Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE),
28.281 mujeres denunciaron maltrato o agresiones en 2016, un 2,4 por ciento más que en 2015. Con todo, esta cifra sigue estando lejos de los casos reales. El 'infradiagnóstico' es uno de los grandes males de la violencia de género en España. Por ello, son vitales y clave los
protocolos de detección y denuncia puestos en marcha en los servicios más básicos de atención ciudadana, entre ellos los sanitarios, especialmente los médicos de Atención Primaria y Urgencias. Sin embargo, la falta de concienciación de los propios profesionales y la escasa formación que reciben impiden que su labor asistencial sirva como uno de los principales radares para abordar esta lacra y su prevención.
Ello no implica que no tengan un rol clave en esta guerra.
Gregorio López Mata, secretario de la Asociación Alma contra la Violencia de Género, explica que “son fundamentales. Son de los primeros que pueden dar la alerta de que las mujeres están sufriendo violencia de género. Tienen mil maneras de detectarlo: por sintomatologías para las que no encuentran solución, contusiones y golpes extraños...”.
Carmen Benito, presidenta de MUM
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Con todo, López Mata considera que los propios profesionales no se implican lo suficiente en esta labor, aunque tampoco los responsabiliza de ello. “
No solo hay poca concienciación por parte de los sanitarios, sino por parte de la sociedad y ellos son parte de ella. Damos por habitual la violencia de género y no le prestamos la atención necesaria. Es un trabajo pendiente por parte de todos”.
Y esta no es la única área que necesita mejorar el sector sanitario público en este campo. “Es necesaria
más formación. Para los profesionales que ya están ejerciendo y para los que van a ser futuros profesionales sanitarios. La formación no debe ser voluntaria, sino obligatoria. No digo que un cirujano tenga que estar formado en violencia de género, pero sí un médico de cabecera o una enfermera... El personal que está en línea de batalla, en la calle. Tienen que tener un mínimo conocimiento”.
FALTA DE COORDINACIÓN
Carmen Benito, presidenta de Mujeres Unidas contra el Maltrato (MUM), pone el dedo en otra llaga: la falta de coordinación con los servicios sociales. “Si algún profesional detecta un caso de violencia de género, es necesario que lo ponga en conocimiento de un
trabajador social. Hace falta que haya herramientas para ello y que sean discretas. Pero por lo pronto, a través de nuestras usuarias, no hemos conocido caso alguno de esto. La coordinación entre médicos y servicios sociales en violencia de género es regular y tiene mucho que mejorar”.
Además, Benito llama a una vigilancia continua en los servicios sanitarios, particularmente en los de Atención Primaria. “
Tendrían que ser más conscientes de que cada mujer que acude a los servicios sanitarios puede ser una potencial víctima de violencia de género. Y hay señales tan evidentes que no se pueden obviar”. Eso sí, para esos abordajes “los médicos tienen que estar formados, todos. Hay que tratar las cosas con pies de plomo y tender la mano a las víctimas para las posibles derivaciones que sean necesarias”. En cualquier caso, añade que “nunca se le debe decir lo que tiene que hacer, no se debe quitar peligrosidad a la situación dada y siempre se debe consultar a alguien más antes de tomar una decisión”, además de respetar la confidencialidad de la paciente.
La farmacia, una más contra el maltrato
La oficina de farmacia no es un aliado sanitario desconocido contra la violencia de género. Ha participado en las diferentes campañas ‘Hay Salida’ (cooperación que ha renovado en este 2017) a escala nacional y los colegios provinciales han colaborado en diversas iniciativas de corte autonómico. Pero Jesús Aguilar, presidente del Consejo General de Farmacéuticos, quiere que esta cooperación vaya a más y por ello ofertó mayor implicación de la botica y de los farmacéuticos en el Congreso de los Diputados, hace escasas fechas.
“Hemos ido a comparecer a las Cortes para ofrecernos a las administraciones en lo que consideren oportuno”, explica Aguilar. “No decimos qué puede hacer la farmacia, sino que nos ofrecemos para ayudar en lo que sea. Solo pedimos un protocolo en el que se precise lo que se quiere que hagamos y que se forme al farmacéutico para ello".
Formación y tiempo
Los profesionales sanitarios ya disponen de protocolos para abordar la violencia de género desde 2012. Dichas fórmulas “son adecuadas y bien elaboradas”, explica
Carlos San Martín Blanco, coordinador nacional del Grupo de Trabajo de Sexología de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).
