Robert Mugabe, presidente de Zimbabue.
Robert Mugabe, presidente de Zimbabue desde hace 37 años, ha sido cesado como embajador de buena voluntad de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en África, tan sólo tres días después de ser nombrado.
La OMS sucumbió este domingo a las numerosas críticas recibidas por este nombramiento y, a través de su
director general,
Tedros Adhanom Ghebreyesus, admitió haber escuchado “a todos los que expresaron sus preocupaciones” respecto a la figura de Mugabe, alegando haber tomado “la mejor decisión” al cesarlo.
El pasado miércoles, la OMS le ofrecía el cargo a Mugabe durante un seminario en el que el mandatario participaba en Montevideo. Sin embargo, numerosas organizaciones en defensa de los Derechos Humanos, así como parte de la oposición de Zimbabue clamaron contra su nombramiento, habida cuenta del perfil represor del régimen de Mugabe.
Un embajador de la OMS que desprecia la Sanidad
De hecho, uno de los aspectos que más criticaron fue el hecho de que el sistema sanitario de Zimbabue esté "desfondado" por culpa de la corrupción política del país. Tanto, que el propio Mugabe ni siquiera lo utiliza: en lo que va de 2017, el mandatario, de 93 años, ha viajado hasta en tres ocasiones a Singapur para recibir atención médica.
Durante los tres días que ha estado en el cargo, Mugabe ha sido embajador de buena voluntad de la OMS para la
lucha contra enfermedades no contagiosas, como el cáncer o la diabetes.
Mugabe, quien aún es considerado persona 'non grata' en EEUU y Europa, ha sido acusado en los últimos años de favorecer la corrupción en Zimbabue, lo que ha derivado en una depresión económica severa en el país a costa de su enriquecimiento personal y el de sus allegados.
Además, organizaciones como
Human Rights Watch o
UN Watch le imputan delitos de odio por la expropiación a base de asesinatos de las fincas de los últimos reductos de colonialismo blanco en Zimbabue, de estar detrás de la limpieza étnica que acabó con más de 20.000 ndebeles llevada a cabo en el sur del país durante los 80 y de participar en la guerra del Congo entre 1998 y 2008 -en la que murieron más de dos millones de personas- para nutrirse los bolsillos de diamantes.
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