En las organizaciones sanitarias, el término "empatía" se utiliza con mucha frecuencia cuando en realidad lo que se quiere expresar es "compasión". Esta confusión no es solo semántica, sino que refleja una percepción cultural que ha limitado la comprensión del concepto de compasión en los países hispanohablantes, incluido el nuestro. Mientras que en el mundo anglosajón "compassion" es una virtud profesional que combina empatía y acción y es un término habitualmente empleado en la literatura científica, en español la palabra "compasión" ha sido interpretada con connotaciones de lástima o caridad, lo que ha llevado a evitar su uso en entornos asistenciales.
Diferencias conceptuales entre empatía y compasión
La empatía es la capacidad de comprender y compartir los sentimientos del otro, mientras que la compasión va más allá: implica un compromiso activo para aliviar el sufrimiento. Un profesional de la salud puede sentir empatía por una persona, pero sin una acción concreta para mejorar su bienestar, esta se queda en un nivel emocional. La compasión, en cambio, se traduce en una respuesta efectiva y comprometida.
Esta distinción es fundamental porque, en la atención sanitaria, no basta con comprender el dolor del paciente; el objetivo es mitigarlo. La medicina y la enfermería no pueden limitarse a la mera conexión emocional, sino que deben actuar de manera efectiva para mejorar la calidad de vida de las personas. La compasión conlleva una actitud de servicio que fortalece el compromiso ético del profesional de la salud, impulsándolo a tomar decisiones que prioricen el bienestar del paciente.
Compasión y humanización de la asistencia sanitaria
El concepto de "humanización" ha cobrado gran relevancia en los últimos años, promoviendo una atención más sensible a las necesidades emocionales y psicológicas de los pacientes. En este contexto, la compasión es fundamental, ya que impulsa la escucha activa, el respeto por la dignidad de la persona y una atención basada en la acción y el compromiso.
Cuando la compasión se incorpora en la cultura organizativa de un hospital o centro de salud, se fomenta un enfoque integral que no solo atiende lo físico, sino también lo emocional y psicológico. La interacción entre pacientes y profesionales sanitarios mejora significativamente cuando existe un vínculo de confianza, basado en el reconocimiento del sufrimiento y en la búsqueda activa de soluciones.
Reducir el concepto de cuidado a la empatía resulta insuficiente, ya que la conexión emocional sin acción podría generar frustración o una atención médica pasiva. La compasión refuerza el papel activo del profesional y fomenta una cultura de cuidado más efectiva. Estudios recientes en el campo de la psicología de la salud han demostrado que los pacientes perciben una mayor calidad en la atención cuando los profesionales muestran comportamientos compasivos, lo que se traduce en una mayor adherencia a los tratamientos y una mejor experiencia asistencial.
Beneficios de la compasión para los profesionales de la salud
No solo los pacientes se benefician de una atención basada en la compasión, sino también los propios profesionales sanitarios. La empatía mal gestionada puede derivar en agotamiento emocional, mientras que la compasión permite canalizar las emociones en acciones constructivas, reduciendo la sensación de impotencia y mejorando el bienestar del profesional.
El síndrome de fatiga por compasión es un fenómeno bien documentado en el ámbito de la salud, y surge cuando los profesionales experimentan un desgaste emocional al involucrarse intensamente con el sufrimiento de los pacientes. Sin embargo, los estudios sugieren que cuando esta implicación emocional se equilibra con acciones efectivas para aliviar el dolor ajeno, el impacto negativo disminuye. La compasión, al integrar la acción en el proceso de cuidado, brinda un propósito más claro y una sensación de logro que protege al profesional del agotamiento.
Además, los entornos sanitarios que fomentan la compasión tienden a ser más colaborativos y menos jerárquicos, fortaleciendo la cooperación entre los equipos de salud y generando una mayor satisfacción laboral. Un ambiente laboral donde la compasión es parte del ADN organizativo no solo mejora la calidad de la atención, sino que también reduce los niveles de estrés y fomenta una mayor cohesión entre los equipos.
La necesidad de redefinir nuestra perspectiva
Es fundamental que en la formación sanitaria se priorice la enseñanza de la compasión como un valor central. No se trata solo de sentir con el paciente, sino de actuar para aliviar su sufrimiento y mejorar su bienestar. Incorporar esta visión en la práctica clínica fortalece el vínculo humano en la asistencia sanitaria y promueve un modelo de cuidado más efectivo y sostenible para pacientes y profesionales.
Desde un enfoque educativo, es importante que las universidades y centros de formación integren la compasión dentro de sus planes de estudio. La enseñanza de habilidades comunicativas, el entrenamiento en gestión emocional y el desarrollo de competencias para la toma de decisiones centradas en la persona son claves para preparar a los futuros profesionales de la salud. Un modelo de atención sanitaria verdaderamente humanizado debe reconocer la compasión no solo como una cualidad deseable, sino como un pilar fundamental del ejercicio profesional.
El impacto de la compasión no solo se percibe en la relación médico-paciente, sino en todo el ecosistema sanitario. Un sistema de salud que promueve la compasión genera una experiencia más positiva para todos los actores involucrados: pacientes, familiares y profesionales. Apostar por la compasión es apostar por una medicina más humana, ética y efectiva.