Soy médico y quiero escribir sobre la guerra desatada contra la homeopatía, las medicinas naturistas y quienes las practicamos. Nada hay tan osado como la ignorancia. Hablar sobre lo que no se sabe está en nuestro país a la orden del día, y puede que resulte entretenido en el marco de una tertulia de café, lo malo es cuando
el desconocimiento se pretende elevar a categoría a través de las redes sociales, buscando el apoyo de otros desinformados, como si el número fuera la base de la razón. No osaré hablar aquí de cómo se realiza un trasplante de cara o de corazón, y por eso tampoco entiendo que haya médicos, profesores, catedráticos, periodistas y ahora
estudiantes que se atreven a pontificar sobre las medicinas naturistas, con la homeopatía y la acupuntura a la cabeza, sin haberlas estudiado, ni practicado.
Muchos de los que nos menosprecian, nos presentan como engañabobos, y afirman que damos placebos, se han formado en las facultades de Medicina o se están formando. Pues bien, yo también, y en seminarios de formación, yo también. Pero además he estudiado acupuntura en varias facultades de China, he realizado un máster de medicina biológico-naturista, he aprendido homeopatía (unicista, pluralista, complejista y spagyrica) y siempre que puedo trato de aprender algo nuevo. Muchos años y dinero invertidos con un único objetivo: curar al paciente que me viene a consultar. Vivo, como mis compañeros, del boca a oído. Intentamos diariamente asesorar y ayudar a los enfermos que vienen a nuestras consultas.
Por cada uno de nuestros pacientes que pueda decir que algo de nuestro tratamiento no convencional le ha hecho daño, miles de personas suelen padecer los graves efectos secundarios de los fármacos de la medicina de la evidencia o la estadística.
Como muchos otros llegué a las medicinas naturistas por experiencia propia. Hace muchos años, gracias a la acupuntura, me traté una rinitis crónica para la que el único tratamiento que la medicina de la evidencia proponía eran vacunas, antihistamínicos y cortisona o quemarte los cornetes con cirugía. Me hicieron de todo, pero las terapias de la medicina científica no me curaron. Supongo que sería del cesto estadístico donde van todos aquellos que no responden a sus tratamientos y fármacos. Desesperado llegué a la acupuntura y con la milenaria medicina tradicional china me curé. No sé si sus críticos se han parado a pensar que no es posible que una terapia tenga más de 2.500 años de existencia, en un país cerrado durante siglos a Occidente, sin demostrar su utilidad. A mí me curó, dejé antihistamínicos, cortisonas y vacunas. Al no encontrar estudios de acupuntura en la facultad de Medicina, tuve que estudiarla en China en 1992 y 1995. Allí vi como trataban a hemipléjicos con acupuntura, a reumáticos, hombros congelados, cefaleas, ansiedades, enuresis nocturnas, etc.
Estudie mucho y comencé a hacer tratamientos en la Clínica Ruber de Madrid en la que estuve 11 años. A uno de mis últimos pacientes, le habían visto casi todos los médicos de la clínica y nadie sabía lo que le pasaba, así que la familia me pidió que fuera a verle y me permitió pasar el médico que lo llevaba. Le noté una hiperestesia (un desequilibrio global del yang sobre el yin según la MTChina), le regulé con agujas de acupuntura, y después de tres meses en la UCI y tres en planta, comenzó a coger tono muscular en piernas, espalda y salió de la clínica. Le pregunté a su médico, neurólogo, qué le había parecido el tratamiento, contestándome: “a veces existen milagros”; supongo que para no tener que darme las gracias por sacarle de un apuro. Típico de la soberbia de los colegas médicos.
Parece mentira que gente con vocación no entienda que cualquier cosa vale con tal de curar al paciente. Y por favor que no vuelvan con la milonga del placebo. Lo natural funciona bien. Lo saben, por ejemplo, los pediatras que atienden con homeopatía en la Seguridad Social a los bebés, aunque sus padres tengan que pagar los medicamentos. O lo saben los veterinarios que la usan con animales, donde es imposible el efecto placebo, o los miles de pacientes que acuden a vernos.
Y de la homeopatía qué vamos a decir, que Luc Montagnier se tuvo que marchar a trabajar a China después de afirmar su utilidad y aportar una hipótesis creíble a su funcionamiento. La homeopatía se respeta en Alemania, en Francia, en Suiza, de hecho se respeta y se paga. Los alemanes y los suizos que la han incluido en su Constitución como un derecho ciudadano también deben de ser gente fácil de engañar. La homeopatía es la tercera medicina oficial en un país, la India, de más de mil millones de habitantes, con cientos de miles de médicos y cientos de universidades. Otros pobres tontos que no saben que no sirve. ¿Pueden creer que si una medicina como la homeopatía no funcionase, estaríamos prescribiendo fármacos homeopáticos -ya existen más de 3.000 para sanar o curar según los repertorios modernos- a los enfermos, y nuestros consultorios recibirían cada día más pacientes?
Y por cierto, quién afirma que no hay estudios es que ni siquiera se han planteado buscarlos.
Hace pocos años vinieron a España dos homeópatas hindúes de Calcuta, los Banerji, padre e hijo, para demostrarnos que paraban o eliminaban los tumores cerebrales, gliomas, astrocitomas, etc. con un protocolo homeopático, casi en un 80 por ciento. Habían publicado su estudio en el International Journal of Oncology, en colaboración con el MD Anderson Cancer de Houston, y su protocolo había recibido el visto bueno del Comité Asesor para Medicinas Complementarias y Alternativas en Cáncer, del Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, pero cuando vinieron a España, ningún representante de la medicina ortodoxa quiso saber nada de ellos, ¿por qué?
Si alguien con semejantes antecedentes
es capaz de conseguir mejores resultados frente a cualquier tumor que los que la medicina científica consigue, sea con homeopatía, con agujas o con hierbas, debe de ser escuchado porque la experiencia clínica vale más que la estadística. Claro que aquí
parece que solo estamos dispuestos a escuchar y a creernos lo que nos digan las farmacéuticas. Todos hemos visto a los enfermos por el juicio después de 57 años de la Talidomida por la televisión. ¿Qué caso como éste hemos visto con las terapias complementarias?
Luego
si la homeopatía alivia, cura, si está haciendo un bien a la humanidad, si no intoxica y la pueden tomar niños, embarazadas, adultos y ancianos, es inexplicable el acoso contra ella, precisamente desde quienes se suponen que tienen la cura de la enfermedad como meta, sobre todo sin estudiarla, sin experimentarla, sin escuchar a quienes la practicamos ni a quienes se benefician de ella, sin apreciar los positivos resultados que a nivel mental, general y local tiene. De la Medicina se vive a diario y se estudia continuamente.
Somos médicos colegiados, no curanderos ni estafadores, y nos limitamos a poner nuestro granito de arena, nuestra voluntad y nuestros conocimientos al servicio de los pacientes;
pido que termine esta guerra, que se respete la libertad de elección de los pacientes, que no se les trate como tontos -el nivel socioeconómico de quienes recurren a nosotros es medio alto- que no se les atemorice ni se les engañe,
y a quienes nos critican, sobre todo a los estudiantes, les digo que en Medicina no hay una verdad única, un camino exacto, por mucho que quienes idolatran la estadística y retuercen el método científico así quieran presentarlo.
Así que esperemos que por fin podamos los médicos prescribir en las recetas digitales la homeopatía como un fármaco más, para nuestros pacientes agudos y crónicos-degenerativos, porque nosotros y ellos sabemos que no tienen efectos secundarios ni contraindicaciones.