Sin embargo, la labor de vigilancia y detección que ordenan estos protocolos, al menos en Medicina de Familia, está fallando, puesto que
apenas el 5 por ciento de los casos de violencia de género son detectados en este piso asistencial. En este sentido, San Martín Blanco llama a que se fomente “la formación continuada en el abordaje de la violencia de género, tanto en la sensibilización sobre la magnitud del problema como en la necesidad de una detección activa eficaz que nos permita visibilizar casos y poner en marcha los recursos asistenciales. Dentro de la sensibilización, los profesionales sanitarios tenemos una especial responsabilidad en evitar caer en creencias que justifiquen o apoyen actitudes patriarcales que favorezcan la violencia y debemos ser firmes en la defensa de las víctimas de este problema de salud pública y de vulneración de los derechos humanos”.
Raquel Rodríguez Llanos, presidenta del Colegio de Enfermería de Cáceres.
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Comparte además el papel primordial que debe cumplir la Atención Primaria en la detección. “El impacto que una situación de maltrato genera en la víctima es a menudo visible a través de numerosos síntomas médicos, tanto físicos como emocionales.
Las mujeres víctimas suelen ser hiperfrecuentadoras de la consulta, muchas veces con sintomatología cambiante y difusa, y muy a menudo lo que detectamos son las consecuencias psicológicas de la violencia a través de problemas ansioso- depresivos recurrentes o resistentes al tratamiento, trastornos del sueño, alimentarios, un notable déficit de la autoestima... En definitiva, síntomas que, si tenemos en cuenta la posibilidad de una situación de violencia, nos van a orientar en esa sospecha”, explica el médico.
Lorenzo Armenteros, de la Sociedad Española de Médico Generales y de Familia (SEMG), está de acuerdo con esta visión y también es crítico. “El sistema sanitario y la AP han de tener un papel fundamental en violencia de género que no está cumpliendo. Habría que valorar por qué no se está cumpliendo. Tenemos todos los medios a nuestro favor: somos accesibles, somos cercanos… Quizá seamos los profesionales sanitarios en los que los pacientes depositan más confianza. El problema puede ser la falta de formación y además
la detección requiere un tiempo por consulta y una experiencia clínica de la que normalmente carecemos”, lamenta.
Protocolos individualizados
Por su parte, las enfermeras defienden que son “las profesionales más cercanas a las mujeres en violencia de género. Son las que prestan la primera atención a las víctimas, y por ello suponen una pieza clave en cualquier estrategia”, explica
Raquel Rodríguez Llanos, presidenta del Colegio de Enfemería de Cáceres, quien reclama “protocolos más específicos y concretos, para cada profesional. Eso favorecería la iniciativa y que la asistencia fuera de máximo calidad, tanto en detección como en atención”.
Por otro lado, no cree que haya un problema de concienciación en cuanto a la lucha contra la violencia de género por parte de los profesionales sanitarios, sino que “f
altan muchas herramientas para hacer un abordaje de calidad que siempre debe ser multidisciplinar. Ese déficit es el que se debería compensar, también con formación, que es importantísima”. Así mismo, reclama un “mayor compromiso institucional y que se coloque la violencia de género como prioridad de los sistemas de salud autonómicos”.
Juan Jorge González Armengol, presidente de Semes.
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Urgencias
“En un hospital relativamente grande se pueden ver cuatro o cinco casos cada semana en sus Urgencias, o incluso más”, calcula
Juan Jorge González Amengol, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), quien apunta que ante una situación clara de violencia de género el profesional ha de “
actuar de oficio, denunciarlo, no dejarlo pasar y no relativizar. Aunque nosotros no seamos policías tenemos que concienciarnos. Somos parte de la sociedad y tenemos que potencialmente detectar estas situaciones”.
De hecho, las urgencias de los hospitales españoles son el otro gran foco sanitario para localizar la violencia de género. Y a pesar de ello, “nosotros solo vemos la punta del iceberg. No son situaciones de palizas de muerte, sino de hematomas no especialmente graves”, explica el responsable de Urgencias del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, quien reconoce que en su ámbito “
no hay una conciencia generalizada y debe haberla. Son necesarios más talleres en violencia de género (según un informe de 2014, Urgencias fue uno de los ámbitos asistenciales en los que más se redujo la formación en esta materia) para formarse en pacientes vulnerables y en situaciones de riesgo. Es algo que debe formar parte de un sistema de calidad de sanidad y de los procedimientos estandarizados”, que ya existen en algunos hospitales.
Está claro que tanto el Sistema Nacional de Salud (SNS) como sus profesionales tienen deberes pendientes para mejorar su actividad de cara a prevenir y poner coto a la violencia de género. Sin embargo, cabe preguntarse
si se hubieran salvado vidas y reducido la cifra de 805 mujeres asesinadas por sus parejas, exparejas o maridos desde que se aprobó la ley de 2004 con estas tareas resueltas. La agresión machista y el maltrato son un mal cuya solución descansa en los hombros de toda la sociedad española, incluidas las instituciones sanitarias.
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