Poco se ha hablado de la EU preparedness union strategy presentada recientemente por la Comisión Europea, a pesar de su enorme trascendencia. No se trata solo de una declaración de intenciones sino que estamos ante una invitación directa a repensar cómo nos enfrentamos a las crisis desde el sistema sanitario. Lejos de ser un documento técnico reservado para expertos en gestión de riesgos, su enfoque transversal y ambicioso interpela de lleno a los profesionales de la salud. Porque si algo nos enseñó la pandemia de Covid-19 es que lo improbable no solo ocurre, sino que lo hace con consecuencias imprevisibles. Ahora sabemos que no basta con resistir: hay que saber anticiparse, reaccionar con agilidad y reconstruir con inteligencia.
1. Una estrategia transformadora para una salud más resiliente
Esta Estrategia nace con vocación de permanencia. En ella se plantean 30 acciones concretas para hacer de la resiliencia un músculo entrenado y no un acto reflejo. La sanidad, como una de las infraestructuras críticas de cualquier sociedad, se sitúa en el corazón de muchas de esas medidas. No se trata únicamente de estar mejor preparados para una nueva pandemia, sino de articular respuestas coordinadas frente a todo tipo de amenazas: biológicas, medioambientales, tecnológicas o geopolíticas.
Estas amenazas ya no son meras hipótesis académicas. El cambio climático, por ejemplo, está alterando los patrones epidemiológicos tradicionales, favoreciendo la reemergencia de enfermedades infecciosas que creíamos superadas. Las tensiones geopolíticas afectan a las cadenas de suministro de medicamentos y tecnología sanitaria. Y la creciente digitalización ha hecho de la ciberseguridad un nuevo frente de riesgo en hospitales y organizaciones sanitarias.
Una de las propuestas más transformadoras es el desarrollo de una estrategia europea de almacenamiento, de la que tanto se ha hablado de 5 años a esta parte, a modo de reserva estratégica. Esta idea, que puede parecer puramente logística, encierra una visión profundamente política: garantizar el acceso equitativo a medicamentos, productos sanitarios y equipos críticos, incluso en escenarios de disrupción global. No es solo una cuestión de reservas; es una apuesta por la autonomía estratégica sanitaria, por reducir la dependencia de terceros países y fortalecer la soberanía europea en salud pública. Este tipo de enfoque requiere coordinación entre agencias europeas, pero también un redimensionamiento de las capacidades productivas a nivel nacional y regional.
Pero almacenar no basta. La Estrategia también aboga por reforzar las capacidades industriales y científicas europeas. En este sentido, el papel del ecosistema sanitario es clave. Desde los hospitales hasta los centros de investigación, desde la industria farmacéutica hasta los sistemas de información, todos los engranajes deben alinearse para garantizar que Europa pueda desarrollar, producir y distribuir equipamiento y tecnologías médicas estratégicas en tiempos de crisis. La reciente creación de la Autoridad de Preparación y Respuesta ante Emergencias Sanitarias (HERA) es un paso firme en esta dirección, pero queda aún mucho camino por recorrer, especialmente en la coordinación entre actores públicos y privados y en la financiación de proyectos de innovación y producción estratégica.
2. Inteligencia anticipatoria y capacitación profesional
Otra de las líneas de trabajo esenciales que recoge esta Estrategia es la mejora en la vigilancia, detección temprana y análisis de riesgos. Aquí, la digitalización del sistema sanitario y el aprovechamiento del espacio europeo de datos de salud jugarán un papel decisivo. En un entorno global donde los riesgos se entrelazan y se amplifican con rapidez, la capacidad de anticipación se convierte en un valor estratégico. Para ello, será imprescindible avanzar en la interoperabilidad de los sistemas, garantizar la calidad del dato y proteger los derechos de los pacientes. La capacidad de integrar datos clínicos, epidemiológicos y sociales para generar inteligencia sanitaria será uno de los principales activos para actuar antes de que una amenaza se materialice.
Sin embargo, los datos por sí solos tampoco bastan. Necesitamos profesionales formados y con criterio para interpretar esa información y convertirla en decisiones operativas. También se plantea un refuerzo de la formación y la capacitación de los profesionales sanitarios. La preparación no es solo cuestión de recursos materiales; es también cuestión de conocimiento, de competencias, de actitud. Invertir en la formación continuada del personal sanitario, en simulacros, en cultura de la prevención y en liderazgo en tiempos de crisis es una inversión en seguridad colectiva. Serán claves las alianzas con universidades, sociedades científicas y organizaciones profesionales para desarrollar currículos formativos adaptados a los nuevos desafíos.
Desde una mirada más sistémica, esta Estrategia incorpora la noción de "preparación societal", subrayando que la respuesta a las crisis debe integrar a toda la sociedad. Aquí el ámbito sanitario tiene una doble responsabilidad: como garante de la atención y como agente de cohesión social. No podemos olvidar que, en situaciones de crisis, el sistema sanitario es a menudo la única red que sigue operativa, la última trinchera del Estado de bienestar. Incluir a la ciudadanía en los ejercicios de preparación, campañas de sensibilización y comunicación de riesgos será tan relevante como garantizar camas hospitalarias.
3. Gobernanza, implementación y próximos pasos
En este contexto, conviene reflexionar sobre cómo articular esta Estrategia europea con las políticas nacionales y autonómicas en materia de salud. La gobernanza multinivel será uno de los mayores retos a la hora de implementar muchas de las acciones previstas. Y para ello, será fundamental la implicación activa de los profesionales y gestores sanitarios en los procesos de planificación, evaluación y decisión. Las estrategias europeas no pueden ser percibidas como documentos lejanos, sino como marcos que orientan, estimulan y refuerzan el trabajo que ya se está haciendo desde lo local.
La sanidad, además, debe reivindicarse como actor central en la estrategia de seguridad y defensa de Europa. No se trata de militarizar la salud, sino de reconocer que un sistema sanitario fuerte es un pilar básico de la resiliencia democrática. Las amenazas híbridas, las pandemias, los ciberataques a infraestructuras hospitalarias o la escasez de medicamentos críticos no son escenarios de ciencia ficción: son realidades con las que ya convivimos. Por ello, pensar la salud en clave estratégica no es una exageración, sino una necesidad perentoria.
Entre los próximos pasos, se prevé el desarrollo de planes nacionales de implementación alineados con la Estrategia europea, así como la definición de indicadores comunes para evaluar el nivel de preparación. También se promoverá la participación de los estados miembro en ejercicios conjuntos de simulación y en redes de innovación y producción de contramedidas médicas. A corto plazo, será clave asegurar que la Estrategia se traduce en financiación estable, mecanismos de evaluación periódica y un marco legal actualizado que permita respuestas ágiles sin perder garantías democráticas.
En paralelo, sería deseable avanzar en mecanismos de cooperación interregional, aprendizaje mutuo y evaluación cruzada entre sistemas sanitarios europeos. La resiliencia también se construye compartiendo experiencias, errores y soluciones.
Una oportunidad para liderar desde la sanidad
En definitiva, esta nueva Estrategia de Preparación de la UE abre una oportunidad para que el sistema sanitario no solo reaccione mejor ante las crisis, sino que se anticipe, innove y lidere. Requiere de nosotros una mirada larga, un compromiso colectivo y una disposición a aprender de lo vivido. Porque preparar lo improbable no es tarea fácil, pero es, sin duda, la mejor forma de proteger lo esencial. Y porque, como nos ha enseñado la historia reciente, no se trata de preguntarnos si habrá una nueva crisis, sino de cuándo y cómo estaremos preparados para afrontarla.