Ainhoa Zabaleta, pediatra de Atención Primaria; y Maite Paino, responsable de Violencia de género en Osakidetza.
La protección de la
privacidad de las víctimas de violencia de género es una de las cuestiones primordiales a la hora de atender estos casos desde el
Sistema Nacional de Salud (SNS). Se trata de una cuestión que se complica cuando en estas situaciones entran en juego
menores afectados por este tipo de maltrato. Esto se debe a que el
acceso a su historia clínica es compartido
por ambos progenitores, lo que facilita que el supuesto agresor pueda leer las anotaciones de los facultativos y por ello, poner en riesgo a las víctimas. Los
sistemas de confidencialidad son clave en este tipo de casos y un ejemplo es el de
Osakidetza, que recientemente ha presentado su nueva Guía de Actuación Sanitaria en Niños y Niñas en Hogares con Violencia de Género.
Tal y como explica
Ainhoa Zabaleta, pediatra de Atención Primaria, los registros relativos a la atención de las personas menores de edad víctimas de violencia
deben constar en la historia clínica, ya que permiten hacer un mejor seguimiento de los casos, así como “estimar la magnitud de este problema de salud pública y facilitar su vigilancia”. “El registro en la historia clínica evita que los distintos profesionales que trabajan con la mujer o las hijas e hijos
pregunten varias veces las mismas cuestiones”, explica Zabaleta.
Por este motivo,
la seguridad y la privacidad de los
menores que se ven afectados por la violencia de género, puede estar en
peligro ante su supuesto agresor. En este sentido,
Maite Paino, responsable de Violencia de Género en Osakidetza, considera que es esencial estar “muy atentos” con la
documentación que es compartida entre ambos progenitores, así como de las órdenes de alejamiento y otras medidas judiciales que garanticen su seguridad. “Es clave realizar una
adecuada valoración del riesgo tanto de la mujer como de sus hijos e hijas”, concreta.
¿Cómo actuar para proteger al menor en estos casos?
En el desarrollo de esta guía se han establecido
protocolos de coordinación entre los profesionales de la salud y otros servicios sociales para brindar un enfoque integral. Por ello, tal y como explica Zabaleta, en todos los casos en los que haya niños, niñas o adolescentes conviviendo en una situación de
violencia de género se valorará una
notificación para crear equipo conjunto con los servicios sociales con la idea de establecer un Plan Global.
“Esta
derivación a los servicios sociales a veces requerirá varias consultas con la mujer, ya que inicialmente pueden mostrar rechazo bien por falta de conciencia, desconocimiento, miedo, por experiencias anteriores que hayan ido mal, etc. Nuestra labor tiene que ser el
acompañamiento con esta institución, pero intentando acompañar al ritmo que necesiten la mujer y sus hijos e hijas”, detalla Zabaleta.
Por su parte, Paino añade que es desde servicios sociales donde se liderará esta coordinación. “Se quiere empezar a trabajar este año 2024 con las Comisiones Sociosanitarias Locales e incorporando la intervención a niños, niñas y adolescentes en esta situación, en los Protocolos de
actuación contra la violencia de género interinstitucional con los Municipios y las Diputaciones”, comenta.
En su opinión, cada vez es “más difícil” que problemas complejos como la violencia de género se puedan
trabajar “de forma aislada”. Por ello, considera que es imprescindible “operativizar cada vez más, las medidas contempladas en el “III Acuerdo Interinstitucional para la
coordinación de la atención a víctimas de violencia machista contra las mujeres en la CAE”, que lidera Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer”.
“Tenemos que ser capaces de crear una
Red colaborativa de trabajo, en la que también los grupos organizados de mujeres y asociaciones ciudadanas contra la violencia machista formen parte con las Instituciones en la intervención con mujeres en esta situación y con sus hijas e hijos”, señala Paino.
Funciones específicas para profesionales de la salud
Lo más habitual es que los casos de violencia de género
se detecten a través de la mujer, explica Zabaleta. Esto hace que sea imprescindible establecer una
comunicación entre el equipo de profesionales que la atienden a ella y entre quienes trabajan con sus hijos e hijas, para que todos tengan una v
isión global de la situación y puedan así trabajar de forma coordinada, “sin repetir las mismas preguntas una y otra vez”, comenta la experta.
De esta forma se evita “revictivimizar” tanto a la mujer como a los menores. “La idea principal es
acompañar de manera conjunta a la mujer y sus hijos e hijas con una mirada integral”, señala la pediatra. Las consultas serán, por tanto, el lugar para explicar a las mujeres que los menores que viven esta situación
también son víctimas. “A veces no son conscientes de ello”, comenta Zabaleta.
Por tanto, las
funciones principales de los facultativos, en estos casos, deben ser las de acompañamiento,
valoración del riesgo,
coordinación entre los profesionales sanitarios y derivación al resto de servicios, tal y como detalla Paino. “Tendremos que trabajar en conjunto como son los servicios sociales, principalmente en un
Plan Individualizado de Atención, pero, a veces, también puede ser la autoridad judicial, o la policía”, añade.
Una guía con tres niveles de actuación
“Esta guía tiene como objetivo ser un
documento que sirva de orientación a todas las personas profesionales sanitarias que deben acompañar a las mujeres y a sus hijas e hijos (u otras personas menores que convivan con ella) en este proceso que es tan complejo, para
ofrecer una respuesta alineada y coherente con unos mismos principios y valores”, señala Paino.
“Aspira a que Osakidetza y sus profesionales estén más y mejor preparados y preparadas para una
intervención temprana con las personas menores en esta situación y a hacerlo desde una visión integral e integrada con la intervención a sus madres, víctimas de una violencia de género, así como a su entorno” sentencia.
En ella, se proponen
tres niveles de actuación. La
prevención primaria se plantea qué se puede hacer para
disminuir los casos de violencia de género, identificando a los menores en esta situación para intervenir sobre los estilos de crianza, "sin olvidar el promover la incorporación de los hombres en la igualdad de género y en la lucha contra la violencia de género", comenta Paino.
La
secundaría se centra en
cómo detectar los casos de forma temprana. “Estar alerta y saber reconocer indicadores de sospecha y
preguntar, preguntar y preguntar, para una detección precoz”, explica la responsable de violencia de género.
Por último, la
prevención terciaria se plantea qué hacer para
abordar el problema y minimizar las consecuencias. "Se proponen, como en la Guía General, dos tipos de intervención, una
Actuación inicial Básica, allí donde se detecte, y una buena derivación a una
Actuación de Apoyo y Seguimiento, que realizarán los y las profesionales de referencia", explica la especialista.
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