El duelo prolongado se relaciona con trastornos de ansiedad e ideaciones suicidas.
Hablamos de
duelo prolongado para referirnos a aquel que se alarga de forma intensa más allá de lo esperado en base a las normas sociales, culturales o religiosas de una persona tras sufrir una pérdida. El trastorno, cuya prevalencia se estima entre el 3 y el 10% del total de duelos, es sin embargo un ‘desconocido’ tanto para quienes lo sufren como para los profesionales sanitarios que lo abordan.
Establecer el punto
donde se sitúa la línea entre un duelo ‘normal’ y uno prolongado, y cómo puede detectarse éste último se ha convertido en objeto de investigación y análisis . Uno de los más recientes, publicado en
The New England Journal of Medicine (NEJM), se centra en estos aspectos y detalla además el rol que los profesionales sanitarios pueden jugar en el abordaje del trastorno.
¿Cuándo el duelo puede considerarse prolongado?
Identificar el momento en que un duelo se prolonga más de lo habitual es el punto de partida para su abordaje. En este sentido, la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud establece
un mínimo de seis meses mientras que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales marca esa línea en un año. Si pasado ese plazo, el paciente sigue padeciendo “angustia y deterioro clínicamente significativos”, estaríamos ante un caso de trastorno por duelo prolongado.
Síntomas de duelo prolongado
Una vez establecidos los plazos máximos de duración de un duelo, el segundo punto tiene que ver con
cómo identificar cuándo se traspasa ese umbral. En este sentido, el trabajo del
NEJM apunta a una serie de síntomas entre los que se encuentran el
anhelo, la añoranza y la preocupación para dar como resultado un dolor emocional grave que puede derivar en
dificultades para sobrellevar la vida diaria o ideaciones suicidas. Además, los pacientes pueden presentar:
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Aislamiento social persistente.
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Tristeza, soledad o culpa.
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Ansiedad.
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Ira.
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Mayor consumo de alcohol o otras sustancias.
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Falta de atención al autocuidado.
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Dificultades para dormir.
Enfrentarse al duelo prolongado
El abordaje de un trastorno de este tipo requiere de la participación de todo el entorno del paciente, incluyendo dentro del mismo a los profesionales sanitarios, de ahí la importancia que el análisis da al hecho de
incluir el duelo permanente dentro de la historia del paciente una vez realizada la evaluación clínica. En este punto se determinarán también otras patologías que puedan acompañar el duelo prolongado, tales como depresión mayor, ansiedad o
estrés postraumático.
“Los médicos deben ser conscientes de que
no todo duelo continuo es indicativo de un trastorno de duelo prolongado”, apunta el análisis antes de añadir que en este caso “los pensamientos y sentimientos sobre la persona fallecida son preocupantes, persistentes, intensos y generalizados hasta el punto de interferir en su participación en relaciones y actividades significativas, incluso con personas que el paciente conoce y ama”.
Cinco preguntas para saber si tengo duelo prolongado
De cara a detectar casos de duelo prolongado, existen numerosas pruebas. Una de las más utilizadas por su eficacia y brevedad consiste en un test de cinco preguntas con tres respuestas posibles: “en absoluto” (0 puntos), “un poco” (1 punto) y “mucho” (2 puntos). Las preguntas a responder son:
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¿Cuánto te está costando aceptar la muerte de…?
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¿Cuánto sigue interfiriendo el dolor en tu vida?
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¿Con qué frecuencia tienes imágenes o pensamientos sobre el momento de su muerte u otros pensamientos sobre la muerte que realmente te molestan?
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¿Hay cosas que solías hacer cuando estaba vivo/a y que ya no te sientes cómodo/a haciendo, que evitas? Como ir a algún lugar al que solías ir con él/ella, o hacer cosas que disfrutaban juntos. ¿Estás evitando mirar fotos o hablar de él/ella? ¿Cuánto?
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¿Cómo de aislado/a o distante de otras personas te sientes desde que murió, incluso de aquellas con las que solías estar cerca, como familiares o amigos?
¿Qué puede hacer el médico?
Una vez establecido el diagnóstico, llega el momento de su abordaje con un objetivo principal: que el paciente acepte la permanencia de la pérdida y sea capaz de tener una vida satisfactoria. Para ello, la herramienta más eficaz en base a la evidencia disponible es l
a terapia específica, que pone énfasis en la escucha empática activa e incluye componentes de entrevistas motivacionales, psicoeducación interactiva y una serie de actividades experienciales administradas en un orden planificado a lo largo de
16 sesiones semanales.
En el caso de no poder prestar directamente este tratamiento, la práctica indica que lo más aconsejable es la derivación y el seguimiento del caso. Además, propone una serie de acciones a aplicar:
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Construir una relación con el paciente e interesarse por su relación con el ser querido perdido.
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Educación sobre el proceso de duelo y el duelo prolongado.
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Incentivar que el paciente haga un seguimiento diario de su nivel de duelo.
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Animar al paciente a realizar actividades sencillas y gratificantes.
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Invitar al paciente a contar cómo se enteró de la muerte de su ser querido y cómo se sintió en ese momento.
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Anime al paciente a llevar a cabo acciones que está evitando.
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Anime al paciente a estrechar nuevamente vínculos con sus allegados.
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