Javier Barbado. Madrid
Apenas media docena de empresas sanitarias españolas ha sido finalista o ganadora de los premios que concede la Fundación Europea de Gestión de la Calidad (o EFQM por sus siglas en inglés) y ello se debe, en opinión del entrevistado, a que necesita que la "liga nacional’ las prepare para jugar en la ‘Champion’s League’, si seguimos el símil futbolístico utilizado por este directivo de origen escocés y que trabaja en la actualidad en Bruselas en calidad de Chief Operating Officer. Redacción Médica ha aprovechado su visita a la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, en la que ha hecho entrega del Reconocimiento Internacional de Excelencia EFQM 5 Stars a su cúpula directiva y a su personal, para analizar la historia evolutiva de la EFQM y su funcionamiento en la práctica por medio de equipos evaluadores independientes.
El director de Operaciones y consejero delegado de la EFQM, Matt Fisher. |
¿Cuándo se crea la fundación EFQM y con qué fines?
La fundación se creó en 1989, pero el modelo como tal nació en 1992. Un presidente de la Unión Europea contactó con los máximos directivos de empresas europeas y les transmitió que debían responder a la competencia procedente de Estados Unidos y Japón.
Este presidente insistió en la importancia de que [la fundación] no tuviera un carácter político y que fuera independiente. De este modo, no hay financiación por parte de la Comisión Europea sino que, realmente, procede de la propia fundación a partir de las cuotas anuales y además de la que llega por medio de los libros y programas de formación que se llevan a cabo.
¿Quiénes aportan esas cuotas?
Tenemos unos 450 miembros entre los que están grandes empresas como BMW o Bosch aunque, realmente, cualquier organización puede ser miembro: desde escuelas a otras organizaciones educativas o incluso hospitales. Tenemos además una red de partners o socios, los cuales nos ayudan a trasladar y traducir los mensajes de la asociación hasta el nivel local. Socios hay 30, tanto en Europa como en otros continentes.
¿Cómo garantiza la fundación la independencia de los equipos evaluadores?
El proceso consiste en una revisión o evaluación por parte de los propios colegas de la profesión y, además, reclutamos a otras organizaciones parecidas a la nuestra para que participen en este proceso. Estos equipos evaluadores son de composición mixta y sus miembros reciben formación acerca de cómo evaluar a las organizaciones y no son solo médicos, lo cual proporciona una adecuada altura de miras.
Hasta la fecha, una clínica, dos hospitales, dos organizaciones de servicios sanitarios y un fabricante de productos químico-farmacéuticos, todos ellos españoles, han sido finalistas o bien ganadores del Price de la EFQM. Este dato, ¿sitúa a España en buena posición?
Existen entidades que se están organizando con vistas a presentarse al premio y están trabajando con el modelo. Existen premios nacionales en Alemania y Reino Unido, por ejemplo, basado en el Modelo y por ello estos países ven la EFQM como la “liga de campeones”, en tanto que sus certámenes equivaldrían a las “ligas nacionales”. En España en el País Vasco existe un premio al que pueden optar las organizaciones y que las prepara para aspirar más tarde al de la EFQM.
Es cierto que, en España, unas pocas entidades sanitarias han sido reconocidas por la EFQM. Sin embargo, este número no es más elevado en otros países europeos por lo que se trata más de un problema sectorial que de España.
La Clínica Tambre, dedicada a la fertilidad, ha sido finalista por dos veces en 2005 y 2008. ¿Destaca España en este campo más que otros países europeos?
Nunca ha habido una clínica u hospital que haya obtenido el premio (ni de España ni de otros países), de modo que no es una cuestión de la sanidad española sino, más bien, del sector en general. Si se compara el número de empresas u hospitales en España versus los de otros países, se observa que en España el porcentaje no es más bajo.
El motivo de esta falta de presencia de entidades españolas premiadas es que, en otros países, han de pasar por otras certificaciones a las que tienen que dedicar su tiempo y esfuerzo.
Como sabe, en España y, en particular, en autonomías como la Comunidad de Madrid, existe polémica sobre si la gestión de empresas privadas en el servicio sanitario público es una buena idea o no lo es. ¿Cuál es su opinión personal?
En términos generales, mientras la participación de empresas privadas en el sistema sanitario lleve a una gestión eficaz y transparente y se aprecie así por el Gobierno y el público en general, esto puede beneficiar al sistema. Sin embargo, sí he visto algunos casos de sistemas públicos y administraciones públicas con poca eficiencia.
En el caso de la Jiménez Díaz, los clientes han transmitido su satisfacción y ellos son, al fin y al cabo, los que tienen derecho a decidir si la gestión público-privada les compensa o no.