La cabeza de la espícula, obtenida mediante análisis de subtomogramas.
Un grupo de investigadores alemanes ha analizado las espinas del virus
SARS-CoV-2, cuyo nombre técnico es 'espícula', y ha observado una gran flexibilidad gracias a tres ‘bisagras’ que forman parte del tallo y que, probablemente, le permitan rastrear mejor la superficie de las
células huésped para encontrar receptores a los que unirse e invadirla.
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Los científicos han combinado una serie de técnicas (tomografía crioelectrónica, análisis de subtomogramas y simulaciones moleculares dinámicas) para analizar la estructura de la espícula
in situ.
En el trabajo, publicado en la revista
Science, los autores (provenientes de los institutos Max Planck y Paul Ehrlich, así como de la Escuela de Medicina de la Universidad Johannes Gutenberg) indican que el tallo de la espícula consta de tres bisagras, “lo que proporciona a la cabeza una
libertad de orientación excepcional”.
El SARS-CoV-2 se une a las células huésped con gran eficacia
Además, una capa glicana en la espícula protegería esta “máquina asesina”, como
la ha definido en Twitter el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense José Manuel Bautista, de los anticuerpos.
La espina del virus es la que le permite unirse a las células receptoras con gran eficacia, por lo que
su bloqueo es el objetivo de gran parte de las vacunas que están desarrollándose en la actualidad frente al Covid-19.
El estudio
in situ de la espícula permite acercarse con mayor precisión a la realidad del virus (otros estudios lo han hecho
in vitro), lo que es vital para avanzar hacia un método de inmunización efectivo.
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