Mara Parellada es coordinadora de la Unidad de Atención Médica Integral a Trastornos del Espectro Autista del Hospital Gregorio Marañón.
La
vuelta al colegio no es igual para todos los niños. No se trata solamente de la edad, sino de la participación de aquellos que tienen capacidad intelectual, volitiva o emocional diferente, como pueden ser los afectados por
trastornos del espectro autista, cuyas necesidades -no solo educativas- en medio de la segunda ola de la
pandemia de
Covid-19 pueden variar respecto a las de los demás alumnos.
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Mara Parellada, coordinadora de Atención Médica Integral a Trastornos del Espectro Autista del Hospital
Gregorio Marañón (Madrid) y vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, explica a
Redacción Médica las consideraciones especiales que deben tenerse en cuenta en estos menores, ya que son más vulnerables que el resto.
¿Cómo debería ser la vuelta al cole de cara a los niños con capacidad intelectual, volitiva o emocional diferentes?
La vuelta al cole debería ser, como en cualquier niño, lo más normalizada posible. Es decir,
presencial y con todas las cautelas sanitarias necesarias; precisamente, la diferencia está en estas cautelas sanitarias necesarias. En muchas ocasiones pueden ser más difíciles de lograr, por lo que las precauciones deben ser mayores y también la individualización y flexibilidad aplicada.
El parón de clases ha afectado a todos los niños en general, pero ¿de qué manera lo ha hecho en estos menores? ¿Se ha podido recuperar con ellos el tiempo perdido?
Cada niño es diferente y la condición de discapacidad en sí misma no es lo más relevante para que el efecto del confinamiento sea diferente, excepto porque si la discapacidad es importante se pueden no entender la situación y los cambios necesarios. El no entender hace que tengan que ser los cuidadores los que extremen las medidas de precaución de las que ellos no se pueden responsabilizar.
¿En qué sentido les beneficia o no que la vuelta al cole sea presencial?
El aprendizaje en estos niños es lento, basado en muchas repeticiones, y se pueden perder conocimientos o habilidades si la situación familiar no permite el mismo nivel de empeño y profesionalidad educativos. Además,
el cole es para estos niños el lugar fundamental donde trabajar la autonomía, separados de la familia, pero en entorno controlado y pedagógico, y es un área, la autonomía, que puede ser muy perjudicada con la situación de no asistencia.
¿Qué ocurre si, por la evolución de la pandemia, las clases pasan a ser semipresenciales o virtuales? ¿Hay alguna lección que se haya aprendido a raíz del confinamiento sobre cómo se debe actuar o a qué hay que prestar más atención?
"Es importante que las decisiones educativas que se tomen sean con la coordinación de la institución sanitaria a cargo"
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Que la vuelta sea presencial es importante, pero en un momento como este de crisis de salud y económica, son igual de importantes otros factores, y no se puede valorar la presencialidad como valor absoluto. Para estos niños la presencia de educadores es probablemente mucho más importante que para otros niños que tengan más autonomía y capacidad para adquirir conocimientos en remoto, pero también pueden ser más vulnerables para contagiarse (en ocasiones con mayores repercusiones físicas si esto se produce) porque, por ejemplo, es más difícil que sigan las normas de distancia social.
Al ser muchos de ellos dependientes en habilidades de la vida diaria, el aislamiento de otros es más complicado; por tanto,
es más fácil que contagien a otros, circunstancia que en algunas familias puede ser un factor de riesgo importante. Creo que es importante que las decisiones educativas que se tomen, incluyendo la de la presencialidad, sea con la coordinación de la institución sanitaria a cargo, teniendo en cuenta sus recursos de adaptación, y la familia, que conoce mejor que nadie a sus hijos y las circunstancias globales que les rodean.
En caso de que no hubiese tantas clases presenciales, ¿cómo debe ser el apoyo a las familias?
En condiciones de seguridad,
a las personas con discapacidad y a sus familias les beneficia enormemente la presencialidad. Además de los argumentos ya dichos, tenga en cuenta que al ser más dependientes exigen más de sus cuidadores, y no acudir al colegio añade una carga mucho mayor a los padres, que puede impedirles trabajar en casa u ocuparse de otros niños o familiares necesitados.
¿Qué deben tener las autoridades en cuenta con estos niños a la hora de hacer protocolos?
Las instituciones deben procurar lo que se hace en general en la educación de estos niños, individualizar a sus necesidades los protocolos, metodologías y apoyos necesarios.
Para ellos deben extremarse las medidas de precaución sanitaria y deben procurarse apoyos a la familia, en casa o cole, que permitan continuar educando a estos niños, en su individualidad.
La necesaria elaboración de protocolos exige en estos casos excepciones a lo 'normal' o corriente, más flexibilidad y mayor participación de las familias en las decisiones. La
organización de un sistema permanentemente doble, que permita la presencialidad o el acceso telemático en cualquier momento, es una de las ayudas que puede dar cierta estabilidad en una situación cambiante e incierta como esta, y el manejo de la educación como un aspecto de la vida trasversal, no acotado a determinados locales, sino más permeable entre domicilio y escuela, podría ser otro aspecto.
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