto de este acuerdo se recoge: “Establecer una política institucional que garantice que los niños y niñas hospitalizados en las UCIs pediátricas y neonatales puedan estar acompañados por su madre, padre o familiar, reconociendo el papel esencial que tienen durante el ingreso del menor”. A partir de ahora, tras la firma de este acuerdo, todo debería ser más fácil para las familias. Las barreras que impiden el acceso libre de los padres a sus hijos enfermos tendrán que ir cayendo.