Javier Barbado. Madrid
La fractura de cadera en un paciente como el Rey Juan Carlos I no se puede considerar un problema clínico aislado y autolimitado, sino que forma parte de un cuadro patológico sistémico en la mayoría de los casos, según se deduce de un artículo científico consultado por Redacción Médica en el que se aconseja integrar las diferentes unidades y servicios hospitalarios para atender al enfermo desde una perspectiva global que incluya a ortogeriatras, traumatólogos y hematólogos, entre otros especialistas.
El Rey comparece acompañado de sus muletas. |
“Las fracturas en el anciano, y en especial la fractura de cadera, no pueden ser consideradas como un hecho clínico concreto, referido al acontecimiento de una lesión de la extremidad proximal del fémur, sino como una patología sistémica”, explica en este trabajo el jefe del Servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca (Causa), Juan F. Blanco.
Desde su punto de vista, esta lesión sitúa al enfermo añoso “en una posición de compromiso clínico sistémico, ya que se producen descompensaciones y agravamiento de las patologías previas (cardiopatías, alteración metabólica…) y/o aparecen otras nuevas (síndrome confusional, anemia, etc.)”.
En su artículo, Blanco narra el éxito de la asistencia integral de la fractura de cadera en el anciano a partir de la creación de la Unidad de Ortogeriatría en el Causa, incluida en la de Traumatología y que ha incorporado en este último servicio a una profesional de la Geriatría, en concreto la especialista Carmen Pablos Hernández. De acuerdo con Blanco, ese cambio “supone abandonar la vieja receta de la colaboración o la consultoría, lo cual mejora la asistencia, el seguimiento y los resultados”.
Dentro del mismo programa integrador, se ha establecido un tiempo quirúrgico para el tratamiento de esta clase de fracturas en ancianos de forma precoz “evitando las interferencias que con la cirugía programada se producían y que con frecuencia ocasionaban suspensiones y retrasos en el tratamiento quirúrgico”. En tercer lugar, se ha conformado un área de rehabilitación funcional precoz inserta en el propio hospital para facilitar la recuperación funcional del paciente.
Entre las ventajas del modelo presentado por Blanco, también se halla su costo-eficiencia, aspecto nada desdeñable ante la carestía a que se enfrentan los servicios de salud de toda España. Según aclara, “existen bastantes publicaciones serias en la literatura científica al respecto, y las conclusiones sobre sus resultados son muy coincidentes en el sentido de que las Unidades de Ortogeriatría mejoran los resultados funcionales de los pacientes y disminuyen los costes”.
Por último, Blanco aconseja que esta fórmula organizativa en la que unas unidades funcionales se insertan en el trabajo de otras no caiga en saco roto y se extienda a otras prestaciones sanitarias. En su opinión, resulta “una necesidad (…) cambiar el concepto del servicio asistencial como un cajón estanco formado por profesionales de la misma área de conocimiento y pasar a una visión más flexible e integradora”. “Un ejemplo sería la incorporación no solo de la Geriatría sino también de la Anestesiología como una parte fundamental de la actividad quirúrgica o la Enfermería (instrumentistas quirúrgicas”, concluye.