MADRID, 26 (EUROPA PRESS)
El consumo moderado de cerveza no produce un aumento del reflujo gastroesofágico gaseoso ni modifica la capacidad de acomodación grástica, según han demostrado en el estudio 'Influencia de la ingesta de cerveza sobre la fisiología gastroesofágica y síntomas digestivos postprandiales' liderado por el jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, el doctor Enrique Rey Díaz-Rubio.
Los resultados de la investigación, publicados en la revista científica 'Neurogastroenterology & Motility', se han presentado este miércoles con motivo de las 7ª Jornadas UCM-ASEN 'Nutrición para la mejora sanitaria en distintas etapas de la vida'.
El doctor Enrique Rey ha explicado que el objetivo principal del estudio ha sido evaluar si el consumo moderado de cerveza se asociaría con "síntomas digestivos altos" tras la ingesta de comidas (acidez, regurgitación o saciedad precoz), además de analizar cómo podía afectar este consumo a la acomodación grástica.
METODOLOGÍA Y RESULTADOS DEL ESTUDIO
Primero, los investigadores se propusieron conocer qué ocurría en la vida real cuando una persona tomaba dos cervezas, una antes de la comida y una antes de la cena, durante una semana. Para ello, se pasó un cuestionario en el que se podían indicar hasta 20 síntomas digestivos (náuseas, vómitos, estómago lleno, malestar en la parte baja o alta del abdomen).
En segundo lugar, se realizó un modelo experimental que analizaría qué pasaba cuando se consumía 33 céntimetros cúbicos de cerveza (aproximadamente una lata) unos 15 minutos antes de una ingesta de comida controlada, para conocer los efectos digestivos y compararlos con los efectos producidos con la toma de agua siguiendo el mismo procedimiento.
Para el estudio se ha contado con un total de 30 sujetos adultos sanos mayores de 18 años que no tuvieran síntomas digestivos frecuentes ni una enfermedad por reflujo gastroesofágico conocida, que se han dividido en dos grupos de estudio: un grupo de 10 sujetos que tomaría la cerveza "tradicional" con alcohol y un grupo de 20 sujetos que tomaría cerveza sin alcohol.
En el primer grupo la edad media fue de 24 años de edad y un 80 por ciento de varones, mientras en el segundo grupo la mayoría era joven y más mujeres que hombres.
Tras la toma de cerveza, se procedía a la ingesta de comida (en concreto, un ensure) y se evaluaba la sensibilidad digestiva en los sujetos. Para ello se les preguntaba por cuatro posibles síntomas que debían evaluar del 1 al 5, finalizando la ingesta si se llegaba a ese 5 o cuando el sujeto dijera estar completamente lleno.
A los sujetos también se le implantó una sonda que iba del estómago hasta el esófago, con el fin de evaluar la fisiología digestiva, registrar el ph y medir la resistencia eléctrica para determinar si estaba pasando líquido, gas o sólido.
El doctor Rey ha explicado que a partir del estudio no observaron diferencias "significativas" en el reflujo de líquidos tras la ingesta de los dos tipos de cerveza frente a la ingesta de agua. En concreto, en el caso de los reflujos gaseosos, en el primer grupo de estudio los datos registraban un total de 47 reflujos gaseosos con la toma de agua y 44 casos con la cerveza tradicional, mientras en el segundo grupo se registraron 29 reflujos gaseosos en el caso del agua frente a los 30 casos al tomar la cerveza sin alcohol.
En este sentido, el especialista ha defendido que tomar cerveza no modificaría la sensibilidad grástica ni la capacidad de acomodación por parte del estómago. "El consumo moderado de cerveza no produce un aumento del reflujo gastroesofágico de sujetos sanos tanto en situaciones de control como en la vida real", ha concluido.