La actual crisis económica que sufre nuestro país ha arrasado, como si fuera un tsunami, con toda propuesta de actuación que, aunque busque asegurar la sostenibilidad futura de nuestro sistema sanitario, no sirva para reducir a corto plazo el déficit público.
Cualquier gestor sanitario, quiera o no, debe cumplir la cuenta de resultados impuesta por la administración de la que depende y no hay margen para propuestas que puedan mejorar las cosas, a través de una gestión más racional y eficiente, si no dan frutos inmediatos.
Sumidos, por tanto, en una situación de extrema animadversión hacia un enfoque reformista estructural que genere cambios a medio o largo plazo, la resignación se ha generalizado, lamentablemente, en muchos de los agentes y voces autorizadas en el ámbito sanitario de nuestros país, que escuchan de manera reiterada la frase “ahora no toca”.
Y precisamente es ahora cuando más toca. Si no sabemos aprovechar estos momentos de crisis que, por su propia naturaleza, también son propiciatorios para el cambio y la transformación, diremos adiós de manera definitiva, a un sistema sanitario que había atesorado óptimos resultados en salud en muchos ámbitos con un gasto razonablemente ajustado.
Es ahora, en el actual contexto de grave crisis económica que sufre nuestro país, cuando resulta imprescindible entender convenientemente el potencial de la sanidad como movilizador social y económico para reinterpretar desde ese enfoque sus problemas y sus soluciones.
El colectivo enfermero lo cree así y por ello ha defendido, defiende y defenderá distintas alternativas de gestión sanitaria que den respuesta al principal desafío que tiene la sanidad de nuestro país a lo largo de los próximos años (si no aún de crisis, sí de lenta recuperación económica), y que no es otro que el creciente aumento de la demanda sanitaria por parte de la población.
Un incremento de la demanda que tiene que ver, principalmente, con factores como los nuevos estilos de vida, la cronicidad de las enfermedades y el envejecimiento de la población, que no dependen tanto de la tecnificación y medicalización de los servicios sanitarios, sino de la calidad de vida y los hábitos de los ciudadanos.
Por ello, la Enfermería considera primordial que los esfuerzos públicos se orienten, principalmente, a priorizar políticas y actuaciones preventivas y en corregir estilos de vida no saludables. Recordar, a modo de ejemplo, que las enfermedades relacionadas con el estilo de vida son la causa del 70 al 80 por ciento de las muertes en los países desarrollados.
Un sistema de salud es mucho más eficaz en la prestación preventiva que curativa, y también resulta mucho más económico, ya que prevenir requiere al final del proceso una menor inversión que curar.
Siguiendo este planteamiento, y circunscribiéndonos al ámbito profesional, hay que hacer realidad nuevos mapas competenciales para médicos y enfermeros, así como una mayor diversificación interna dentro de las profesiones sanitarias tradicionales.
Hay que apostar por una alternativa más sensata al actual modelo de organización en nuestro Sistema Nacional de Salud, sustentado sobre el pensamiento biomédico, partiendo de la base de que muchos de los graves problemas actuales son consecuencia directa de este modelo médico-céntrico.
Un ejemplo concreto sería generalizar que el personal enfermero sea la puerta de entrada a los servicios de salud, asignándole competencias que permitan distinguir y orientar las consultas en Urgencias y Atención Primaria. Así, se mejoraría notablemente la satisfacción de los pacientes y se ayudaría a rebajar más los costes asistenciales.
De igual manera, el profesional de Enfermería tiene mucho que decir en la mejora de la seguridad de los pacientes, ya que su capacidad para detectar errores en el proceso asistencial, especialmente referidos a la prescripción de medicamentos y a la mala interpretación de resultados diagnósticos, tiene un impacto enorme en la salud del paciente y en la rentabilización de los recursos disponibles.
Éstas y otras muchas son las potencialidades del colectivo enfermero para optimizar recursos y colaborar en el objetivo que debe unirnos a todos de asegurar una óptima atención sanitaria al menor coste posible. En definitiva, hacer más y mejor con menos.
Si no hacemos realidad está máxima entre todos (administraciones, profesionales sanitarios y usuarios), las disfunciones existentes en la actualidad en nuestro sistema sanitario se perpetuarán en el tiempo con graves perjuicios en la salud de nuestro país.