La semana pasada desde lDIS organizamos un evento en el que prestigiosos especialistas de la pediatría y la medicina preventiva expusieron sus argumentos científicos para tener un calendario vacunal de máximos, homogéneo para toda la población. Yo, como no puede ser de otra forma, no tengo los conocimientos ni argumentos científicos o epidemiológicos para poder posicionarme a favor o en contra de esta u otra postura y no tengo, ni mucho menos, ningún interés económico o empresarial que pueda motivar mi opinión, sobre todo porque la vacunación obligatoria no está dentro del marco de actuación de la sanidad privada, que es el entorno en el que desarrollo mi profesión como director general de un grupo hospitalario privado.
Pero por mi condición de médico, seguir el día a día de las cuestiones de política sanitaria y conocer lo que respecta a la insuficiencia del sistema sanitario público para, según dice la Ley, dar una cobertura sanitaria en condiciones de igualdad en el acceso y en las prestaciones a toda la población, estoy de acuerdo en que hay que acotar determinadas prestaciones sanitarias que van más dirigidas a satisfacer necesidades que en realidad obedecen a cuestiones sociales. Estos recortes de prestaciones se deben realizar para aquellas técnicas o procedimientos que hayan quedado desfasados por otros que sean más eficientes o simplemente porque se determine que los nuevos cambios en las necesidades de la demanda sanitaria de la población hacen que prestaciones que antes eran más importantes se vean desplazadas por otras que en el momento actual son prioritarias.
En mi opinión, en lo referente a la cobertura vacunal, concurren dos motivos por los que la administración pública no debe realizar recorte alguno:
1 - La prevención. Sobra decir que la prevención es la primera arma de la que disponemos, bien sea porque detecta precozmente procesos que más adelante serán mucho más caros, bien porque disminuye la aparición de enfermedades en el futuro, contribuyendo a controlar el crecimiento del gasto sanitario que estamos sufriendo en la actualidad. En concreto, gran parte del incremento del gasto sanitario que estamos necesitando en la actualidad es para cubrir la demanda de la población, íntimamente relacionada con las posibilidades que la innovación tecnológica y científica ofrecen en la curación y cronificación de procesos que antes eran mortales, sin que se haya incidido realmente en una política de prevención de enfermedades crónicas acorde con el incremento de la esperanza de vida que se está produciendo. La generación de nuestros padres es posiblemente la primera generación que se está beneficiando de estos avances pero, sin ánimo de reprocharles nada porque obviamente no eran conocedores de lo que iba a avanzar la ciencia y la técnica, no han hecho un especial énfasis en los grandes beneficios que ofrece el conocimiento de las normas de prevención y cuidado de la salud y han llegado a esas edades avanzadas con muchos más achaques de los que un sistema sanitario como el nuestro se puede permitir. Es deseable que nuestra generación y las venideras, con una correcta política de prevención, podamos llegar a esas edades en situaciones de salud mucho mejor y así podamos contribuir a controlar o incluso, ¿por qué no?, a tratar de disminuir ese exceso de gastos.
2 - Los niños. Con los niños todos los esfuerzos deben ser pocos, en primer lugar por una cuestión de humanidad y compromiso social y en segundo lugar y más egoístamente porque, dadas las bajísimas tasas de natalidad que tenemos, no solo necesitamos que se curen, si no que tienen que curarse y desarrollarse como adultos sanos.
La sociedad española tiene que tener la madurez y el compromiso suficiente como para hacer frente a la realidad y darse cuenta de que el sistema sanitario no puede ser el garante de la salud y también de las necesidades sociales de la población - más si cabe porque ya actualmente a las personas con problemas de dependencia las tiene absolutamente desprotegidas - pero, en mi opinión, los recortes no deberían darse en el calendario vacunal porque haciéndolo se da a entender erróneamente que la prevención no es materia prioritaria en nuestro sistema y porque los niños deberían de ser los únicos exentos de sufrirlos.