Ana Isabel Gutiérrez Saleguí, psicóloga forense
Siete de cada ocho
víctimas de violencia sexual no hubieran denunciado si llegan a saber lo que "vendría después". Un resultado "desolador" que revela posibles fallas tanto en el "sistema de atención sanitaria como en el sistema judicial" a ojos de la psicóloga forense Ana Isabel Gutiérrez Saleguí. Su experiencia en la
Asociación de Mujeres Clara Campoamor le ha hecho ver las carencias que todavía presenta el
proceso de detección y abordaje de estos casos en las consultas debido a la falta de formación de los profesionales sanitarios o el miedo a no saber cómo proceder una vez se haya identificado dicho abuso.
Precisamente con la intención de detectar mayor número de casos en las consultas, comunidades autónomas y Ministerio de Sanidad unían fuerzas en la creación de un
'Protocolo Común del SNS para la Actuación Sanitaria ante la Violencia Sexual 2023’, aprobado por el el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) hace justo un año. Dicha estrategia incluía un
cuestionario de 34 preguntas para guiar a los profesionales sanitarios en el diagnóstico y rebajar la dificultad existente a la hora de verbalizar este tipo de casos.
Sin embargo, el
desconocimiento de los protocolos de actuación posteriores al diagnóstico, supone una barrera para los profesionales sanitarios a la hora de preguntar, según explica la experta, después de haber participado en causas judiciales que marcarían un antes y un después en el abuso sexual a mujeres y menores. Y es que muchos no saben "qué se debe hacer" cuando sospechan de un posible abuso sexual en su consulta. Más allá de "poner el código adecuado como delito contra la libertad sexual ", hay profesionales sanitarios que desconocen los pasos que debe seguir la víctima en todo el proceso, como por ejemplo, interponer la denuncia.
Gutiérrez Saleguí cree que el terreno no se ha abonado lo suficiente como para extraer un resultado óptimo de la puesta en marcha del protocolo. Lo prioritario, afirma, más allá de instaurar esos cuestionarios, es valorar las
actitudes y conocimientos de los profesionales respecto a las agresiones sexuales, puesto que es posible encontrarse con "gente que no considera como agresión sexuales aquellas que se cometen bajo los efectos del alcohol -sumisión química- o cree que es un derecho del marido el débito conyugal".
Subtipos de violación en el 80% de casos
"¿De qué nos sirve tener un protocolo si hay alguien que no está sensibilizado", argumenta la experta, partidaria de asentar ciertas bases en torno al concepto de
violencia sexual, de modo que los profesionales sanitarios sean capaces de identificar no solo la
violación sino también los subtipos de violencia sexual que existen en la actualidad y que, según se estima, pueden ser la causa en el 80 por ciento de los casos.
No existe un tipo de violencia, sino muchos, aclara la experta, obligando al profesional a estar lo suficientemente familiarizado como para poder detectar, por ejemplo, casos de tipo económico. Víctimas con una carga familiar, sin autonomía financiera a las que deberían "ofrecerse recursos" para poder evitar un
abuso de tipo sexual ligado.
En este sentido, echa en falta más
formación y capacitación previa de los profesionales sanitarios que desemboque en una mayor eficacia en la realización de los cuestionarios. "Los profesionales no pueden pensar que tienen que recitar esto como el que pasa un test. No todo el mundo requiere la misma aproximación", detalla la psicóloga, al hablar de la importancia que tiene dotar a médicos y enfermeras de
habilidades de comunicación como la
escucha activa o el planteamiento de las preguntas, para saber si el paciente "está a la defensiva o no es el momento".
"Si hacemos esas preguntas tomando notas en el ordenador y sin mirar a la persona, o sin ponerle una mano en el brazo, a lo mejor no conseguimos nada, conseguimos un falso negativo. ¿Por qué? Porque no estamos haciendo correctamente la parte de escucha activa", advierte.
Cómo garantizar un entorno seguro
En 2004, esta psicóloga ya tuvo contacto con una estrategia similar llevada a cabo en el Hospital de Getafe y que sí "iba precedida de una
formación obligatoria de 25 horas para todo el personal de Enfermería" del centro. Extrapolarlo a la situación actual, es incluso más fácil, asegura, puesto que, gracias a la tecnología disponible, es posible impartir una clase en streaming y descargarla una vez finalizada.
Por tanto, habría que "ver por qué la gente no pregunta y por qué la gente no habla", o lo que es lo mismo, identificar los factores inherenrtes tanto al profesional como a las víctimas para poder acabar con las barreras que dificultan un abordaje adecuado.
El otro gran escollo que señala tiene que ver con
factores sociodemográficos y la densidad de población. Cuanto menor número de habitantes tenga el territorio donde reside la víctima, mayor probabilidad habrá de que tanto el
agresor como la víctima compartan su red de contactos y la agresión acabe ocultándose. "La gente que está alrededor del centro de salud, los nativos, también están relacionados con ese círculo", comenta Gutierréz Saleguí, para remarcar la importancia de crear un entorno seguro que garantice que el agresor "no se va a enterar de lo que no ha dicho la víctima " y se produzca una revictimización secundaria.
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