Los farmacéuticos rurales reciben ayudas económicas para mantener las farmacias abiertas en localidades con pocos habitantes.
El municipio de Sempere, ubicado en la Comunidad Valenciana, cuenta con 31 habitantes, según datos del Intituto Nacional de Estadística (INE) de 2023. La única farmacia del lugar está dirigida por
Víctor Sahuquillo Albiñana, un farmacéutico que divide las horas del día entre labores de analista en una empresa de distribución de aguas por la mañana y la atención a sus vecinos por la tarde. Tal como él lo describe:
"Es por vocación", una inclinación que le permite mantenerse cerca de la profesión que ejerce desde hace décadas porque, si no fuera por las ayudas económicas, no podría mantener abierta la oficina y prestar una asistencia sanitaria clave en el entorno rural.
Su jornada farmacéutica inicia por las tardes al abrir su oficina de farmacia y continúa con la atención de las necesidades de los pacientes y los pedidos que correspondan para el día siguiente. "Lo normal en una farmacia", cuenta a
Redacción Médica, para también destacar que pese a que las labores que realiza
forman parte de las comunes en una farmacia, mantiene un "stock con los medicamentos necesarios para los habitantes que tenemos", que no llega a las 40 personas.
Víctor llegó a Sempere por invitación del alcalde de la localidad en 2005, su oficina de farmacia lleva 19 años abierta y la
proximidad con los vecinos es un diferencial que destaca en su actividad como farmacéutico. Y es que, según detalla, el médico destinado por la Seguridad Social pasa consulta una vez por semana, lo que dificulta que los pacientes puedan hacerle llegar sus inquietudes con regularidad, haciendo que su papel de farmacéutico cobre mayor importancia.
"Lo que más valoro es la
proximidad que tengo con los vecinos, que los considero mis pacientes. La proximidad que tengo y el hecho de poder serles de ayuda porque, ya te digo, si no fuese yo, el médico va una vez a la semana y mientras tanto están desatendidos la mayoría del tiempo", sostiene.
"Lo que más valoro es la proximidad con los vecinos"
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La farmacia de Víctor no podría seguir operativa si no fuera por una ayuda que recibe de la Conselleria de Sanidad de la
Generalitat Valenciana denominada índice corrector del margen de dispensación de las oficinas de farmacia,
para lo cual deben cumplir ciertos requisitos:
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Que sus ventas anuales totales, en términos de precio de venta al público incrementado con el impuesto sobre el valor añadido no superen los 235.000 euros.
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Que no hayan sido objeto de sanción administrativa o inhabilitación profesional durante el año natural anterior ni a la fecha de aprobación de la resolución.
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Que presten servicio a núcleos de población pertenecientes a municipios que dispongan, como máximo, de 1.500 habitantes censados en el último padrón municipal o bien en otros núcleos en los que la autoridad competente delimite y designe como de riesgo para disponer de la adecuada cobertura o acceso a la prestación farmacéutica.
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Que la oficina de farmacia haya prestado sus servicios durante los doce meses del año natural anterior, excepción hecha del periodo de vacaciones.
"Esta farmacia sin esa ayuda no podría sobrevivir", asegura Víctor, quien sostiene gastos de mantenimiento de licencias de ordenadores, de software, luz, agua, entre otros. "Si con esto, vamos justitos para no perder mucho dinero, pues
sin esa ayuda estaríamos completamente perdidos", dice.
La supervivencia de la farmacia rural
A casi 21 kilómetros de Sempere está el
municipio valenciano de Ayelo de Rugat, con poco más de 150 habitantes. Eva Martínez Sanz, farmacéutica desde hace 35 años atiende en su farmacia hace 11. "Una farmacia más grande yo no la iba a poder comprar, pero esto es una opción. Es bonito porque estás fuera de tu entorno, pero en un entorno real que es muy bonito y muy sano, y otra que eres tu jefe. Yo estoy sola en la farmacia, entonces me hago más o menos mi horario", nos cuenta.
Organizar su trabajo y ser su propia jefa fueron dos motivaciones que la llevaron a tomar la decisión de hacerse de la farmacia en un pueblo en el que no vive, pero que tiene a solo 30 kilómetros en coche. Sin embargo y pese a las ventajas, también encuenta inconvenientes relacionados a la
atención de los habitantes de Ayelo de Rugat, similares a los de Víctor. "Cuando comencé el médico venía tres días a la semana ese verano, pero al siguiente empezó a venir solo dos días. Sigue viniendo dos días, pero falla muchos días", sostiene para luego reconocer que el
servicio médico "está muy mal" y que los vecinos mayores son los más perjudicados.
"Me encanta el contacto con la gente, es muy agradecida"
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La ayuda económica que recibe "no es una gran cosa, pero te ayuda a subsistir" y
le permite mantener ese contacto con la gente y atender a sus necesidades sin que se vayan a otra farmacia. "No puedes tener mucho stock, pero tienes que poder manejarte para servir porque si tú no sirves la medicina y la necesitan, se van a otra farmacia", detalla.
Ella describe sus días como una "lucha de intentar subsistir con un almacén que no nos cobre mucho y que nos sirva lo máximo posible", así como alimentar su relación con los vecinos para que se acerquen a su farmacia a comprar lo que necesitan y la elijan a ella antes que a una farmacia de otro pueblo.
"Me encanta el contacto con la gente y la gente es muy agradecida. Te portas bien, se portan mejor", enfatiza.
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