La enfermería debe seguir escribiendo su propia historia, tener claro cuáles son los objetivos que perseguimos en nuestro desarrollo profesional, académico y personal. Al culminar con éxito la cumbre de la Organización Colegial de Enfermería, que tuvo lugar hace unos días, hemos logrado establecer la hoja de ruta de la profesión, un camino diseñado y trazado conjuntamente desde los Colegios Oficiales de Enfermería de toda España y su Consejo General (CGE). Más de 330.000 enfermeras y enfermeros merecen todo el esfuerzo conjunto entre la institución que presido y los máximos representantes de los 52 colegios de enfermería de España para llevar a la profesión a una nueva era.
Bajo el lema de “un futuro enfermero para una nueva sanidad” queremos expresar con firmeza que esa sanidad por la que tanto hemos peleado será viable y eficaz si tiene a las enfermeras y enfermeros como punta de lanza.
Para que no tengamos que asistir a la progresiva degradación del excelente sistema sanitario español y nuestro estado del bienestar, en la mencionada reunión entre CGE y los colegios debíamos proponer soluciones que, desde el progreso de la enfermería, alumbren una sanidad que sepa dar respuesta a las necesidades de cuidados por parte de una sociedad envejecida y aquejada de enfermedades crónicas.
El desarrollo profesional de la enfermería representa la única vía para evitar un desastre anunciado, pero para ello es preciso combatir la inacción de las Administraciones y los gobernantes, desbloquear problemas enquistados desde hace décadas, como las especialidades, o culminar y consolidar la prescripción enfermera como una práctica rutinaria en la sanidad española, tanto pública como privada.
Así, por ejemplo, en el ámbito de la prescripción, estamos trabajando para que haya una modificación de la Ley del Medicamento y de la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS) que nos reconozca como prescriptores autónomos e independientes.
Por otro lado, hace falta un mayor desarrollo de las especialidades, hay que reconocer tanto la especialización como la formación y la experiencia en distintos ámbitos y es ahí donde entran los diplomas de práctica avanzada. Esto es algo que redunda en beneficio de las enfermeras y de su desarrollo profesional, por supuesto, pero también en beneficio de los pacientes porque afecta a la calidad de los cuidados y a la seguridad en la atención.
Desde nuestras instituciones colegiales debemos escribir y definir el futuro que queremos para las enfermeras y los enfermeros. Tenemos retos y batallas por delante que sólo se podrán librar desde la unidad, el consenso y el diálogo interno. Esa fue mi promesa cuando accedí a la Presidencia del Consejo General de Enfermería y algo irrenunciable para consolidar una nueva era en nuestra organización.
La cumbre enfermera ha coincidido con el relevo ministerial, con una nueva etapa al frente de Sanidad que, desafortunadamente, nos retrasa varias casillas en la negociación de los distintos retos profesionales y cambios que exige el sistema sanitario para pervivir tal y como lo conocemos.
No importa cuántas veces haya que hacerlo. Enumeramos de nuevo los asuntos que pondremos encima de la mesa de la nueva ministra de Sanidad en este Gobierno de coalición, Mónica García. Además de la culminación de la prescripción y las especialidades -temas cruciales de la cumbre enfermera- no debemos olvidar ni la injusticia de la discriminación que supone que la escala profesional de la Administración se divida en A1 y A2, en lugar de un grupo A unificado, un agravio inexplicable y vergonzoso. Tampoco que tenemos un déficit de enfermeras que nos pone a la cola de Europa en este capítulo y que hace imprescindible que Sanidad realice un verdadero análisis de los recursos humanos que existen y los que requiere el sistema para poder mantener la excelencia de nuestra sanidad, que no sería lo mismo sin sus profesionales.
Resulta del todo inaceptable que, privadas de desarrollo profesional y acuciadas por las condicione precarias, miles de enfermeras optarán por la vía de la emigración. Esperemos que esta vez el Ministerio de Sanidad -y las Comunidades Autónomas, de quien depende en mayor medida la atención sanitaria- sepan afrontar con valentía la situación.